Muere mártir bajo la persecución de Diocleciano.
Redacción (06/11/2022 09:44, Gaudium Press) San Severo, obispo de Barcelona, fue regente de esa sede por el año 300.
No se conoce nada sobre su nacimiento e infancia. Las primeras fuentes son las actas de su martirio, redactadas a mediados del S. IV.
Se sabe que fue un pastor ejemplar, entregado con celo al cuidado de su rebaño.
Eran las épocas de la terrible persecución a los cristianos de Diocleciano emperador, que tenía como esbirro para Barcelona al presidente Daciano, quien busca hacer sufrir a las cabezas visibles de la Iglesia para que todos los seguidores de Jesús escarmienten.
San Severo era consciente que la persecución venía sin piedad y piensa en esconderse para seguir guiando su grey desde la clandestinidad. Siguiendo ese pensamiento se va a Castro Octaviano, al otro lado de la montaña.
Se cuenta que tras las huellas del obispo los soldado llegar a las tierras de Emeterio, que había sido visitado por San Severo, cuya presencia había hecho florecer rápidamente unas habas sembradas. Los soldados le preguntan a Emeterio si había visto a Severo, y él para no faltar a la verdad pero para confundir a los soldados, les dice que sí, cuando estaba sembrando las habas, es decir, hacía mucho tiempo. Sin embargo, los soldados descubren el intento de burlarlos y luego llevan preso también a Emeterio ante la autoridad romana.
Pero después de que los sabuesos de Daciano le siguen el rastro, es apresado junto a algunos de sus sacerdotes. En lo que hoy es San Cugat, a los presbíteros se les decapita, también con la intención de hacer tambalear en su fe al obispo Severo, al que además se le tortura, y azota con látigos de puntas de plomo.
Al final, desesperados los verdugos con la resistencia del santo, uno coloca un clavo en su cabeza y otro da un mazazo al clavo, llevando así al obispo al cielo.
Las reliquias de San Severo se encuentran hoy en la catedral de Barcelona.
(Con información de la diócesis de Córdoba y de la Archidiócesis de Madrid)
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