miércoles, 26 de junio de 2024
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Santa Lutgarda, conversaba familiarmente con Cristo, y le pedía que la esperara que ya volvía

Santa Lutgarda, otra fina flor de la Edad Media. De joven fue un tanto mundana.

Santa Lutgarda

Redacción (16/06/2024, Gaudium Press) Santa Lutgarda, una de los santos que la Iglesia conmemora hoy, nace en Tongres, Holanda, en 1182.

Como era costumbre en ciertas familias de la época, fue encomendada como pensionista (podía entrar y salir del convento a su voluntad) a las monjas benedictinas de Saint-Trond a la edad de 12 años. Pero –por si alguien albergaba alguna esperanza en esa línea– no parecía que tuviese vocación, dado su gusto por las ropas elegantes, las visitas a amigos y amigas, y las diversiones, en esa época inocentes.

Sin embargo un día, en plena conversación con una de sus amistades, se le muestra Jesucristo con sus heridas, reclamándole que le amase solo a Él. El corazón recto de Lutgarda le responde que lo acepta desde entonces como su Prometido Celestial, y esta mujer, abandonando las preocupaciones del mundo, se mantiene fiel a esa promesa hasta el fin de la vida.

Familiaridad en el trato con Jesucristo

Algunas monjas vaticinaron que su resolución no duraría, con lo que se equivocaron. La devoción con que vivía le permitió ver frecuentemente a Jesús con sus ojos corporales, y hablaba con Él de forma muy frecuente. A veces, conversando con el Señor le llegaba una incumbencia, y entonces decía al Rey de Cielos y Tierra con una familiaridad que encanta: “Aguárdame aquí, mi Señor, volveré tan pronto como termine esta tarea”.

Los fenómenos místicos se comenzaron a suceder en presencia de otros: En sus éxtasis se elevaba a menudo un palmo del suelo, o irradiaba de su cabeza una singular luz. Vio también a Santa Catalina, patrona de su convento; otra vez vio a San Juan Evangelista bajo la figura de un águila.

Compartió de forma mística el sufrimiento del Salvador, cuando meditaba en su Pasión; a veces aparecían sobre su frente y cabellos minúsculas gotas de sangre.

Intercedía por todos

Su generoso corazón sentía como propios los dolores de todos; intercedía ardientemente por los otros, y pedía a Dios que antes le quitara la vida que rehusar su misericordia al alma por la que estaba suplicando.

Después de 12 años de vivir en el convento de Santa Catalina, sintió la vocación de seguir una regla más estricta como era la de las monjas cistercienses. Entró entonces al Císter en Aywiéres. Un día se reventó una de sus venas y tuvo una fuerte hemorragia, cuando ofrecía su vida a Dios; entonces le fue revelado que esa efusión de sangre se aceptaba en el cielo como un martirio.

Le dio el Señor el poder de curar enfermedades, de profecía y discernimiento de las Sagradas Escrituras. Su intercesión por alguien, casi que alcanzaba indefectiblemente la conversión.

11 años antes de morir perdió la vista, y recibió este dolor con regocijo, como ocasión para desprenderse de este mundo.

Santa Lutgarda muere el 16 de junio de 1246.

Con información de El Testigo Fiel

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