“Pareja feliz, Joaquín y Ana! Con vosotros toda la creación se siente endeudada”, decía San Juan Damasceno.
Redacción (26/07/2021 07:18, Gaudium Press) Si la Virgen es Madre de Dios, Santa Ana y San Joaquín, cuya fiesta conmemoramos hoy, son los abuelos de Dios.
Recordemos el elogio de que hace de ellos San Juan Damasceno:
“¡La pareja feliz, Joaquín y Ana! Con vosotros toda la creación se siente endeudada. Pues fue por vuestro intermedio que la criatura ofreció al Creador el más valioso de todos los dones, esto es, la madre pura, la única que era digna del Creador. (…)
Educaste a la perla de la virginidad, aquella que había de ser virgen antes del parto, virgen en el parto y continuaría virgen después del parto; aquella que, de manera única, conservaría siempre la virginidad, tanto en su cuerpo como en su corazón. (…)
Alcanzaste de Dios aquello que supera la naturaleza: engendraste para el mundo la Madre de Dios, que fue madre sin la participación de hombre alguno.
Llevando, a lo largo de vuestra existencia, una vida santa y piadosa, engendraste una hija que es superior a los ángeles y ahora es Reina de los ángeles.
¡Oh buenísima y dulcísima joven! ¡Oh hija de Adán y Madre de Dios! ¡Felices el padre y la madre que te engendraron! Felices los brazos que te cargaron”. (1)
Quienes eran
Las fuentes históricas sobre la santa pareja fueron recogidas por los primeros Padres de la Iglesia, algunos de ellos contemporáneos a los Apóstoles. (2)
San Joaquín era descendiente de David, y Santa Ana (o Santana), cuyo nombre, en hebreo “Hanna”, significa “gracia” era descendente de Aarón.
Como la generalidad de las jóvenes en Israel, Ana se casó muy temprano y ya casi llegada a la vejez, no tenía hijos, hecho este considerado por los judíos como una especie de maldición.
Por esta razón, ella y su esposo eran despreciados y hasta humillados en público, inclusive por sacerdotes del Templo.
Ellos recibían todo eso con paz de alma y resignación, en muchos casos de modo heroico.
Esas adversidades constituían para la santa pareja un amargo sufrimiento hasta que, ya viejos, ambos tienen la aparición de un ángel, probablemente el Arcángel Gabriel, que les anuncia el nacimiento de un hijo.
La Perla
Santa Ana dio a luz a una linda niña a la cual dieron el nombre de Miriam (en latín “María”) que en hebreo, significa “Señora soberana”.
Según algunos investigadores, proviene del sánscrito “Maryáh”, que quiere decir literalmente “la pureza, la virtud, la virginidad”.
Fue María escogida por Dios para ser la Madre de su Divino Hijo, Jesús, siendo concebida sin pecado original, llena de gracia -conforme la salutación del ángel Gabriel-, co-Redentora, mediadora universal de todas las gracias.
Fue a Ella que recibimos por Madre, conforme las palabras de Jesús a San Juan Evangelista: “Hijo, ahí está tu Madre”. (Jo 19, 27)
En las palabras del gran doctor mariano, San Luis Grignion de Montfort, María Santísima “es la obra-prima por excelencia del Altísimo, cuyo conocimiento y dominio el reservó para sí. María es la Madre admirable del Hijo, (…) y la esposa fiel del Espíritu Santo, donde solo él puede penetrar. María es el santuario, el reposo de la Santísima Trinidad, en que Dios está más magnífica y divinamente que en cualquier otro lugar del universo, sin exceptuar su trono sobre los querubines y serafines” (3)
Con información de Gaudiumpress.org
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(1) São João Damasceno, Nativitatem B. Mariae V, nºs. 2.4.5.6. apud Liturgia das Horas, tradução da segunda edição típica vaticana, Ed. Paulus, São Paulo, 2000, vol. III, p. 1450)
(2) Entre outros San Ignacio de Antioquía (que fue consagrado Obispo por San Pedro), San Gregorio de Nisa, San Clemente de Alejandria, San Justino, etc.
(3) San Luis Maria Grignion de Montfort, “Tratado da verdadeira Devoção à Santíssima Virgem”, Ed. Vozes, Petrópolis, 46ª edição, 2017, nº 5, p. 20-21.
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