San Raimundo, canonista, confesor, dominico, un hombre con todos los dones.
Redacción (07/01/2024, Gaudium Press) San Raimundo de Peñafort es celebrado hoy 7 de enero, pues aunque su muerte haya ocurrido un 6 de enero, para que no se sobreponga a la solemnidad de la Epifanía su fiesta se traslada hasta el 7.
De noble alcurnia nace en el Castillo de Peñafort en Cataluña, España, en 1175.
Su inteligencia es más que brillante: a los 20 años ya enseñaba filosofía en su ciudad. A los 30 años va a estudiar a la ya famosa universidad de Bolonia, donde se doctora en lo que en tiempos idos se llamaba los ‘dos derechos’, el Civil y el Canónico, y en ese claustro comienza a enseñar. Su reputación como maestro alcanza países distantes.
Con la intención explícita de llevárselo a su tierra, Mons. Berenger –obispo de Barcelona– va a Bolonia en 1219 a visitar a Raimundo. Después de no poca insistencia, consigue que regrese, donde lo hace canónigo, archidiácono, volviéndose modelo de sacerdote, consultado por muchos.
Pero el P. Raimundo deseaba un camino de mayor perfección, y recordando con añoranza su encuentro con Santo Domingo de Guzmán en Bolonia, quiso hacerse dominico, lo que al fin realizó con 47 años. Tras el santo entraron a la orden dominica varios personajes ilustres como Pedro Ruber, Raimundo de Rosannes.
Pide una fuerte penitencia
Pidió el maduro neo-fraile Raimundo a sus superiores una fuerte penitencia, con la cual expiar las que decía eran las faltas de su vida pasada, y le ordenaron que compusiese un compendio de casos de conciencia, para facilitar la labor de los confesores. San Raimundo realizó una obra magnífica, con casos protototípicos y su respectiva solución de acuerdo a la Tradición de la Iglesia, obra que fue elogiada incluso por el Papa Clemente VIII.
Pero la Providencia lo tenía destinado a Roma. El Papa Gregorio IX lo nombra Penitenciario Apostólico y le ordena realizar un trabajo monumental: debía compilar toda la ley canónica entonces en vigor. También de esta incumbencia surgió una obra magnífica, conocida como las “Decretales”, y que sirvió a la manera de Código de Derecho Canónico hasta 1918.
Superior Dominico, que pide dispensa
En 1238 fue elegido superior de los dominicos, pero deseoso de dedicarse al apostolado, obtuvo dispensa de ese cargo.
Buscando la conversión de judíos y musulmanes, creó centros para la enseñanza de sus lenguas y pidió a Santo Tomás de Aquino que escribiera una obra para facilitar la conversión, de lo que salió la insigne Suma Contra los Gentiles, monumento a la inteligencia humana.
Su esperanza de conversión de musulmanes no fue en vano, y en 1256 ya escribía a su superior acerca de la conversión de más de 10.000 árabes en España.
Sus labores apostólicas eran múltiples, intensas: ora trabajaba en la conversión de paganos sin cejar en su labor de confesor; ora instruía a los fieles con la palabra; ora obtenía limosnas para los pobres. Era un gigante.
Navegando con su escapulario de lana
Uno de sus oficios fue el de capellán del Rey Jaime de Aragón. Un día el rey quiso visitar uno de sus dominios, Mallorca, isla a 360 kilómetros de Barcelona, y deseó la compañía del fraile. En el trascurso, el Rey quiso forzar la conciencia del santo, para que él hiciese la vista gorda de su mal proceder moral. Jaime I había llevado ocultamente a una mujer, con quien mantenía ilícitas relaciones.
San Raimundo enfrentó al monarca, y le dijo que se bajaría del navío, en pleno mar. El Rey no sólo se negó a esa ‘locura’, sino que sumó una amenaza de muerte caso el santo quisiese huir. “Un rey de la tierra me cierra el paso, pero el Rey del Cielo me abrirá un camino mejor, ¡Él es mi propio camino!”, respondió el santo.
Cuando desembarcaron en la isla, el santo notó que una escolta armada le había sido agregada a su sombra. No esperaban esos soldados el portento que luego ocurriría.
En un momento, el santo les pidió a sus guardias que lo dejaran rezar por la playa; ¿qué podría hacer el sencillo fraile de raro?
Oh sorpresa mayúscula tuvieron los soldados cuando vieron al fraile extender su escapulario de lana sobre las aguas del mar. Una parte la iza con su bastón a manera de vela, y en la restante él se ubica de pie. En ese ‘velero’ milagroso recorrió en 6 horas los 360 km que lo separaban de Barcelona.
Cuando al continente llegó en alta madrugada, fue hasta su casa, y las puertas del convento inexplicablemente se abrieron. Al día siguiente se presenta al superior, y le comunica que su misión en la Corte Real estaba concluida. El superior y los hermanos solo supieron lo que había ocurrido tiempo después.
El milagro fue ocasión para la conversión del Rey, quien enterado de ese prodigio pasó a seguir con fidelidad las advertencias de San Raimundo, tanto en su vida personal cuanto en lo que concernía al gobierno del reino.
Muere San Raimundo el 6 de enero de 1275, cuando cumplía 100 años de edad. Fue canonizado por Clemente VIII en 1601. En su tumba se operan numerosos milagros.
Con información de Arautos.org
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