Noble aventurero, cruzado y redentor, su vida de fe y sacrificio culminó en un martirio heroico en Argelia, dejando un legado de valentía y devoción.
Redacción (20/02/2025 08:35, Gaudium Press) Hoy la Iglesia conmemora a San Serapión, también conocido como Serapio de Argel, un santo cuya vida estuvo marcada por la aventura, el servicio a los demás y el martirio. Nacido en Inglaterra, San Serapión dedicó su vida a rescatar a cristianos cautivos, especialmente aquellos prisioneros en manos de musulmanes, como miembro de la Orden de la Merced.
Había sido un noble aventurero en la corte de Enrique II. Acompañó a su padre en la Tercera Cruzada cuando aún era solo un niño. Sin embargo, durante el viaje de regreso a Inglaterra, el barco en el que viajaban naufragó cerca de Venecia, obligándolos a continuar su camino por tierra.
En esa época los caminos no eran seguros, fueron capturados por el príncipe Leopoldo de Austria. Aunque el rey y su padre fueron liberados, él quedó como rehén. Su carácter bondadoso impresionó al príncipe, quien lo tomó a su servicio.
Estuvo a punto de participar junto a Leopoldo de en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), pero la resistencia de los albigenses en el sur de Francia les impidió llegar a tiempo para unirse a las tropas cristianas. A pesar de ello, permaneció al servicio de Alfonso de Castilla hasta la muerte de este monarca.
Más tarde, se unió a Leopoldo de Austria en la Quinta Cruzada en 1217. En 1221, acompañó a Beatriz de Suabia, quien iba a contraer matrimonio con Fernando III el Santo. Durante este viaje, conoció a San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de la Merced en 1218, y decidió dedicar su vida a la religión.
Junto a San Ramón Nonato, realizó su primera redención en 1229 en Argelia, liberando a prisioneros cristianos a cambio de su propio sacrificio. Para 1240, había llevado a cabo 87 rescates en Argelia, donde se ofreció como rehén para permitir la liberación de otros cristianos cautivos. Sin embargo, los musulmanes, cansados de su predicación y de las conversiones que inspiraba, lo capturaron y lo sometieron a un cruel martirio. Lo ataron a una cruz de San Andrés (en forma de «X»), lo torturaron, le rompieron todas las articulaciones, le extrajeron las vísceras y lo envolvieron con ellas. Finalmente, le cortaron la cabeza, consumando su martirio el 14 de noviembre de 1240.
Con información de El Testigo
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