viernes, 22 de noviembre de 2024
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San Romualdo, primero mundano, pero cuando su padre asesinó fue hasta Dios

Romualdo, hijo de los duques de Ravena, nace en el año 950. Se refugia en el monasterio benedictino, y ahí inicia un largo y bello camino.

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Redacción (19/06/2023 07:50, Gaudium Press) San Romualdo era noble, hijo de los Duques de Ravena, en Italia. Nace en el año 950.

Siempre tuvo buen corazón, pero el ambiente mundano en el que vivía hizo que en sus primeros años se dejara llevar por las pasiones. Sin embargo, le asaltaban los remordimientos, y a veces, cuando iba a los montes a cazar, se decía a sí mismo: “Dichosos los ermitaños que se alejan del mundo a estas soledades, donde las malas costumbres y los malos ejemplos no los esclavizan”.

Un día su padre retó a duelo a un enemigo, y se llevó al hijo como testigo. En la pelea su padre mató al adversario, causando horror en Romualdo, quien escapó de la casa paterna y se internó en las montañas. Allí encontró un monasterio de benedictinos en el que fue recibido y permaneció tres años.

Tres veces fue expulsado del monasterio

Pero ocurría que los monjes de este monasterio eran relajados, no cumplidores de las normas, y por ello estaban molestos con el recién llegado, que sí comenzó a dedicarse eximiamente a la oración y a la penitencia, y por ello exigieron del superior que lo alejara del convento. Se tuvo que ir Romualdo a la soledad de una montaña, y ahí vivía su piedad.

Dios quiso que en esa situación encontrase a un monje llamado Marino, de fuerte carácter, quien hizo que el futuro Santo progresase bastante en la vía de la virtud. Marino y Romualdo empezaron a lograr importantes conversiones, como la del Dux de Venecia, que después se conocerá como San Pedro Urseolo, o la del propio padre duelista de Romualdo, el temperamental Duque de Ravena.

Sembrador de conventos

Recorrió luego Romualdo toda Italia, y la fue sembrando de conventos. Su vida seguía siendo de soledad, oración, penitencia, silencio; decía que tenía que seguir expiando sus pecados, y obteniendo gracias para la conversión de los pecadores.

Durante un tiempo, Dios permitió que el demonio lo tentase en demasía. El demonio le presentaba de manera muy viva los gozos del mundo que él había dejado, también lo tentaba con la impureza. Igualmente le presentaba imágenes horrendas, sobre todo en las noches, para que dejara su oración y penitencia. Un día, viéndose agobiado por estos ataques del maligno, exclamó: “Jesús misericordioso, ten compasión de mí”, y al instante huyó el demonio, y recobró la paz. Aprendió de experiencia propia el gran poder del hijo de las tinieblas, y cómo solo la fuerza misericordiosa del Señor nos libra de sus ataques.

Volvió Romualdo otra vez al monasterio benedictino de Ravena de donde había sido expulsado. Pero un día un rico señor le dio una buena limosna, que él destinó a otros monasterios mucho más pobres, y esto fue causa de que esta vez los monjes lo azotaran y nuevamente lo expulsaran. Pero ocurrió que pasó el emperador Otón III por Ravena, y sabiendo de la santidad del monje Romualdo, lo hizo nada más ni nada menos que abad, superior de ese monasterio. Llegó pues nuestro Santo, por tercera vez a esa casa, pero ahora como abad. Sin embargo, en determinado momento se dio cuenta que esos monjes no llegarían al grado de santidad que esperaba de religiosos suyos, pensamiento que lo hizo partir una vez más, para fundar en otra parte, y esta vez no solo un monasterio, sino una comunidad.

Fundación de los camaldulenses

Un día un señor llamado Málduli le regaló un terreno en una región bien apartada. Allí fundó la comunidad que él quería, como él la quería, que se llamó de los ‘Camaldulenses’, es decir, religiosos del Campo de Málduli. En una ocasión tuvo una visión de una escalera por medio de la cual sus camaldulenses subían al cielo, vestidos de blanco, y esto hizo que cambiase el hábito negro de sus religiosos por un hábito blanco.

San Romualdo

Desde el año 1012 hay monasterios de camaldulenses en diversos lugares del globo, observando total silencio, dedicados fundamentalmente a la oración y a la meditación.

Ya en vida San Romualdo operó numerosos milagros. Pero siempre buscaba la discreción en ello, ofreciendo toda la gloria a Dios.

Como a muchos santos, le atraía poderosamente a San Romualdo derramar la sangre por Cristo en el martirio, y por eso quiso ir a Hungría, en ese tiempo tierra de misión, donde muy probablemente encontraría la muerte por amor de Jesús. Pero cada vez que quería emprender el viaje se enfermaba, por lo que entendió que la voluntad de Dios era que se santificara con sus monjes, nutriendo cada vez más el carisma camaldulense.

Profetizó su muerte con 20 años de antecedencia. Muere San Romualdo en el año 1027, en su celda de oración y penitencia. Se cuenta que en sus últimos años más parecía vivir en el cielo que en la tierra.

Con información de EWTN

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