Llegó a ser capitán en la guardia pretoriana, la encargada de la escolta del Emperador.
Redacción (20/01/2022 07:51, Gaudium Press) San Sebastián era de Narbona, pero se radicó en Milán. Entro luego al servicio de las armas.
Como excelente militar, llegó a ser capitán en la guardia pretoriana, la encargada de la escolta del Emperador.
El propio monarca le tenía en aprecio, aunque desconocía su cualidad de cristiano.
Evidentemente el santo no participaba en sacrificios idolátricos; además propagaba la fe cristiana, y sostenía a los cristianos encarcelados por Cristo.
Denunciado ante el Emperador
Fue denunciado como cristiano ante el emperador Maximino, que le dio a escoger entre ser su soldado o serlo de Jesús. San Sebastián siguió firme el camino del Señor, el Rey de Reyes.
Por esto el Emperador lo condenó a morir bajo una lluvia de saetas. Pero aunque los soldados cumplieron su cometido, y lo dieron por muerto, San Sebastián no murió, sino que fue llevado adonde una noble cristiana llamada Irene, que lo escondió y lo curó.
Ya restablecido, San Sebastián un día se presentó ante el Emperador, y le reprochó la conducta que seguía contra los cristianos.
Maximino esta vez fue más meticuloso en sus órdenes y en su deseo de matar al santo. Mandó que lo azotaran hasta la muerte, y los soldados después de cumplir con la inicua sentencia, tiraron el cuerpo del santo a un lodazal.
Ahí los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la catacumba que lleva el nombre de San Sebastián.
Con información de Aciprensa
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