No imaginaba el emperador que una niña de 12 años se constituiría en uno de sus más temibles adversarios.
Redacción (06/03/2024, Gaudium Press) Hoy la Iglesia conmemora, entre otros santos, a Santa Rosa de Viterbo, esta humilde hija de campesinos italianos, que un día sus padres quisieron bautizar con el nombre de Rosa.
Algo tenía la niña, que su brillo encantaba a la gente.
Un día Rosa enfermó, tenía ocho años. Entonces en sueños se le apareció Nuestra Señora, y le dijo que debería vestir el hábito de San Francisco, pero sin irse de su hogar, donde debía dar gran ejemplo a familiares y vecinos, ejemplo de palabra y ejemplo de obra.
La niña se recupera, cuenta su sueño, recibe el hábito de penitente, y va adquiriendo una vida de piedad y contemplativa centrada en los sufrimientos que padeció Cristo en esta Tierra, y en la ingratitud que tenemos nosotros pecadores, con la sangre de Cristo.
Pero no imaginaba ella el papel grandioso que la Providencia le tenía reservado en la historia de los hombres.
Cuando el ambicioso emperador Federico II de Hohenstaufen fue excomulgado por segunda vez por el Papa Gregorio IX, este hombre de rasgos impíos decidió iniciar una campaña militar con el fin de conquistar los Estados pontificios. Sus tropas llegan a tomar Viterbo, en la Romaña italiana.
Pues movida por una fuerza mística, y teniendo solo 12 años, Rosa empezó a recorrer las calles inflamando al pueblo a combatir al emperador y amotinarse para arrojar de la ciudad a los gibelinos vasallos de Federico II.
La prédica de la niña tuvo su efecto querido.
Las multitudes empezaron a rodear la casa de la niña, que querían seguir escuchando sus palabras. Pero el padre de la joven asustado, le prohibió salir a la calle y hasta mostrarse, pues si no le daría una paliza.
Santa Rosa niña le respondió, con tranquilidad: “Si Jesús fue golpeado por mi causa, yo puedo ser golpeada por causa suya. Yo sólo haré lo que Él me dijo que hiciera. No puedo desobedecerle”. Por insistencia del párroco, el padre de Rosa levantó la prohibición y, durante dos años consecutivos, la chica predicó en pro de la causa del Papa en las calles de Viterbo.
Pero la maldad de los gibelinos, llegó al punto de condenar a muerte a la niña, que ya se estaba convirtiendo en un peligro para el Estado. El ‘podestá’ (señor local) de Viterbo no accedió a la muerte de la niña, pero sí pronunció la terrible sentencia de destierro para ella y su familia.
Sin embargo, fue esto peor para la causa del impío emperador.
En su nueva residencia en Soriano, Santa Rosa no dejó de predicar, y desde diciembre de 1250 también recorrió las calles, anunciando esta vez la próxima muerte del emperador Federico II. Efectivamente el 13 de ese mes, el emperador invasor moría en Apulia.
El partido del Papa, habiendo retomado el control de Viterbo, lo que permite que Rosa regrese triunfalmente a su ciudad natal.
Rosa quiso entrar al convento de Santa María de las Rosas, pero la abadesa no la recibió por falta de dote.
Vuelve entonces ella a la casa de sus padres ,donde fallece el 6 de marzo de 1252 a la joven edad de 17 años. Fue sepultada en la iglesia de Santa María en Podio, pero el 4 de septiembre de 1258, su cuerpo fue trasladado a la iglesia del convento de Santa María de las Rosas, como ella lo había vaticinado, cuando le dijo a la abadesa: “Muy bien, le había dicho Rosa con una sonrisa amable. Por ahora no me queréis aquí, pero tal vez vuestra reverencia tenga mejor voluntad de recibirme cuando esté muerta”.
En 1357 un incendio destruyó la iglesia hasta los cimientos, pero el cuerpo de la joven había quedado intacto.
Con información de Vida de los santos de Butler / El Testigo Fiel
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