sábado, 23 de noviembre de 2024
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San Jenaro, el obispo de Nápoles, cuya sangre se torna líquida 3 veces al año

Uno de esos días es hoy. Y hoy también ocurrió el milagro.

San Jenaro

Redacción (19/09/2020 18:19, Gaudium Press) San Jenaro es conocido hoy por el milagro de la licuefacción de su sangre, que ocurre tres veces por año, en mayo, en diciembre y el 19 de septiembre, tal como fue anunciado hoy por el Cardenal Arzobispo de Nápoles, Mons. Crescenzio Sepe.

En un discurso a peregrinos napolitanos, en 1966, era el propio Papa Pablo VI declaraba: “…así como esta sangre hierve en cada fiesta, así tambièn que la fe de los napolitanos pueda hervir, reflorecer y afirmarse…”.

Pero quién era este hombre cuya memoria sigue viviendo de esa manera después de tantos siglos.

Era un obispo de Nápoles, cuando se desencadenó la terrible persecución de Diocleciano, que fue la última, la más sangrienta, la que llamaron la “Gran Persecución”, donde el demonio descargaba sus últimos y más mortíferos alientos de persecución bajo el imperio romano.

Primero capturaron al obispo con sus diáconos y otros cristianos. Los llevaron al coliseo, no habían alimentado a las fieras, pero, oh prodigio, estas se limitaron a rodearlos, a observarlos, y no los tocaron.

La chusma enardecida pidió que los decapitaran, y así se hizo, habiendo unos fieles que recogieron algo de la preciosa sangre del obispo y la guardaron.

Más o menos desde hace 400 años ocurre el milagro.

Un sacerdote o el obispo expone la ampolleta que contiene la sangre en forma sólida, lo que es normal después de tanto tiempo. Ya se ha reunido el pueblo que comienza a rezar, y de un momento a otro la sangre pasa de sólida a líquida. Era negruzca y se torna rolliza, y crece de tamaño. Se dice que cuando no ocurre la licuefacción, es señal de peligros que se aproximan…

Los habitantes de Nápoles dicen que San Jenaro los ha librado de muchas catástrofes, especialmente las erupciones del Vesubio. Como por ejemplo, cuando en 1631, un río de lava corría hacia la ciudad, amenazando destruirla. El obispo llevó en procesión la sangre del santo, el río se desvió, la ciudad se desvió.

Con información de EWTN

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