Realizó una síntesis maravillosa de la doctrina patrística.
Redacción (04/12/2020 08:16, Gaudium Press) Damasco: su nombre evoca las brumas y esplendores de los antiguos tiempos. Casi se podría decir que la Historia de los hombres está ligada a ese nombre. Es la ciudad más antigua que ha sido habitada de forma constante.
Este sitio que aún es de leyenda, es el lugar de nacimiento de nuestro santo de hoy, San Juan Damasceno.
En la época de Nuestro Señor hacía parte de la Decápolis, grupo de 10 ciudades en la frontera oriental del Imperio Romano que se agruparon en una entidad administrativa. La mayor parte de estas ciudades está hoy en Jordania.
Poco después de la venida de Jesús, ya había ahí un buen grupo de cristianos, que fueron objeto de la persecución y después primeros testigos del Saulo convertido.
San Juan nace de familia aristocrática, de origen árabe pero cristiana de religión.
Tenía 30 años cuando va al monasterio de San Sabas, en las cercanías de Jerusalén.
Poco después fue ordenado sacerdote y el Patriarca de Jerusalén lo escoge para predicar en el sepulcro de Jesús y otros templos. Su verbo era tal que fue apodado Chrysorrohas (río de oro), que era el nombre dado a las aguas que procedían del Antilíbano, y que hacían que un oasis en los alrededores de Damasco estuviera siempre con líquido fresco.
¿Cuál es el mérito de la doctrina del Damasceno, doctor de la Iglesia? Supo fundir, y hacer una síntesis de la doctrina de los Padres de la Iglesia, en un conjunto de gran belleza.
Su influencia llega hasta Santo Tomás y los escolásticos, adquiriendo, si es que se podía más, carácter universal.
En sus escritos – que constituyen una vastísima producción intelectual – se encuentra la refutación de muchas de las herejías que vigoraban en la época, particularmente las propagadas por los iconoclastas, movimiento en eso precursor de ciertas sectas protestantes, que manifestaba su odio al culto de las imágenes sagradas. Pero también combatió especialmente el monofisismo, doctrina errada que negaba la naturaleza humana de Nuestro Señor Jesucristo. Y también el nestorianismo, que al contrario del anterior, negaba su naturaleza divina. Bien se va viendo que San Juan Damasceno fue columna en la que Dios quiso sustentar la buena doctrina de su Iglesia.
Muere San Juan Damasceno el 4 de diciembre de 749, a los 74 años. Fue declarado doctor de la Iglesia por León XIII.
Homilías a la Virgen
También se destacan, como una de sus más bellas joyas, sus homilías sobre la Virgen. Además estas homilías tienen un carácter apologético, pues muestran como la devoción a Nuestra Señora y las verdades que la Iglesia enseña hoy sobre Ella, se enraízan en los inicios del cristianismo.
Allí en sus homilías se encuentran las semillas de varios dogmas marianos posteriores. El canta su virginidad perpetua, su maternidad divina, y es un anunciador del dogma de la Asunción, cuando dice: “Convenía que aquella que en el parto mantuvo ilibada su virginidad, conservase el cuerpo incorrupto después de la muerte. Convenía que Aquella que trajo en su seno al Creador encarnado, habitase entre los divinos tabernáculos. (…) Convenía que la Madre de Dios poseyese lo que era del Hijo, y que fuese venerada por todas las criaturas como Madre y Sierva del mismo Dios”.
Con información del artículo del P. Juan Carlos Casté, EP, en Arautos.org
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