Se afirma que fue discípulo de San Juan Evangelista. Combatió el gnosticismo, y sentó las bases de la apologética cristiana.
Redacción (28/06/2023 09:45, Gaudium Press) Del período post-apostólico (desde el final del primer siglo hasta la mitad del segundo), hasta el siglo sexto, la Santa Iglesia tuvo a su servicio una multitud de hombres insignes en santidad, sabiduría y ardor apostólico que serían el el motor de su expansión; entre ellos brilla con luz propia San Ireneo, el primer polemista cristiano después de los apóstoles.
El inicio de su vida, cubierto por la niebla del misterio
Un misterio flota sobre su vida; lo poco que se sabe a ese respecto es que nació alrededor del año 150, que su ciudad natal es probablemente Esmirna, situada en el Asia menor. Todo indica que su familia era cristiana, pues como él mismo describe en una de sus cartas, aún siendo niño frecuentó las predicaciones del obispo San Policarpo de Esmirna, que a su vez fuera discípulo del apóstol San Juan Evangelista, por eso le fue conferido el título de vir apostolicus, varón apostólico.
Por razones que no se conocen, dejó Asia Menor y se dirigió a la Galia (Francia), por vuelta del año 177. Se estableció en Lyon, donde fue ordenado presbítero. En esa ciudad la herejía del montanismo (que, entre otras cosas, negaba la posibilidad de redención a los que caían en pecado mortal) causaba estragos. San Ireneo fue enviado a Roma con la intención de conseguir una condena categórica del montanismo.
Cuando regresa de Roma es escogido como obispo de Lyon, sucediendo a San Potino, que había muerto en prisión dados los malos tratos recibidos por los montanistas. Había muerto a los 90 años de edad.
Mediador
Este gran polemista cristiano, no tuvo inconveniente en decirle a todo un Papa que cediera para conservar la unidad: las Iglesias de oriente celebraban la pascua en una fecha – las de la fiesta hebraica – y las de occidente en otra, y el Papa quería imponer esta última. Pero San Ireneo invitó al Pontífice a no romper la unidad cristiana por una cuestión disciplinar y secundaria.
Era un hombre erudito. En sus obras brilla con profusión el conocimiento de la Biblia. Se comunicaba con grandes luminarias de la época, como San Clemente Romano, Teófilo de Antioquia, Clemente de Alejandría, San Policarpo de Esmirna. Tenía también un gran conocimiento de los autores clásicos. Para sus obras ‘filtraba’ datos relevantes de Homero, Hesiodo, Platón, Aristóteles. Pero sus obras sobre todo exhalaban el perfume de la piedad y la virtud.
Uno de sus mayores logros – tal vez el principal – fue la refutación sistemática hecha del gnosticismo, y de otros errores, realizada en una obra que es referencia para la Iglesia, Adversus Haereses, Contra los Herejes, escrita originalmente en griego, amplia, que constaba de cinco volúmenes. De su trabajo se establecieron bases para combatir todas las herejías que amenazaban a la Iglesia.
Poco se sabe sobre su muerte. Una tradición antigua, que según San Jerónimo se remonta al Pseudo-Justino, afirma que fue martirizado por heréticos, alrededor del año 202, juntamente con otros cristianos, en una masacre que hubo en la ciudad de Lyon, bajo el reinado del emperador Septimio Severo. La Santa Iglesia lo venera como mártir, celebrándolo el 28 de junio.
Con información de “San Ireneo, el León de Lyon” en Gaudium Press
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