Debemos tener conciencia de su existencia. Y para ello, no buscar doctrinas raras, sino sencillamente recordar los datos de la fe católica.
Redacción (29/09/2020 07:55, Gaudium Press) Hoy, día de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, hablemos un poco de ángeles, seres maravillosos que pueblan el universo, y cuya existencia con frecuencia despreciamos. Por ignorancia, o porque el demonio busca y a veces consigue que no los tengamos presentes.
Es un mundo maravilloso el de los ángeles, y no necesitamos recurrir a libros raros – que muchas veces son puente hacia el contacto con demonios – para entusiasmarnos con ellos, pedir su auxilio, buscar estar en relación constante. Es simplemente recordar o profundizar en los datos que nos ofrece la doctrina católica.
El maravilloso mundo angélico
Fueron creados por Dios antes que el universo material, y para que no quedaran sin gobierno, les fue dada la autoridad sobre los astros, los elementos, y también la gran misión de auxiliar a los hombres a conseguir la salvación eterna.
Salvación… sí. Sabemos que una parte de los ángeles no pasó la prueba que Dios les puso, y por ello fueron condenados a la infelicidad total, en diferentes lugares. Pero estos, como con frecuencia ocurre con los hombres, buscan arrastrar en su desdicha a los seres humanos, a quienes envidian porque saben que están destinados a ocupar los tronos que ellos abandonaron. Y como la lucha sería muy desigual si Dios nos dejase a merced de la superior naturaleza de los ángeles caídos, en su misericordiosa providencia nos da los ángeles buenos, que nos auxilian en todas las pruebas de la vida. Son nuestros ángeles de la guarda personales, pero también existen ángeles que custodian familias, instituciones.
El poder de un ángel es muy grande, y si Dios no lo limitase en su accionar sobre los hombres, nos sentiríamos abrumados, particularmente por la acción de los demonios.
Su inteligencia es perfecta, sin duda, llegando instantáneamente a la esencia de las cosas, teniendo visiones globales perfectas, y con eso haciendo previsiones acertadísimas. La mayor inteligencia humana es primaria con relación a la inteligencia angélica. La única forma que el hombre puede alcanzar esos niveles, es cuando en su espíritu habita el don de sabiduría, lo que es ya una participación de la mente divina en la mente humana.
Los ángeles además tienen propiedad sobre la materia, pueden combinarla, transportarla, manipularla. Su acción al respecto solo está limitada por la Autoridad Divina, que a lo largo de la historia se ha servido de los ángeles para manifestar en este campo su poder, como con el ángel exterminador en Egipto, o los ángeles que custodian el paraíso, o los ángeles que mataron a soldados de ejércitos de enemigos del pueblo judío, o los de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Seres muy poderosos son los ángeles.
Los ángeles también viven de la gracia divina
A pesar de su naturaleza elevadísima, hay algo que la eleva mucho más, y de lo que también podemos participar los hombres, que es la gracia divina, misteriosa participación de la vida de Dios, a la que accedemos con el bautismo y que recuperamos con la confesión. Los ángeles buenos también viven en gracia, es más, fueron creados en gracia divina, mientras que los malos la perdieron cuando no pasaron la prueba. Son también ellos portadores de la gracia divina hacia los hombres.
Normalmente desconocemos las formas como el demonio tiene para tendernos sus trampas; recordemos que estamos lidiando con una naturaleza muy superior a la nuestra. Esa consideración, la de nuestra pequeñez, nos debe llevar a amar mucho a nuestros ángeles, porque ellos ya vencieron a los demonios, conocen sus trucos, y saben cómo hacerles frente.
Por esto, y por mucho más, para agradecer a Dios el don inmenso de habernos dado ángeles a nuestro servicio, y para honrar a la majestad divina en esos servidores suyos perfectísimos, debemos hoy honrar a los tres arcángeles que son mencionados en la Escritura, pero en su persona a todas las miríadas y miríadas que existen y que quieren unirse a nosotros en la lucha contra las potestades malignas, para hacer de esta tierra un cielo. (SCM)
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