Quien la haya visto nacer en familia pobre y pagana, en Daprasano, Nicomedia, no imaginaría que esta dulce niña estaría destinada a ser tan gran señora.
Redacción (18/08/2021 09:13, Gaudium Press) Santa Elena, otra de las grandes mujeres en la historia de la Iglesia, es la santa que conmemoramos hoy.
Pero quien la haya visto nacer en familia pobre y pagana, en Daprasano, Nicomedia –en lo que hoy es Turquía– no imaginaría que esta dulce niña estaría destinada a ser tan gran señora.
Niña de grandes dotes naturales
Sin embargo, esta niña tenía grandes notes naturales, y nobleza de corazón. De ella se enamora Constancio, general de los ejércitos romanos y prefecto del pretorio, en la época del emperador Maximiano. De esta unión nace Constantino, el 27 de febrero del 274, que sería el gran emperador de la libertad del cristianismo.
Para que Constancio se casase con la hija de Maximiano, Santa Elena fue repudiada. El deseo de escalar de su marido pudo con los deberes que ya tenía. Pero lo que más le dolió a Elena fue ver que su hijo Constantino era llevado por Constancio para ser educado en el palacio.
Cuando muere Constancio, Constantino se lleva a su madre a vivir con él a la corte de Tréveris. Todavía no se sabe si para este momento Santa Elena ya era cristiana. De esto solo hay certeza cuando antes de la batalla del Puente Milvio contra Magencio, Constantino vio el signo del cristianismo sobre el sol, y la frase “con este signo vencerás”.
Al principio Constantino no entendió el signo, pero según cuenta Eusebio de Cesarea, el biógrafo de Constantino, en la noche siguiente tuvo un sueño en el que vio a Cristo explicándole que debía usar ese signo contra sus enemigos. Al vencer Constantino esta batalla quedó como único emperador, en el año 312.
Constantino cultivó la admiración por su madre, quien mucho influyó en él
Aunque no recibió el bautismo sino hasta su muerte, la admiración de Constantino por su madre era muy real y muy fuerte y lo seguía acercando al cristianismo. La influencia de Santa Elena ciertamente se hizo notoria en la proclamación del Edicto de Milán, que terminaba de manera oficial la persecución contra el cristianismo. Y seguramente también en otros edictos que iban restringiendo los cultos paganos.
Es impresionante ver que cuando el imperio romano, por así decir, recibía el bautismo, Dios haya querido que la madre del emperador fuese una santa, y que ella trasmitiese a su hijo con su ejemplo y palabras la grandeza de la religión de Cristo, que debía ser protegida por el Estado. Por lo demás, Constantino permite que su madre erija iglesias, fomente la piedad. Acuña en su honor una moneda, la hace Augusta, título que se le daba solo a las esposas de los emperadores, pero que esta vez le cupo a la gran madre de uno.
Viaje a Tierra Santa
Ya se encontraba Santa Elena con su hijo Constantino en la nueva capital del imperio, Bizancio, cuando –siendo anciana– organiza una expedición a Tierra Santa por la que tiene especial ternura. El viaje no puede tener más elementos míticos y de poesía: la gran dama del Imperio va con toda una corte hasta las lejanas y pobres tierras donde vivió pobre el Hijo de Dios.
Su viaje no era propiamente lo que hoy se conoce como turismo, sino era un piadoso viaje, una peregrinación, con el explícito y principal deseo de hallar la verdadera cruz de Cristo, el gran símbolo y reliquia de los cristianos.
Después de una investigación sin fruto, un tal Judas, judío, revela a los agentes de la Dama, que las tres cruces del Calvario habían sido arrojadas a un pozo, y luego cubiertas con tierra.
La pista es seguida, se excava y sí, se encuentran las tres cruces. Pero ¿cómo saber cuál es la de Cristo? Se dice que el obispo Demetrio sugirió la idea de colocar sobre las tres a una cristiana moribunda, para que el Señor mostrase su verdad. Y en una de las cruces la moribunda recuperó enteramente y milagrosamente la salud.
Santa Elena mandó a hacer tres partes de la cruz: una fue a Constantinopla, otra a Roma y la tercera quedó en Jerusalén.
Muere Santa Elena en fecha y lugar desconocidos.
Constantino decide que sus restos se trasladen hasta Roma, donde parte de ellos se encuentran en la iglesia de Ara Coeli, iglesia dedicada a Santa Elena.
Con información de Catholic.net
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