sábado, 23 de noviembre de 2024
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Santa Mónica, la mujer fuerte y paciente que engendra espiritualmente al gran Agustín

Quería dedicarse a la contemplación y la oración. Pero los padres la tenían destinada al matrimonio, que se reveló muy duro. Sin embargo, le cabe la gloria de haber dado a luz a una de las mayores luminarias de la Iglesia.

Santa Monica

Redacción (27/08/2020 08:04, Gaudium Press) Santa Mónica, la que engendró a uno de los más grandes sabios de todos los tiempos, a San Agustín. Ella lo dio a la luz en su vida física, pero también en su fe, con sus sacrificios.

Miremos.

Nace Mónica en Tagaste, África, en el año 332.

De niña recibió una educación firme, con una gobernanta que era bastante religiosa, y también estricta en disciplina. Eso le ayudó a formar el carácter.

Bautizada (en esos tiempos los bautismos ocurrían cuando la persona ya estaba entrada en años), evidenció pronto su virtud.

Matrimonio con un personaje de carácter difícil

Santa Mónica, además de patrona de madres con hijos difíciles, también puede serlo de esposas sufridoras.

Aunque quería dedicarse a la contemplación y la oración, sus padres la habían destinado al matrimonio con un hombre llamado Patricio, trabajador, pero de temperamento verdaderamente insoportable. A eso le agregaba el ser jugador, mujeriego y pagano.

En esos tiempos el hombre tenía todos los derechos. Durante 30 años debió aguantar nuestra santa a Patricio. ¿Por qué no había peleas en el hogar de Mónica?, preguntaban sorprendidos algunos: “Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues….no peleamos”. La santidad de Mónica consiguió la conversión de Patricio, y tal vez sea mayor milagro el haber obtenida la de la suegra, que parece era bastante entrometida.

Tuvieron tres hijos, Mónica y Patricio, pero el que más arrugas le causó fue el mayor, Agustín.

Mandan a su hijo a estudiar a Cartago

Como desde temprano se dieron cuenta que Agustín era brillante, lo mandaron a estudiar a Cartago, donde aprendió filosofía, literatura, oratoria. Pero también aprendió de vicios.

Una vez, enfermó Agustín, y sintiendo el temor de la muerte, se hizo instruir en la fe de su madre, y manifestó que se haría católico. Pero apenas se curó, olvidó sus propósitos.

Habiéndose hecho maniqueo, tuvo la osadía de proclamar junto a Santa Mónica las falsedades de su nueva secta; ella no quiso escucharlas y lo expulsó de su casa, pues no quería albergar bajo su mismo techo a enemigos de Dios. Seguía rezando por él.

Santa Monica 2

Pero por esos días tuvo la madre Mónica un lindo sueño, que la reconfortaría y le daría mucha confianza: Se veía ella llorando en un bosque, por la pérdida espiritual de su hijo. Y entonces se le acercaba un resplandeciente ser que le decía: “Tu hijo volverá contigo”, y entonces vio a Agustín junto a ella.

Cuando le contó a Agustín su sueño, este socarronamente le dijo que qué bueno, que significaba que ella se iba a volver maniquea. Pero la santa le respondió que era él el que volvería con ella, no que ella iría a él. Todo esto ocurrió 9 años antes de la conversión de Agustín.

Un obispo le dijo la frase que ha inspirado la perseverancia en la oración de muchas madres por sus hijos: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”.

Viaje a Italia

Cuando tenía 29 años, Agustín dice que se va a Roma, a enseñar. Santa Mónica quiere seguirlo, pero Agustín la engaña y se embarca sin ella. No obstante, la Santa espera el siguiente barco y va tras él.

Sabemos pues, que en Italia, Mónica y Agustín conocen al gran santo de la época, San Ambrosio, obispo de Milán, y que es por su intermedio que se va operando la conversión de San Agustín.

En el 387 ocurre el bautismo del gran San Agustín, el autor de las Confesiones, el maestro de la gracia. Se dispone a volver con su hermano y madre a África, pero cuando están en el puerto italiano de Ostia, se da el famoso coloquio de Ostia entre San Agustín y Santa Mónica, donde, considerando las cosas divinas, los dos entran en éxtasis. Esto le daba a la madre exitosa más y más ansias del cielo.

“¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano”. Muere Santa Mónica en Ostia, cuando tenía 55 años, habiendo conseguido su deseo, con sus sacrificios, su dedicación, su oración.

Con información de EWTN.

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