Hoy, último día del año, la Iglesia conmemora a San Silvestre I. Este santo fue el Papa que, habiendo vivido en tiempos de Constantino, se encargó de presidir la transformación de la Iglesia, que pasó de ser perseguida a ser reina, abandonando las catacumbas y llegando a ocupar palacios.
Redacción (31/12/2024 08:18, Gaudium Press) Silvestre I, era un romano, hijo de Rufino, de una familia opulenta y muy respetada en Roma. Desde temprana edad fue educado por el sacerdote Cirino, cuya doctrina y virtudes fueron imitadas por Silvestre.
Fue elegido Pontífice a la muerte de San Milcíades, en el año 314.
Su pontificado comenzó un año después del Edicto de Milán, que puso fin a la sangrienta y gloriosa era de persecución de la naciente Iglesia. Por medio de ese documento, el emperador Constantino concedió la libertad de culto a los cristianos, permitiendo a Silvestre gobernar finalmente una Iglesia en paz.
Fue un gobierno “de aurora”, pero no sin luchas, porque en esta vida no hay nada sin luchas, mucho menos la vida de un Papa y de un santo Papa.
El Papa del Concilio de Nicea
En el año 325 se reunió en Nicea, en Bitinia, el Concilio que condenó las herejías de Arrio, lo que representó un gran momento en la historia de la Iglesia. Recordemos que el arrianismo predicaba que Cristo no era Hijo de Dios, es decir, que el Hijo encarnado no era consustancial al Padre Eterno, negando así la naturaleza divina de Cristo.
El hecho de que el Concilio de Nicea afirmara la verdadera doctrina, contra un arrianismo que era realmente un peligro y que estaba muy extendido, fue una gran victoria para la Iglesia, y San Silvestre era el Papa de aquellos tiempos.
Quizás fue a San Silvestre y no a San Milcíades a quien el emperador Constantino cedió el palacio de Letrán, que fue sede del Papado durante muchos siglos.
Como sabemos, el Palacio de Letrán, hasta el día de hoy sede de la catedral de Roma, fue la primera iglesia del mundo: “Omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et caput” (madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad de Roma y de toda la tierra). Pero lo que es absolutamente cierto es que, durante el gobierno del Papa Silvestre, se construyeron las primeras iglesias, como la de San Pedro, la de San Lorenzo extramuros y la de la Santa Cruz.
Fue pues él, el Pontífice que acompañó la salida de la Iglesia de las catacumbas como un sol naciente. Bajo su dirección e inspiración se inició la obra por la que la Iglesia fue siendo cercada de lujo y esplendor, que reparó los años de miseria inmerecida que ella sufrió en las catacumbas.
El Papa San Silvestre I, después de haber gobernado la Iglesia de Dios durante veintidós años, murió el 31 de diciembre del año 335.
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