Santa Marta por su solicitud y actividad en el servicio de Jesucristo Nuestro Señor, es invocada como protectora especial de cosas urgentes y difíciles.
Redacción (29/07/2025, Gaudium Press) Santa Marta, hermana de Lázaro y María Magdalena, por su solicitud y actividad en el servicio de Jesucristo Nuestro Señor, es invocada como protectora especial de cosas urgentes y difíciles. Es considerada patrona de las amas de casa y por extensión de quienes realizan trabajos en el hogar, de hoteleros, administradores de hospitales. Pero al final, la piedad católica la ha consagrado como algo parecido a una universal intercesora para todo tipo de necesidad.
Marta significa: “Señora, jefe de hogar”
Entre las santas mujeres que seguían a Jesucristo, y hacían manifiesta profesión de ser discípulas suyas, Marta fue una de las más distinguidas, no sólo por su caridad y por la alta posición social de que gozaba, sino por haber abrazado el estado de virginidad en el que perseveró toda su vida.
Tenía como hermanos a María Magdalena y Lázaro, el que fue resucitado Jesús. Cuenta la tradición que ellos habían heredado grandes bienes de sus padres, tocándole a Marta unas propiedades vecinas de Jerusalén, y entre ellas la casa o castillo de Betania. “Jesús amaba a Marta, a María y a su hermano Lázaro” (Juan 11,5). El Evangelio la nombra siempre primero que María Magdalena, y por eso se cree que era la hermana mayor; por lo menos era la que llevaba el principal peso de administración y de gobierno.
Su carácter era dulce y amigo de hacer el bien; poseía un juicio maduro y ejemplar, y hacía gala de una modestia que la hacían amar y respetar por todos.
Sin dificultad reconoció a Jesucristo por el Mesías verdadero, y abrazó su doctrina. Apenas le oyó, hizo profesión de ser una de sus más fieles discípulas, siguiendolo hasta el Calvario, y luego dando testimonio del Señor durante toda su vida.
Oyendo los elogios que de cuando en cuando hacía el Señor de la virginidad, y viendo lo mucho que le agradaba esta admirable virtud, pronto se determinó a no admitir jamás otro esposo que al Esposo de la vírgenes. Se dedicó, pues, a la soledad y al retiro, renunciando a las vanidades del mundo; y como su hermano Lázaro era ya uno de los discípulos del Salvador, y la conversión de su hermana Magdalena, había sido de tanta edificación a todos, el castillo de Betania se convirtió, por decirlo así, en un pequeño monasterio.
Acoge al Señor
Cuando Jesús iba Betania se alojaba en la casa de esa ilustre familia.
Narra San Juan en el capítulo 11 de su evangelio, que cierto día Lázaro se enfermó, agravó y empezó a dar señales de que iba a morir. Las hermanas pronto pensaron en Jesús, pero estaba lejos. Por eso le enviaron un empleado con este sencillo mensaje: “Señor aquel que tú amas, está enfermo”. ¡Qué bello modo de comunicarle la noticia! Sabemos que lo amas, y si lo amas lo vas a ayudar.
Pero Jesús, que estaba al otro lado del Jordán, no se movió de donde se encontraba. Marta envía un nuevo mensajero y Jesús no viene. A los apóstoles les dice: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.
A los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania. La casa estaba llena de amigos y conocidos que habían llegado a dar el pésame a las dos hermanas. Tan pronto supo Marta que Jesús venía, salió a su encuentro y le dijo: Oh Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano; pero aún ahora yo sé que cuánto pidas a Dios te lo concederá.
Le concede el pedido
Jesús le dice: “Tu hermano resucitará”.
Marta le contesta: Ya sé que resucitará el último día en la resurrección de los muertos.
Jesús añadió: “Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá ¿Crees esto?”
Marta respondió: Sí Señor; yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo, lo que constituyó una maravillosa profesión de fe hecha por esta mujer. Dichosa Marta que hizo decir a Jesús verdades tan formidables.
Jesús preguntó: “¿Dónde lo han colocado?” Y viendo llorar a Marta y a sus acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: Mirad cómo lo amaba.
Entonces el Señor fue hasta el sepulcro, una cueva con una piedra en la entrada. Dijo Jesús: “Quiten la piedra”. Le responde Marta: “Señor ya huele mal porque hace cuatro días que está enterrado”. Le dice Jesús “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?”. Quitaron la piedra y Jesús dijo en voz alta: “Lázaro ven afuera”. Entonces el muerto salió, y para que no quedara duda que era él mismo que había sido puesto ahí hace cuatro días, Lázaro llevaba el sudario y las vendas de sus manos. “Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en Él”.
Ida a Francia
Al ser crucificado Jesucristo y después de la dispersión de sus discípulos, hay una fuerte tradición de que Marta junto a sus hermanos y un grupo de fieles, se embarcaron rumbo a lo desconocido, y amparados y conducidos por la mano de Dios arribaron a las costas de Marsella en Francia. Luego se trasladaron a Aix y convirtieron mediante la predicación a los pobladores de la región.
Hoy somos mucho más afortunados que Marta porque recibimos a Jesús, no en nuestra casa, sino en nuestro corazón. El Señor se nos da mediante la Eucaristía, y en vez de afanarnos en prepararle un banquete, Él nos alimenta con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, ¡situación mucho más feliz y celestial que la de la familia de Betania que tantas veces hospedó a Nuestro Señor!
Con información de CaballerosdelaVirgen.org
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