Cuenta el evangelio de San Juan que después del Sábado Santo María Magdalena había ido al sepulcro, lo había encontrado sin el cuerpo del Señor y se había puesto a llorar.
Redacción (22/07/2021 07:41, Gaudium Press) Hoy conmemoramos a Santa María Magdalena, aquella que anunció a los apóstoles la resurrección del Señor. Cuenta el evangelio de San Juan que después del Sábado Santo María Magdalena había ido al sepulcro, lo había encontrado sin el cuerpo del Señor y se había puesto a llorar. Dos ángeles, vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, le preguntaron por qué lloraba, a lo que ella respondió que era porque se habían llevado a su Señor.
Pero entonces dirigió su mirada hacia atrás y vio a un hombre que creyó que era el hortelano. Este hombre también le preguntó por qué lloraba, y la Magdalena le dice que si él se lo ha llevado le diga donde ha puesto el cuerpo.
Jesús la envía a anunciar su resurrección
En ese momento Jesús, que era el hortelano, le dice “María”; ella lo reconoce y va hasta Él. Jesús le ordena que lo deje de tocar, pues aún no ha subido al Padre, y le manda que avise a los discípulos de su resurrección y otras “cosas que le dijo”.
Es pues la Magdalena la primera de la que las Escrituras registran que vio a Jesús resurrecto, aunque son muchas las tradiciones que indican que a la primera que se apareció fue a su Madre la Virgen.
Los evangelios nos hablan de tres Marías que la tradición occidental, desde la época de San Gregorio Magno, ha identificado con una sola persona: María Magdalena la pecadora (Lc 7, 37-50), María Magdalena una de las que seguía al Señor y quien lo vio resurrecto por vez primera (Jn 20, 10-18), y María de Betania la hermana de Lázaro (Lc 10, 38-42).
Aunque algunos afirmen que la tradición post-conciliar distingue a los tres personajes de arriba, tenemos que Benedicto XVI en el 2006 sigue hablando de la curación que obró Jesús en el alma de esta discípula, y que desde la humildad de la debilidad le pide ayuda, transformándola en gran apóstol: “La historia de María de Magdala recuerda a todos una verdad fundamental: discípulo de Cristo es quien, en la experiencia de la debilidad humana, ha tenido la humildad de pedirle ayuda, ha sido curado por él, y le ha seguido de cerca, convirtiéndose en testigo de la potencia de su amor misericordioso, que es más fuerte que el pecado y la muerte”.
Era ella un alma admirativa, capaz de contemplar. Después de que se dedicó enteramente al servicio del Señor, seguramente su contemplación era sobre todo la figura divina del Salvador, y en esa contemplación su amor crecía, su alma se iluminaba aún más. Seguramente ella realizaba también la labor encomendada a las Santas Mujeres, pero ella ciertamente seguiría escogiendo “la mejor parte”, (Cfr. Luc 10, 38-42) es decir la admiración contemplativa del Señor.
Inclusive aunque pecadora y antes de su conversión plena, su amor por el Señor ya le hacía intuir al Mesías de Dios:
“Un fariseo invitó a Jesús a que fuera a comer con él. Jesús entró en su casa y se sentó a la mesa. Una mujer pecadora de la ciudad, cuando supo que estaba a la mesa en la casa del fariseo, trajo un jarrón de alabastro lleno de perfume, y, estando a sus pies, detrás de él, comenzó a llorar. Poco después sus lágrimas bañaban los pies del Señor, y los secó con sus cabellos, los besó y los ungió con perfume” (Luc. 7, 36-38).
Liberación de siete espíritus inmundos
Dice la Escritura que Jesús liberó a la Magdalena de siete demonios (Lc 8, 2). Aunque no son pocos los que hoy en día quieren ver en estos siete espíritus inmundos una figura de un grave mal físico o moral del que la habría liberado Jesucristo, es claro que la tradición siempre interpretó ese texto como lo que es, la realización de un verdadero exorcismo de Jesús sobre el alma de esta mujer: “Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios”.
Jesucristo ya había hablado de ‘siete espíritus’ malos: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: ‘Volveré a mi casa de donde salí’. Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio’”. (Lc 11, 23-26)
En el anterior texto que recoge las palabras del propio Jesucristo, se puede ver la lucha del alma contra el demonio, que no quiere soltar a alguien a quien ya tenía atrapado. Muestra Jesús en ese pasaje, cómo la acción del demonio es causa – no la única, pero sí especialísima – del desorden del alma. Y eso nos hace valorar más, el exorcismo que Jesús practicó sobre la Magdalena, pues la liberó de un conjunto de demonios que la atormentaban más que el demonio inicial que la atacaba.
Es claro, todo lo anterior es mera fantasía para quien no acredita en la existencia y acción del espíritu del mal. Pero ese problema es del incrédulo, no de la realidad…
La Magdalena pues, se dedica entonces al servicio del Señor, lo sigue con otras santas mujeres, y lo acompaña hasta el Calvario, donde sólo se encontraba de los apóstoles el discípulo amado, pues los otros habían huido totalmente. En ese transe final, dramático y sublime de la muerte de Jesús, ella no sólo fue la discípula amada sino la que con su valentía demostró su grandísimo amor a Jesús, pues ahí estuvo, exponiéndose a que en cualquier momento fuese aprehendida por seguir al Nazareno. Tras esto, viene el episodio de la aparición de ángeles y de Cristo en la tumba abierta, referido arriba.
Tradiciones sobre su destino
Después de la muerte y resurrección del Señor existen dos tradiciones: una que ubica María Magdalena en Éfeso, junto al apóstol Juan y a María Santísima. Pero otra, con más fuerza que la lleva a Francia junto a sus hermanos Marta y Lázaro, donde comienzan a hacer un fructífero apostolado.
Con información de Aciprensa y Arautos.org
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