San Juan Houghton y otros cuatro compañeros fueron martirizados por orden del heresiarca Enrique VIII. El verdugo muestra el corazón sangrante del santo al consejero del rey.
Redacción (04/05/2024, Gaudium Press) Hoy la Iglesia celebra, entre otros santos a San Juan Houghton, Roberto Lawrence y otros tres compañeros presbíteros, mártires. Fueron ellos cinco, los primeros muertos por su fe católica bajo el reinado de Enrique VIII, heresiarca inglés, creador del cisma anglicano.
Tres de ellos, San Juan Houghton, San Roberto Lawrence y San Agustín Webster eran priores de cartujas en Inglaterra, la de Londres, la de Beauvalle y la de Axholme. San Ricardo Reynolds era de la Orden de Santa Brígida y el beato Juan Halle era párroco de la localidad de Isleworth.
San Juan Houghton nació en Essex, poco al este de Londres, pero era el superior del monasterio de los cartujos de la capital inglesa, cuando Enrique VIII proclamó su “Acta de Sucesión y Supremacía”, que obligaba a aceptar el divorcio del monarca heresiarca de Catalina de Aragón y la nueva unión con la futura asesinada Ana Bolena. El superior cartujo fue el primero en oponerse al repudio de Catalina de Aragón, por lo que fue hecho prisionero. Pero luego el prior Juan examinó el juramento que con ocasión de esa Acta se les exigía y concluyó que no atañía a su fe, por lo que realizó el juramento y fue liberado, junto al procurador de la cartuja que también había sido encarcelado. Sin embargo, su tranquilidad duraría poco.
Al final de 1534, en un nuevo decreto promulgado por Enrique VIII, ratificado por el Parlamento, se exigía a todos los súbditos de la corona renegar de la autoridad del Pontífice de Roma, y reconocer al rey como jefe de la Iglesia de Inglaterra, jefe también espiritual, bajo delito de lesa majestad. Entonces el prior reunió a los suyos y todos se declararon dispuestos a morir por la fidelidad a Roma.
Poco antes había llegado a la cartuja de Londres Roberto Lawrence y Agustín Webster, priores de las otras dos cartujas, quienes albergando un iluso deseo, y al ver que los monjes corrían peligro, fueron a visitar al vicario real Tomás Cromwell, para que intercediera junto a Enrique VIII y eximiera de este juramento a los monjes. Cromwell muy por el contrario, los arrestó y encarceló acusándolos de rebelión y traición. Una semana después se les hizo la acusación formal amenazándolos con la muerte, pero todos se mantuvieron firmes, rechazando reconocer la superioridad espiritual del heresiarca Enrique.
Habían sido hecho prisioneros por su fe en la tristemente famosa Torre de Londres. El 4 de mayo de 1535 fueron amarrados con sus esteras de dormir, y arrastrados vivos por calles pedregosas y fangosas hasta Tyburn, donde se les ejecutó.
Santo Tomás Moro contempla sus antecesores en el martirio
Santo Tomás Moro, que después los acompañaría al martirio, contempló desde su celda de prisionero la serenidad de estos primeros mártires creados por el anglicanismo.
Juan Houghton fue el primero en subir al cadalso. Narra la historia que fue sumiso con las órdenes del verdugo, y que tuvo hacia él palabras de perdón y de fe. Pero la saña del verdugo, que no era tanto de él cuanto de las órdenes del rey, fue siniestra: aún no había muerto cuando le cortaron la cuerda en la que permanecía ahorcado. El cuerpo cae por tierra y el verdugo lo abre y muestra su corazón al consejero del rey.
El último en ser martirizado fue San Ricardo Reynolds, quien animaba a sus otros compañeros a no desfallecer. Los vio ser descuartizados, que así se quería infundir terror a los ‘papistas’. Tal era el odio de la impiedad de Enrique VIII.
San Juan Reynolds recordó antes de ser muerto, arengando a la multitud, que Enrique VIII “al inicio de su gobierno reinó con sabiduría y piedad”, pero profetizó que en sus últimos años sería “conducido por las mujeres a la ruina”.
Con información de El Testigo Fiel y Catholic.net
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