Vivió un matrimonio feliz. Al final muere en el aprecio de toda la familia.
Redacción (14/03/2024, Gaudium Press) Hoy la Iglesia conmemora, entre otros santos, a Santa Matilde de Sajonia, esposa de rey, viuda, fina flor de la Edad Media.
Muy joven ella se casó con Enrique, el duque de Sajonia, y tuvo, a diferencia de otras viudas santas, un matrimonio feliz. Es madre de un emperador del Sacro Imperio, Otón I. Esto es algo que no gusta a cierta progresía actual, el que la Iglesia, con sus canonizaciones, nos muestre que al lado de un San Isidro Labrador también haya un San Luis Rey, que al lado de un San Vicente de Paúl, pueda haber también una Santa Matilde o una Santa Isabel de Hungría. Dios no hace lucha de clases, Él creó las clases y las ama a todas, y a todas las quiere santificar.
Igualmente Santa Matilde de Sajonia es abuela de una de las más importantes dinastías de la Historia, pues es abuela de Hugo Capeto, dinastía que solo dejaría de reinar en Francia cuando la decapitación de Luis XVI, Luis Capeto como le llamaban los revolucionarios.
El esposo de Santa Matilde, el rey Enrique, tuvo que enfrentar muchos enemigos. Este rey atribuía buena parte de sus victorias a las oraciones de su esposa.
Al convertirse su esposo en rey, la virtuosa Matilde no abandonó el estilo de vida que ya traía. Humilde, piadosa, dicen que en su palacio más parecía una madre de todos que una reina, y que su piedad parecía la de una monja.
Generosa con los pobres, su esposo le tenía entera confianza cuando ella repartía estos dones a los más necesitados. Caso extraño en la vida de las santas casadas, su esposo el Rey Enrique no le reprochaba sus muchas prácticas piadosas a las que dedicaba buena parte de su tiempo.
Las cruces de los hijos
Después de 23 años de matrimonio, queda viuda. Al conocer la noticia, ella, que amaba mucho a su marido, se arrodilla ante el Santísimo Sacramento, ofrece a Dios su pena, y pide que se celebren misas por el alma del difunto. Terminada la primera misa, se quita sus joyas, las posa ante el altar, y dice que no las empleará nunca más.
No dejó de tener cruces, como todos los seres humanos y más los santos.
Su hijo Otón, creyó la madre estaba de parte de Enrique, su otro hijo, quien le disputaba el poder a Otón, y por ello la expulsó del palacio. Tuvo que irse a vivir a un convento, donde oraba incesantemente por la reconciliación de los dos hermanos, lo que al final consiguió.
Pero, caso tal vez inédito, luego los dos hijos se unen para encontrar dineros que supuestamente su madre había guardado. Con la paciencia de los santos, ella decía: “Es verdad que se unieron contra mí, pero por lo menos se unieron”…
Al final, y después de varios reveses que les permitieron recapacitar, los dos hermanos le pidieron humildemente perdón a la madre, la llevan otra vez a palacio, y vuelven a apoyar sus obras de caridad.
Fue además regente: cuando su hijo Otón va a Roma a recibir la corona imperial de manos del Papa, Santa Matilde queda a cargo del gobierno: no sabía solo rezar y dar monedas a los pobres, también sabía gobernar.
Muere a los 70 años, rodeada de toda su familia, el 14 de marzo de 968.
Con información de Aciprensa
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