Primer apologista. Durante 30 años Justino se había dedicado a estudiar filosofía. Pero su corazón seguía inquieto, hasta que un día se encontró con un anciano…
Redacción (01/06/2023 08:01, Gaudium Press) Hoy, 1 de junio, cuando se inicia el mes del Sagrado Corazón, la Iglesia celebra la vida – entre otras – de San Justino mártir, el primer apologista cristiano. Apologista es defensor de la fe, quien defiende la fe con argumentos racionales, y para ello Justino había sido preparado por Dios. Recorramos con admiración algunos hechos de su vida, y su gloriosa muerte:
De familia pagana, se dedica a estudiar filosofía
Nace Justino en Flavia Neápolis, antigua Siquem de Samaria en el siglo II de nuestra era. Su martirio ocurrió en el año 165.
Justino era un hombre de recto corazón, que estaba a la búsqueda sincera de la verdad, y especialmente a la búsqueda de la verdad sobre Dios.
Nacido en familia pagana, conoció las tesis de la filosofía estoica, la pitagórica, la aristotélica, la de los neoplatónicos. También había estudiado a los poetas, a los historiadores. Pero su corazón le decía que no había hallado la verdad plena, su espíritu estaba insatisfecho.
De los estoicos, lo aburrió su silencio sobre Dios. Un día conoció a un peripatético, pero lo escandalizó su gusto por el vil metal.
Un día, pensando en todo ello, mascullaba las tesis de Platón cuando tenía alrededor de 30 años, se retira a meditar a las orillas del mar, y allí se encuentra con un anciano (¿quién sería, de pronto un ángel, tal vez un santo?), que le dice que conocía una filosofía sobre la divinidad muchos más sabia que todo lo que él había estudiado, y lo guía hacia la Iglesia:
– Si quiere saber más de Dios, estudia la religión cristiana, le dice.
También le recomendó que pidiera al propio Dios el poder profundizar más en su conocimiento, y que se adentrara en la lectura de la Biblia.
Ya había admirado el valor de los mártires
Y así lo hizo. Pero también ya había sido tocado por la gracia, pues asistió a varios martirios de cristianos, y había quedado admirado.
Decía Justino cuando contemplaba los atroces sufrimientos que valientemente soportaban los mártires por el Señor, que ese Jesús “en el cual tanto creen, debe ser un ser muy importante, porque ningún tormento les hace dejar de creer en Él”.
“Aun en la época en que me satisfacían las enseñanzas de Platón – escribe – al ver a los cristianos arrostrar la muerte y la tortura con indomable valor, comprendía yo que era imposible que hubiesen llevado la vida criminal de que se les acusaba”, decía después de su conversión.
Lo cierto es que cuando comienza a estudiar la doctrina, las Sagradas Escrituras, Jesús lo atrapa por entero.
Pensando ciertamente en su propia experiencia de vida, Justino cree que muchos paganos se harían cristianos si por medio de una buena filosofía se les demostrase que la doctrina cristiana era la más perfecta de la Tierra. Y por ello se animó a escribir una serie de obras, principalmente sus dos “Apologías”, es decir obras en defensa de la doctrina de Jesús.
Su faceta de escritor es apenas una, pues también, y revestido con las vestimentas que distinguían a los filósofos, durante 30 años recorre diversos países, instruyendo y también polemizando con los que negaban el lugar que debe tener la doctrina de Cristo en el alma de todos los hombres.
Un día, estando en Roma, tiene una discusión con el filósofo cínico Crescencio, polémica en la cual el futuro mártir vence a este filósofo. Los malos lados de la naturaleza humana surgen entonces, y Crescencio lleno de odio decide denunciarlo ante la autoridad romana como cristiano, sabiendo que en ese momento la condición de cristiano podría conllevar la muerte, como efectivamente ocurrió.
He aquí como se relata el maravilloso diálogo entre San Justino y el alcalde que lo condena:
Alcalde: ¿Cuál es su especialidad? ¿En qué se ha especializado?
Justino: Durante mis primeros treinta años me dediqué a estudiar filosofía, historia y literatura. Pero cuando conocí la doctrina de Jesucristo me dediqué por completo a tratar de convencer a otros de que el cristianismo es la mejor religión.
Alcalde: Loco debe de estar para seguir semejante religión, siendo Ud. tan sabio.
Justino: Ignorante fui cuando no conocía esta santa religión. Pero el cristianismo me ha proporcionado la verdad que no había encontrado en ninguna otra religión.
Alcalde: ¿Y qué es lo que enseña esa religión?
Justino: La religión cristiana enseña que hay uno solo Dios y Padre de todos nosotros, que ha creado los cielos y la tierra y todo lo que existe. Y que su Hijo Jesucristo, Dios como el Padre, se ha hecho hombre por salvarnos a todos. Nuestra religión enseña que Dios está en todas partes observando a los buenos y a los malos y que pagará a cada uno según haya sido su conducta.
Alcalde: ¿Y Usted persiste en declarar públicamente que es cristiano?
Justino: Sí declaro públicamente que soy un seguidor de Jesucristo y quiero serlo hasta la muerte.
El alcalde pregunta luego a los amigos de Justino si ellos también se declaran cristianos y todos proclaman que sí, que prefieren morir antes que dejar de ser amigos de Cristo.
Alcalde: Y si yo lo mando torturar y ordeno que le corten la cabeza, Ud. que es tan elocuente y tan instruido ¿cree que se irá al cielo?
Justino: No solamente lo creo, sino que estoy totalmente seguro de que si muero por Cristo y cumplo sus mandamientos tendré la Vida Eterna y gozaré para siempre en el cielo.
Alcalde: Por última vez le mando: acérquese y ofrezca incienso a los dioses. Y si no lo hace lo mandaré a torturar atrozmente y haré que le corten la cabeza.
Justino: Ningún cristiano que sea prudente va a cometer el tremendo error de dejar su santa religión por quemar incienso a falsos dioses. Nada más honroso para mí y para mis compañeros, y nada que más deseemos, que ofrecer nuestra vida en sacrificio por proclamar el amor que sentimos por Nuestro Señor Jesucristo.
Impresionante intercambio, donde queda retratada por entero la piedad, la ciencia, la decisión de San Justino, que por lo demás no era presbítero sino laico.
Con sus respuestas San Justino había sellado su sentencia de muerte, y efectivamente, junto con otros seis cristianos fue azotado ferozmente y luego decapitado.
Algunos fieles recogieron en secreto los restos mortales de estos 7 mártires, y alabaron a Jesucristo, quien les había dado la fuerza para no renegar de Él.
Con información de EWTN y Catholic.net
Deje su Comentario