La fundadora de las benedictinas era hermana de San Benito tanto en la carne como en el espíritu.
Santa Escolástica, monasterio benedictino de San Cugat, Barcelona
Redacción (10/02/2025 08:17, Gaudium Press) Santa Escolástica era la hermana del Patriarca de Occidente San Benito: dos almas hermanadas en la carne, pero también en la santidad. Alma inocente, no se conocen muchos datos de ella.
Nace Escolástica en Nursia, al pie de los montes Apeninos, en el año 480.
Su familia, de alta alcurnia, brindó a los gemelos una excelente educación, particularmente en lo referente a la fe.
Cuando mueren los padres, ella busca un mayor recogimiento, y después de que su hermano deja el desierto del Subiaco y funda el monasterio de Montecasino, la hermana gemela distribuye todos sus haberes a los pobres. Después va con una criada a la búsqueda de Benito, pidiéndole que fuese su padre espiritual. San Benito, que ya reconocía la virtud de su hermana, mandó que se le construyera una casita, a ella y a la criada, y le prescribió la misma regla que a sus monjes.
La fama de Escolástica atrajo a otras jóvenes, que se colocaron bajo su dirección y la de San Benito. Nacieron así las benedictinas, orden que llegó a tener 14.000 monasterios.
Una vez por año, antes de la Cuaresma, los dos hermanos se encontraban para conversar de cosas de Dios, una conversación sublime.
El último encuentro, después una paloma voló
San Gregorio Magno, Papa, narra el último encuentro que tuvo Benito con su hermana Escolástica.
Era el primer jueves de la Cuaresma del 547. San Benito fue a estar con su hermana en la casita de costumbre. Pasaron todo el día hablando de Dios. Al atardecer, se levantó San Benito decidido a regresar a su monasterio, para volver hasta el próximo año.
Presintiendo que pronto moriría, Santa Escolástica pidió al hermano que pasasen allí la noche y no interrumpiesen tan bendecida convivencia, a lo que el hermano respondió:
– ¿Qué dices? ¿No sabes que no puedo pasar la noche fuera de la clausura del convento?
Escolástica nada dijo. Apenas bajó la cabeza y, en la inocencia de su corazón, pidió a Dios que le concediese la gracia de estar un poco más con su hermano y padre espiritual, a quien tanto amaba. En el mismo instante el cielo se nubló. Rayos y truenos llenaron el firmamento de luz y estruendos. La lluvia comenzó a caer torrencialmente. Era imposible subir a Monte Casino en aquellas condiciones. Escolástica apenas preguntó a su hermano:
–¿Entonces, no vas a salir? San Benito, percibiendo lo que había pasado, le preguntó:
–¿Qué hiciste, hermana mía? Dios te perdone por eso…
–Yo te pedí y no quisiste atenderme. Pedí a Dios y Él me oyó – respondió la cándida virgen.
Pasaron aquella noche en santa convivencia, pudiendo el santo fundador regresar a su monasterio apenas al otro día por la mañana.
De hecho, tres días después moría Santa Escolástica. San Benito vio, desde la ventana de su cuarto, el alma de su hermana subir al cielo bajo la forma de una blanca paloma, símbolo de la inocencia que ella siempre tuvo.
El Patriarca de Occidente llevó el cuerpo a su monasterio y ahí lo enterró en la tumba que había preparado para sí mismo. Algunos meses más tarde también fallecía San Benito.
Quedaron así, los dos hermanos, unidos en la muerte, aquellos que en la vida terrenal se habían unido por la vocación.
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