La Iglesia celebra hoy, 31 de enero, la memoria de San Juan Bosco, uno de los Santos más populares de la Iglesia y del mundo. La educación cristiana de la juventud era su misión.
Redacción (31/01/2024, Gaudium Press) Juan Bosco era hijo de Francisco Bosco y Margarita Occhiena, humildes vecinos de Murialdo, situada en la provincia de Turín, donde nació el 15 de agosto de 1815.
Sin embargo, a los dos años falleció su padre, y Margarita asumió la responsabilidad de educar a su hijo, inculcándole la sencillez, el amor al trabajo y el aprecio por la oración. Sin embargo, ávido de conocimientos, con excelente memoria y agudo espíritu de observación, Juan fue mejorando poco a poco sus conocimientos, ayudado por el párroco padre Calosso, quien le proporcionó algunas lecciones de gramática.
A los nueve años, tuvo un sueño que tuvo un impacto significativo en su vida. Nuestra Señora lo acompañó junto a un grupo de muchachos alborotadores que lo trataban mal. A pesar de sus ganas de reaccionar, la Señora le transmitió el mensaje: “No con violencia, sino con amor. Vuélvete fuerte, humilde y resistente. Con el tiempo lo entenderás todo”. A partir de ese momento decidió consagrar su vida a Cristo y a la Madre María. Tenía muchas ganas de ser sacerdote y dijo: “Cuando sea mayor quiero ser sacerdote para cuidar a los niños. Los chicos son buenos; Si hay niños malos es porque no hay quien los cuide”.
Ha llegado el momento de que el joven elija el camino a seguir. Naturalmente, Juan Bosco no dudó en abrazar el sacerdocio. Inicialmente inclinado a unirse a los franciscanos, abandonó este plan por consejo de su confesor, el padre Cafasso, director del Instituto San Francisco.
En 1835 ingresó en el seminario de Chieri, recibiendo la ordenación sacerdotal el 5 de junio de 1841. Inmediatamente demostró su celo apostólico. El 8 de diciembre del mismo año inició su labor de apostolado juvenil en Turín, impartiendo catequesis a un modesto niño llamado Bartolomé Garelli. Así inició la obra de los Oratorios, destinados a proteger, en tiempos difíciles, a los niños de la ignorancia religiosa y la corrupción.
En 1846 se instaló definitivamente en Valdocco, un barrio de Turín, y allí fundó el Oratorio de San Francisco de Sales. Posteriormente, en 1855, nombró salesianos a sus colaboradores. Además del Oratorio, construyó una escuela profesional, un gimnasio, un internado, entre otras instalaciones. En 1859 reunió en el Oratorio al primer grupo de jóvenes educadores, fundando así la Congregación de los Salesianos.
Con la colaboración de Santa María Mazzarello fundó en 1872 el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, con el fin de educar a la juventud femenina. En 1875 envió el primer grupo de misioneros a América del Sur.
A menudo tenía sueños de naturaleza sobrenatural, en los que recibía información sobre el estado de ánimo de sus alumnos y sobre acontecimientos pasados y futuros. Incluso sin recursos materiales, con determinación y, particularmente, con una confianza inquebrantable en María Auxiliadora, logró realizar grandiosos proyectos apostólicos en varias naciones.
El secreto de la disciplina de San Juan Bosco
Según el método de educación preventiva de San Juan Bosco, la educación no se limita a mantener a todos los alumnos en orden y silencio dentro de los límites de un aula, para que el maestro pueda transmitir eficazmente sus enseñanzas. Un buen educador debe saber moldear la personalidad de sus discípulos, corrigiendo defectos, estimulando cualidades, haciéndoles amar los principios que guiarán su vida. En una buena educación, la formación religiosa ocupa el lugar principal, porque sin el amor de Dios y la ayuda de la gracia nadie puede vencer las malas inclinaciones y practicar establemente la virtud.
Se dice que un ministro de la Reina de Inglaterra, de visita en el Oratorio de San Francisco de Sales, en Turín, fue introducido en una gran sala donde estudiaban quinientos jóvenes. No pudo evitar maravillarse ante esta multitud de estudiantes que guardaban un estricto silencio a pesar de que nadie los estaba mirando. Su admiración fue aún mayor cuando supo que durante todo el año no hubo una sola palabra de disipación, ni siquiera una sola ocasión de castigo o amenaza de castigo.
— ¿Cómo es posible obtener tal silencio, tal disciplina perfecta? — preguntó. Y volviéndose a su secretario, le ordenó que escribiera la respuesta dada.
— Señor — respondió el superior del establecimiento — los medios que utilizamos no pueden utilizarse en su país.
– ¿Por qué? — pregunta el ministro.
— Porque son secretos revelados sólo a los católicos.
—¿Y cuáles son esos secretos?
— Confesión y comunión frecuentes. Misa todos los días y muy concurrida.
— Tienes razón — dijo el ministro. Nos falta tales medios de educación. ¿Pero no hay otros?
— Si no usamos estos elementos que la religión nos proporciona, debemos recurrir a amenazas y castigos.
El ministro inglés permaneció en silencio, aunque aseguró que repetiría lo que había aprendido. [1]
Una vez, un rector del seminario mayor de Montpellier envió una carta a Don Bosco preguntándole cuál era el secreto de la pedagogía que utilizaba. La respuesta de Don Bosco lo sorprendió: “Todo lo que quiero lo obtengo de mis hijos, gracias al temor de Dios inculcado en sus corazones”.
San Juan Bosco murió el 31 de enero de 1888. Fue beatificado en 1929, canonizado por Pío XI en 1934 y proclamado como “modelo por excelencia” para sacerdotes y educadores.
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[1] El hecho descrito está tomado de conferencia del prof. Plinio Corrêa de Oliveira el 30/1/1967.
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