San Vicente Ferrer es de esos seres que son como si viniesen de la eternidad y paseasen unos días por esta Tierra.
Redacción (05/04/2022 09:14, Gaudium Press) San Vicente Ferrer nace en Valencia, España, en 1357, de padres bien católicos.
Desde chico sus capacidades intelectuales excepcionales saltaban a la vista. Los padres consiguen que estudie filosofía y teología muy joven, antes de los 18 años. Esta capacidad de estudio la combina con numerosas prácticas de piedad.
Cuando tenía esta edad, 18, entra a la orden de Santo Domingo, los canes de Dios. Seis años después ya enseñaba filosofía a los religiosos de esta comunidad.
Dios permitió que sufriera fuertes tentaciones contra la castidad que él yuguló con oración y mortificación. El demonio también buscaba entrar por esa vía. Un día una mujer simula una enfermedad; cuando el santo va a asistirla con sacramentos, le hace propuestas indecorosas. San Vicente sale del lugar y, en un hecho que se ha repetido a lo largo de los siglos, la mujer lo acusa falsamente.
Ocurrió que contrario a lo que pasó muchas veces, nadie le creyó a esta mala mujer, que luego le pidió perdón al santo. San Vicente, rebosante de caridad, la curó de un mal oculto que Dios le había enviado por causa de sus pecados.
Fue un gran misionero. Predicó en Francia, Italia, Inglaterra, en España por supuesto.
El Cardenal Pedro de Luna, anti-Papa Benedicto XIII, le tenía en alta estima. San Vicente fuertemente influía en él para que abandonase la dignidad pontificia y así reconducir a la Iglesia a la unidad durante el cisma de Avignon.
Convirtió mucha gente, hizo muchos milagros. Las gentes eran ávidas de sus predicaciones, y acudían en masa a verlo.
Milagros en sus predicaciones
Cuando predicaba con presencia de muchas personas, ocurría algo milagroso y era que todos le escuchaban como si el santo estuviese a su lado. Y además ocurría que hablando en su propia lengua, todos, personas de diferentes idiomas, le entendían: era el don de lenguas, que el Santo poseía. En la diócesis de Viech renovó el milagro de la multiplicación de los panes. En Salamanca, con su palabra devolvió un muerto a la vida.
Ocurrió que había una mujer judía que seguía sus predicaciones, pero en una mezcla de atracción y murmuración en contra. En una ocasión no pudo ocultar su furia contra las palabras del santo, y salió de la iglesia hablando en voz alta contra lo que había escuchado de San Vicente. El santo ordenó que le abrieran paso y cuando estaba en el pórtico, este cayó sobre ella y la mató. El santo dice entonces: “Mujer, en nombre de Cristo, vuelve a la vida”, la mujer resucita y se convierte a la Iglesia.
Siempre fiel a sus votos religiosos, vivía siempre austero.
Murió el 5 de abril de 1419, cuando tenía 62 años.
Las gentes lo llamaban el ángel de apocalipsis, pero es que una vez él mismo se identificó con este ángel (Ap 14, 6-7), en marzo de 1412. De hecho, el prof. Plinio Corrêa de Oliveira decía que él había sido el ‘ángel’ enviado por Dios para anunciar al mundo las calamidades que vendrían tras el abandono de la vida cristiana que había en la cristiandad medieval.
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