Afirmaba el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira que ella era una especie de Carlomagno de su tiempo, y que incluso en algunos aspectos, era más grande.
Redacción (15/10/2020 07:44, Gaudium Press) Santa Teresa, la Grande. Muchas cosas para decir.
Afirmaba el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira que ella era una especie de Carlomagno de su tiempo, y que incluso en algunos aspectos, era más grande.
Nació en 1515, en Ávila, hijo de un noble de baja nobleza castellano, don Alonso Sánchez Cepeda.
Dos escapadas
Era aún una niña cuando se escapó con su hermano Rodrigo a ‘tierras de moros’, pues había leído en vidas de santos que así se conseguía el cielo, siendo martirizada por infieles. Pero la aventura duró hasta que un tío los vio cerca de Ávila y los llevó de vuelta al hogar, donde fueron reprendidos por la afligida madre. Sin embargo, el gesto mostraba la pureza y energía de su corazón.
Cuando muere su madre Beatriz, teniendo ella solo 15 años, hizo lo que han hecho varios santos en circunstancias similares: pidió a la Virgen que fuera su madre.
Su padre la llevó entonces al Convento de las Agustinas de Ávila a que estudiase, y allí empezó a preguntarse si tendría vocación religiosa, lo que fue reforzado por la lectura de las “Cartas” de San Jerónimo. Quedó establecido que su ida a un convento ocurriría después de muerto el padre. Pero Santa Teresa volvió a escapar, esta vez de 20 años, y huyó al Convento de la Encarnación, en Ávila. El padre terminó aceptando la decisión de la joven, que mostraba así la fuerza de su carácter. Un año después emitió los votos y se volvió carmelita.
Pero la vida en la Encarnación sufría del mal de muchos de los conventos de la época, el mundanismo. Podían recibirse los visitantes que se quisiese, a cualquier hora, se vivía más de la vida de afuera que de la vida espiritual, se violaba la clausura, las preocupaciones eran las del mundo, y no las de la meditación, la oración, la contemplación, la perfección cristiana. Y Teresa entró también por esta vía, viviendo muchas de sus horas en el locutorio.
Teresa había colocado al Crucificado en la Cruz
Pero un día el confesor le advirtió del peligro que corría su alma, y ella siguió los consejos del sacerdote, volvió a la meditación, la oración. La lectura de las Confesiones de San Agustín, que hizo en ese entonces, la marcó mucho. Y cuando rezaba delante de un cuadro que representaba la Pasión de Cristo, sentía que su piedad se encendía, que progresaba mucho en su vida espiritual.
Un día que estaba a los pies de un crucificado, ella preguntó: “Señor, ¿quién os colocó ahí? Y entonces escuchó una voz que le decía: “Fueron tus conversaciones en el locutorio las que me pusieron aquí, Teresa”. Ella ahí lloró mucho, y no volvió a perder el tiempo en habladurías vanas. Fue el inicio de muchos fenómenos místicos que la acompañaron a lo largo de su vida, y por los que se recuerda bastante a Santa Teresa, como éxtasis, la transverberación de su corazón, etc.
Entrando en el camino del fervor, Teresa quiso reformar el Carmelo. Con un grupo de hermanas, y enfretando la oposición de muchos, pero también contando con el apoyo de varios, incluso santos, obtiene la bula de Pío IV para su primera fundación, el convento de San José en Ávila.
La vida en este convento, sí era de clausura, de silencio, de oración, austeridad y ayuno. Eran los carmelitas descalzos que nacían, que buscaban restaurar el espíritu inicial de la orden.
Después de muchísimas luchas obtiene la patente del superior general del Carmelo para fundar conventos femeninos donde las religiosas se comprometiesen a vivir según la regla primitiva.
Se suceden entonces las fundaciones, con no pocas luchas: Primero, de 1567 a 1571, Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca y Alba de Tormes; por tres años, los superiores le prohíben fundar nuevos conventos. Luego una segunda etapa, que va de 1574 a 1576 y comprende los carmelos de Segovia, Beas, Sevilla y Caravaca; pero luego las pugnas internas de la orden (calzados contra descalzos) hacen que se retire por cuatro años. Y viene luego una tercera etapa, de 1580 a 1582, donde funda en Villanueva de la Jara, Palencia, Granada y Burgos. De 1567 a 1582 la Santa hizo un trascurso de miles de kilómetros, de luchas, de victorias pero también de derrotas, pero que al final mostraba una estela gloriosa. Una obra de una grande.
Vida espiritual
Fue una verdadera maestra de vida espiritual. Escribió varios libros al respecto.
Enseñó un camino de oración, de meditación, a realizar, a la par de la oración vocal una pura oración mental.
Un día se encuentra en Medina del Campo con dos frailes carmelitas que estaban dispuestos a abrazar la Reforma, Fray Antonio de Jesús Heredia, y Fray Juan de Yepes, al que después la historia conocería como el gran San Juan de la Cruz. A través de esta semilla inicial la reforma se extendió a la rama masculina de la orden del Carmen.
Poco antes de morir, y también después de no pocas incomprensiones y persecuciones, obtuvo de Roma la autonomía de gobierno de sus carmelitas descalzos, que ya no dependerían de los calzados.
Muere el 15 de octubre de 1582 en Alba de Tormes. En 1622 fue canonizada por Gregorio XV. En 1970 Pablo VI la hace doctora de la Iglesia.
(Con información de la reseña biográfica de Joao Sergio Guimaraes en Arautos.org y la biografía realizada por Guillermo Serés, publicada en Cervantesvirtual.com)
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