San Vicente nace en el popular y romano barrio de San Lorenzo in Damaso a finales del S XVIII.
Redacción (22/01/2024, Gaudium Press) San Vicente Pallotti, uno de los varios santos que la Iglesia conmemora hoy, nace en el popular y romano barrio de San Lorenzo in Damaso a finales del S XVIII.
Diez eran los hijos de Pedro Paulo Pallotti, que gozaban de un hogar donde la actividad comercial del padre ofrecía una vida digna y estable. La madre, María Magdalena, instruía con seriedad y piedad a los hijos en la fe católica. San Vicente la acompañaba regularmente a la iglesia.
La mamá, solícita como debe ser una madre católica, percibió que Vicente no era de gran inteligencia. Por lo que junto con el niño, hizo una novena al Espíritu Santo, y después de eso, y con sorpresa de todos, el intelecto del niño se mostró brillante. Tenía también muy buena memoria.
Inclinado así a los estudios, y especialmente a los estudios que tuvieran que ver con la religión, se encantó con el aspecto de infinitud de Dios. Ese gusto definió su acción, que era la de glorificar a Dios en sus infinitos atributos, contando con el auxilio de la gracia para suplir la limitación de la naturaleza humana.
Ese deseo de glorificación de Dios en su grandeza infinita, lo movió también al apostolado, pues quería que todos glorificaran al Creador.
Es ordenado sacerdote el 16 de mayo de 1818, en el clero secular.
Docente al inicio
Los 10 primeros años de sacerdote los dedicó a la docencia, pero después de este período se entregó de lleno al apostolado. Particularmente en la dirección espiritual.
Fue hecho director espiritual del Seminario romano en 1827, y de la Propaganda Fide en 1835. Era celoso pastor y guía de sus dirigidos, quienes pronto percibieron que estaban ante algo más que un buen sacerdote.
Empezó a la gente a sospechar, con razón, que poseía una alta vida mística. Un día le dijo a un joven que se confesase pronto. El joven le respondió que lo haría otro día. El P. Vicente le insistió y gracias a Dios escuchó su invitación, pues el chico murió la madrugada siguiente.
Fue favorecido con los carismas de profecía y discernimiento de espíritus, veía cosas a futuro y penetraba las conciencias.
A su hermano, Salvatore, le dijo un cierto día: “Dios le dio tres años más de vida”, lo que se cumplió con exactitud. Cuando murió consoló a sus deudos diciéndoles: “La bienaventurada Virgen María, en cuya honra Salvatore por muchos años ayunó a pan y agua todos los sábados, no se olvidó de él”.
Los enfermos le cogieron respeto por un cierto código que usaba, tal vez inadvertidamente. Cuando les decía “Debemos resignarnos a la voluntad de Dios”, los enfermos morían; cuando les decía “Tenga fe en la Virgen”, los enfermos se recuperaban. Nunca falló…
Su ángel de la guarda lo protegía eficazmente. Caminaba bajo la lluvia sin mojarse. Una vez, un secuaz del impío Garibaldi lo baleó, pero el tiro no le causó daño. Las gentes comenzaron a decir: “Ese es el santo…”
Creó cofradías, asistía a los pobres, atendió innúmeros moribundos.
Un día un misionero le pidió que colaborase en una edición en lengua árabe de las Máximas Eternas de San Alfonso María de Ligorio. Como no tenía dinero, pidió el P. Vicente a unos laicos que golpeasen de puerta en puerta pidiendo una donación “en nombre de Jesús Crucificado”. El resultado fue sorprendente,y con ello vislumbró que los laicos cumplirían gran papel en el apostolado de la Iglesia. Con esa intuición en el alma, fundó el 14 de abril de 1835 la Sociedad del Apostolado Católico, que buscaba unir esfuerzos entre clérigos y laicos. Los sacerdotes asistían espiritualmente al grupo y los laicos se entregaban a múltiples obras de apostolado.
Muere joven, a los 54 años, el 22 de enero de 1850. Pero el Santo estaba alegre de ir pronto a Dios.
(Con información del artículo “São Vicente Pallotti: Propulsor do apostolado leigo”, de autoría de la Hna. Carmela Werner EP, in Arautos.org)
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