sábado, 07 de septiembre de 2024
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San Juan de la Cruz según Santa Teresa de Jesús

San Juan de la Cruz, insigne contemplativo, confesor y Doctor de la Iglesia, cuya festividad se celebra el 14 de diciembre, emprendió con santa Teresa de Jesús la reforma de la Orden del Carmen.

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Redacción (, Gaudium Press) Nació San Juan de la Cruz en la provincia de Ávila, España, y su primera educación tuvo lugar en Medina Del Campo, donde estudió con sacerdotes jesuitas. Sin embargo, quiso ser carmelita e ingresó en esta Orden a los 21 años, recibiendo su educación teológica en Salamanca. En 1567 fue ordenado sacerdote y celebró su primera misa.

Llamados a una vida contemplativa austera y sublime, el joven religioso pronto se decepcionó del relajamiento monástico de los conventos carmelitas.

Cuando pretendía buscar la Orden Cartuja, en la que poder ampliar los anhelos de su alma, se reunió con Santa Teresa y aceptó el desafío de impulsar la reforma del Carmelo.

Como suele suceder, el celo con el que trabajó por la observancia religiosa le valió malos tratos y difamaciones, e incluso fue encarcelado en Toledo.

Durante este período de duras pruebas, se encendió en él la llama de su poesía mística. De entonces datan los escritos célebres, como “Subida al Monte Carmelo”, Noche Oscura del Alma”, “Canto Espiritual”, “Llama Viva de Amor”, etc.

Durante más de veinte años se dedicó a una existencia llena de ascetismo y fecunda contemplación, falleciendo a la edad de 49 años, el 14 de diciembre de 1591.

Descripción de Juan de la Cruz

Santa Teresa lo consideraba “una de las almas más puras que Dios tiene en su Iglesia”, y otro de sus contemporáneos lo describe así: “Hombre de mediana estatura, de buena fisonomía, rostro serio y venerable. Su discurso fue muy agradable y su conversación fue de gran utilidad para quienes lo escuchaban. Era amigo del retiro y hablaba poco. Cuando reprendía como superior, como lo fue muchas veces, actuaba con suave severidad, exhortando con amor paternal”.

Carta de Santa Teresa de Jesús a la Madre Ana de Jesús

Me hizo gracia, hija, ver cómo se queja sin razón, porque tiene allí a mi Padre Fray Juan de la Cruz, que es un hombre celestial y divino; porque yo le digo, hija mía, que desde su partida para allí no he encontrado en toda Castilla a nadie como él, que esté tan ansioso por el camino del Cielo, y no se imagina cuánto le extraño. Mire que gran tesoro tiene en este santo. Todas las mujeres de esta casa traten y comulguen con él acerca de sus almas, y verán cuánto beneficio sacan de ello, y cómo se encontrarán muy adelantadas en todo lo que es espíritu y perfección; porque Nuestro Señor le dio gracia particular para esto.

Tenga por cierto que agradecería tener aquí a mi Padre Fray Juan de la Cruz, que es verdaderamente el padre de mi alma y uno de los que más bien me hizo con su comunicación. Hacedlo así, hijas mías, con toda confianza, porque os aseguro que la podéis tener con él como conmigo misma, y esto os dará mucha satisfacción, porque es muy espiritual y lleno de grandes experiencias y letras. Los que se habían acostumbrado a su doctrina aquí lo extrañan mucho. Dad gracias a Dios, que permitió que lo tuvieseis tan cerca. Le escribiré pidiéndote que las ayude, y sé de su gran caridad que así lo hará ofreciéndose en cualquier necesidad.

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