Alma erudita e inocente, fue también blanco de las envidias.
Redacción (24/12/2022 12:05, Gaudium Press) Hoy, víspera de la Navidad del Señor, también la Iglesia conmemora a San Juan Cancio de Kety o más conocidamente San Juan de Kety, santo polaco medieval que falleció un 24 de diciembre.
Nace en 1390 en Kanty, al oeste de Cracovia, cerca Auschwitz, que en la época no era Polonia sino Silesia, algo más tendiente a Alemania, pero que al final de la vida del santo Kety fue otra vez Polonia.
Hijo de campesinos pudientes, sus padres lo enviaron a estudiar a la Universidad de Cracovia, pues ya despuntaba su aguda y especial inteligencia. Era esta una importante universidad en una ciudad cosmopolita, centro de comercio, donde hacían presencia representantes de muchos pueblos de oriente y occidente. La Universidad, que había sido fundada por Casimiro el Grande en 1364, se encontraba en amplio florecimiento.
Pronto profesor
Juan se dedicó con entusiasmo a los estudios, en los que rápido se destacó. En 1417 obtuvo el doctorado en Filosofía y poco después el de Teología. Fue después ordenado sacerdote, nombrado canónigo en Cracovia, y luego obtuvo una cátedra de teología en su alma mater. Fue un maestro ejemplar, tanto en sus deberes en la cátedra como en su comportamiento personal. Llegó a ser rector de la Universidad, y su toga morada se convirtió en el símbolo de quien llevaba el rectorado.
La envidia, ese vicio que Bossuet decía era el más extendido entre los hijos de Adán…
Pero en su camino no faltaron nunca las envidias, las intrigas, no eran pocos en la universidad los que caían en ese sucio vicio, y poco a poco se le fue aislando, no se le tenía en cuenta para ciertas funciones. Y como la parroquia de Olkusz necesitaba un párroco, se armó todo para que el Santo fuese a regirla y dejase de ser ‘incómodo’ en la Universidad. Envidia infame, que Bossuet decía era el vicio más extendido en la humanidad, tal vez porque no vivió en nuestros tiempos, donde hay muchos vicios extendidos.
Obediente el Santo, se somete a dejar los libros y las vías del pensamiento cristiano para dedicarse a la labor de dirigir sencillas ovejas, algo que hace eximiamente y con caridad. La comunidad parroquial era un caos, faltaba la instrucción religiosa y las facciones se peleaban, se odiaban. San Juan logro introducir la fe y la piedad y todo se transformó. Pero el santo parece que sufría de fuertes escrúpulos, y se le hacía dura esa vida de pastor de almas. Al final, en la Universidad les hizo falta el gran teólogo, y lo volvieron a llamar, asumiendo nuevamente su cátedra de teología en 1340.
Poco tiempo después fue nombrado profesor de religión de la familia real de Polonia.
Un hecho que es más que ilustrativo de su inocencia, es cuando en una peregrinación a Roma fue asaltado. Los ladrones lo despojan de todo, y le preguntan si tenía algo más, a lo que el santo responde que no. Ya habían partido los bandidos cuando San Juan recordó que tenía unas monedas cosidas en el forro de su manto, y les dice que en realidad se había dado cuenta que sí tenía más…
La multiplicación del alimento
Otra anécdota angélica es cuando estando en el comedor del Colegio Mayor en que vivía, vio en la puerta un pobre, que pedía limosna. Estaba acompañado en ese comedor por muchos que se interesaron en su reacción. El Santo no lo dudó, se levantó y dio toda su comida al pobre. Pero cuando regresó a su sitio, ahí estaban los platos llenos… Ese hecho milagroso fue el creador de una tradición en la Universidad: se preparaba siempre una ración para un pobre; cuando este aparecía el rector decía en latín “Pauper venit”, Viene el pobre, y todos los comensales respondían “Iesus Christus venit”, Jesucristo viene, y se le daba la comida al indigente.
Sin embargo no eran solo las funciones en la Universidad las que copaban todo su tiempo, sino que también predicaba en las iglesias, hacía limosnas, especialmente con estudiantes necesitados.
De hecho su caridad, constante, comúnmente lo reducía a él a la pobreza.
Murió de 83 años, en la vigilia de Navidad (23 de diciembre) del año 1473. Ahí, en su lecho de muerte, pronunció una bella alocución sobre la espiritualidad del sacerdote, del canónigo, del profesor universitario santo, que fue recogida y trascrita. Un maravilloso canto de cisne.
A sus funerales acudió la ciudad entera. Ya eran famosos los milagros obtenidos por su intercesión, milagros que se sucedieron después de su muerte. Se llegó a hacer un catálogo con estos.
Con información de Catholic.net
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