Primero quisieron intimidarla con la muerte. Después el gobernador la llevó a un lupanar, pero Dios cegó a sus perseguidores.
Redacción (21/01/2022 09:02, Gaudium Press) Hoy la Iglesia celebra la Memoria de Santa Inés, virgen y mártir, una santa muy querida y recordada, que ofreció su sangre por amor a Cristo siendo aún adolescente.
Probablemente fue martirizada al inicio de la persecución de Diocleciano, que publicó sus edictos persecutorios en el año 303.
San Ambrosio y San Agustín afirman que ella tenía solo 13 años cuando enfrentó el martirio, con la gracia de Dios.
Era una niña hermosa, y tenía no pocos pretendientes entre los jóvenes patricios romanos. Pero esta niña había consagrado su virginidad a Cristo, y rechazaba las solicitaciones del mundo.
Y por ello, fue denunciada como cristiana al gobernador. El juez quiso hacerla cejar de su empeño de virginidad y de su fe, primero con halagos, con palabras melosas. Pero Santa Inés permaneció inconmovible, y entonces el juez quiso usar de amenazas, que normalmente vencerían la fragilidad de una niña tan joven.
Pero no sabía el juez que se estaba deparando con la fortaleza de Cristo bajo el ropaje de la candidez y la fragilidad, y así Inés manifestó que estaba dispuesta a enfrentar la muerte por amor de su Divino Esposo.
Ocurren los milagros
Entonces el juez hizo que desplegaran ante ella los instrumentos de tortura, que tampoco la intimidaron. Por ello ordenó que se la llevase forzada delante de los ídolos, para obligarla a quemarles incienso. Pero ocurrió algo milagroso, los verdugos no lograban mover sus manos, solo se podía con ellas hacer la señal de la Cruz.
Entonces el odio se dirigió hacia la virtud de la joven. El gobernador la amenaza con llevarla a una casa de prostitución, donde quedaría expuesta a la licenciosa vida subterránea romana. A esta amenaza la santa respondió con la confianza, diciendo que Jesucristo velaría por ella, por su pureza.
“Puedes manchar tu espada con mi sangre, pero jamás podrás profanar mi cuerpo consagrado a Cristo”, le dijo la niña.
El gobernador dio orden de llevarla a la casa perdida, y que fuera violentada por quien quisiera, pero la luz de su pureza produjo en todos tanto terror, que no quisieron acercársele, salvo uno, que fue cegado por una misteriosa luz celeste, y que cayó en tierra tembloroso. Cristo atendía los ruegos de la santa.
El gobernador ante tales manifestaciones de la divinidad, fue más presa de su odio satánico, y ordenó que la matasen.
La noticia del martirio alegró a la santa.
Su cuerpo fue sepultado a corta distancia de Roma, en la Vía Nomentana. En ese sitio la hija de Constantino erigió una basílica en su honor, en el año 354.
A inicios del S. XX fue encontrado una parte de lo que se cree era el cráneo de la santa en el “Sancta Santorum” de la basílica de Letrán. Exámenes médicos confirman que se trataba del cráneo de una niña de 13 años.
Se la representa con un cordero, probablemente por la cercanía de su nombre ‘Agnes’, con el del cordero, ‘Agnus’. En la basílica de Santa Inés el día de ella se ofrecen dos corderos, que son alimentados hasta cuando se usa su lana para tejer los palios que se envían a los obispos metropolitanos de Occidente, como señal de que su jurisdicción depende de Roma.
Con información de El Testigo Fiel.
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