Un día, engañado por arrianos participó de una condena al gran San Atanasio. Luego reparó con creces la falta.
Redacción (05/05/2024, Gaudium Press) Hoy la Iglesia conmemora, entre otros santos, a San Máximo, obispo de Jerusalén.
Máximo, cuyo nombre original era Maximionas, fue condenado bajo la persecución del César Maximino Daya, que era emperador de Oriente, a trabajos forzados en una mina en el año 306, no sin antes haberle sido arrancado un ojo y quemado uno de sus pies con hierros candentes. Así vivió tuerto y cojo hasta el fin de sus días.
Pero Máximo pudo escapar de donde lo tenían recluido.
Tiempo después un obispo santo, San Macario de Jerusalén, lo hace obispo de una sede que estaba ocupada por un arriano, aquellos que negaban la divinidad de Jesucristo. Y como no podía ejercer su ministerio ahí, en Dióspolis, San Macario lo hace su coadjutor, con derecho a sucesión, que se hace efectiva hacia el 337.
Engañado por los arrianos firmó una condena al gran San Atanasio de Alejandría. Pero después se dio cuenta del engaño y pidió perdón.
Participó en la dedicación del Santuario del Santo Sepulcro. Inicia la construcción de la basílica del Monte Sion.
En el 341 no participa del concilio pro arriano de Antioquía, y cuando San Atanasio pasa por Palestina en el 346 lo recibe con todas las honras.
Muere como confesor, en el año de 350, después de haber sido expulsado por los arrianos de su sede.
Con información de El Pan de los Pobres
Deje su Comentario