El santo de hoy es un personaje misterioso.
Redacción (26/08/2021 08:29, Gaudium Press) A fin de localizarnos en la historia, hagamos una lectura de cómo aparece en la Sagrada Escritura la figura de Melquisedec, santo conmemorado hoy:
Melquisedec recibe la ofrenda de Abrahán y lo bendice
Cuando Abrahán regresó, después de haber derrotado a Quedorlaómer y a los reyes que estaban de su parte, el rey de Sodoma salió a recibirlo al valle de Savé, que es el valle del Rey. También Melquisedec, que era rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abrahán con estas palabras: “Que te bendiga el Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra; y alabado sea el Dios altísimo, que te hizo vencer a tus enemigos.” (Gn 14, 17 – 20).
Como vemos tal relato es uno de los más misteriosos del Antiguo Testamento. La figura de un rey-sacerdote venido de Salem, que nunca más aparecerá en la Sagrada Escritura, enciende nuestra curiosidad, y provoca el deseo de conocer mejor lo poco que podemos respecto a ese rey de Salem.
El primer dato que nos ofrece el Génesis, es que era Melquisedec el rey de una tierra llamada Salem. La tradición judaica siempre identificó Salem con Jerusalén, como vemos en el Salmo 76, 3, una identificación de Salem con Sión, la cual es la antigua colina llamada Jerusalén.
Colunga y García Cordero nos explican que Salem podría ser el diminutivo de Yerusalem, pues el Yerusalayim hebraico sería un masorético artificial, inventado por los rabinos a fin de dar más amplitud a la ciudad.
Sacerdote y rey
Con relación al nombre Melquisedec, se trata de un nombre cananeo como el de Adonisedec, rey de Jerusalén en los tiempos de Josué (Js 10,1). Melquisedec, como era costumbre entre los cananeos, era al mismo tiempo Sacerdote y Rey. [1]
En el texto bíblico es la primera vez que aparece el término Kohen, que quiere decir sacerdote. Melquisedec, como corresponde a su función sacerdotal, bendice Abrahán y da gracias a Dios por su victoria. Y Abrahán en agradecimiento y reconocimiento del sacerdocio de Melquisedec, le ofrece el diezmo.
El hecho de tener tan pocos datos con relación a este trecho del Antiguo Testamento llevó a que los exegetas sacasen de ahí bastantes enseñanzas y alegorías, teniendo la Carta de San Pablo a los Hebreos como el pináculo de tal procedimiento.
En Hebreos capítulo 7, versículos uno a tres, San Pablo afirma: “Este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió al encuentro de Abrahán cuando este regresaba de la derrota de los reyes y lo bendijo, al cual Abrahán ofreció el diezmo de todos sus despojos, es, conforme su nombre indica, primeramente ‘rey de justicia’ y, después, rey de Salem, esto es, ‘rey de paz’. Sin padre, sin madre, sin genealogía, su vida no tiene comienzo ni fin; comparable bajo todos los puntos al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”.
Superioridad del Sacerdocio de Cristo
San Pablo busca por medio de la Carta a los Hebreos mostrar la superioridad infinita entre el Sacerdocio de Nuestro Señor Jesucristo y el sacerdocio Levítico. Para esto usará la figura misteriosa de Melquisedec, haciendo medio de su didáctica intencional como nos dice Casciaro:
“Las singulares características de Melquisedec hacen de él una ‘figura’ o ‘tipo’ de Cristo. Las relaciones entre Cristo y Melquisedec son expuestas según las reglas que seguían los rabinos para explicar la Sagrada Escritura. Esto es particularmente evidente en el caso de la expresión ‘al no tener ni padre, ni madre, ni genealogía’ para indicar la eternidad de Melquisedec. Parece muy lógico que el autor recurra a la figura de Melquisedec, ya que la misteriosa mención en Gn 14, 18-20 y en el Salmo 109, 4, había despertado hace mucho el interés de los hebreos. Así por ejemplo, Filón de Alejandría entiende que Melquisedec representa alegóricamente la razón humana iluminada por la sabiduría divina. (cf. De legum alleforia, 3,49-82)
“También la literatura apócrifa identificó Melquisedec con diferentes personajes: con Sem, el hijo primogénito de Noé o con el hijo de Nir, hermano del propio Noé. Hay un elemento común en la tradición judaica que coincide de modo singular con la enseñanza de esta epístola: Melquisedec pertenece a un sacerdocio establecido por Dios en una época anterior a Moisés. El historiador judaico Flavio Josefo (años 37-100 d.C.) habla de Melquisedec como un ‘príncipe de Caná’, fundador y gran sacerdote de Jerusalén”.[2]
Otra enseñanza que la Iglesia recoge de la figura de Melquisedec -sobre todo del trecho de la Epístola de San Pablo a los Hebreos que afirma ser Melquisedec sin padre, ni madre, ni tener genealogía alguna- es sobre el estado sacerdotal, del cual proviene una entera consagración, abandonando la familia y las demás relaciones sociales. Así nos enseña el documento sobre el sacerdocio del Concilio Vaticano II:
“La figura y la vida del que es llamado a ser ministro del culto al único Dios verdadero queda traspasada por un halo y un destino de segregación que, de cierto modo, lo pone fuera y por encima de la común historia de los otros hombres: sine patre, sine matre, sine genealogia, dice San Pablo de la figura al mismo tiempo arcana y profética de Melquisedec.” [3]
Superioridad del Sacerdocio de Cristo sobre el levítico
A partir del versículo once, el Apóstol pasa a tratar más específicamente de la superioridad del sacerdocio de Cristo en contraposición al sacerdocio Levítico. Para eso hace uso del Salmo 109 resaltando la afirmación de que Jesucristo tiene un sacerdocio según el orden de Melquisedec, o sea, su ministerio no viene de una sucesión carnal.
“Es un sacerdocio no ‘según el orden de Aarón’, sino según el orden de Melquisedec. […] Quiere, pues, decir que es un sacerdocio semejante, no al de Aarón, sino al de Melquisedec o, más explícitamente, tipo Melquisedec: que tiene las características del de Melquisedec.” [4]
(Tomado de Millon Barros – Melquisedec, Prefigura de Cristo Sacerdote)
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[1] Cf COLUNGA, Alberto, O.P. ; CORDERO, Maximiliano Garcia, O.P. Bíblia Comentada I – Texto de Nácar-Colunga: Pentateuco. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1960, p.187.
[2] CASCIARO, José Maria et al. Biblia Sagrada. Braga: Edições Theologica, 1991, p. 383-384. Tomo III (Epístolas de São Paulo: Tessalonicenses, Pastorais, Epístolas aos Hebreus, Epístolas Católicas, Apocalipse).
[3] CASCIARO, José Maria et al. Biblia Sagrada. Braga: Edições Theologica, 1991, p. 386. Tomo III (Epístolas de São Paulo: Tessalonicenses, Pastorais, Epístolas aos Hebreus, Epístolas Católicas, Apocalipse).
[4] TURRADO, Lorenzo. Biblia Comentada VI: Hechos de los Apóstoles y Epístolas paulinas. Seccion Sagradas Escrituras. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1965, p. 485.
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