Gran amigo de Simón de Montfort, Santo Domingo de Guzmán luchó ferozmente contra los albigenses con el ejemplo de su propia persona, así como con argumentos y grandes milagros.
Redacción (03/10/2023 12:03, Gaudium Press) Nació en 1170 en la ciudad de Caleruega, al norte de España, de la que su padre era alcalde. Su madre, “la Beata Juana de Aza, poco antes del nacimiento del niño, soñó que daba a luz un perro fuerte, que ladraba mucho y tenía entre los dientes una antorcha de fuego con la que corría, prendiendo el mundo entero en llamas”. [1]
Domingo creció con esa imagen del sueño de su madre y, más tarde, fundó una Orden mendicante, los Domini canes –perros del Señor–, porque recorrían la faz de la tierra ladrando contra el mal y predicando la Doctrina Católica. El nombre de esta familia religiosa es Orden de Predicadores, más conocida como Orden de los Dominicos. [2]
De los 14 a los 23 años estudió en Palencia. Después de completar el curso de Teología, el Obispo de Osma lo nombró para cargos importantes en su diócesis, donde nuestro Santo vivió por nueve años.
En 1205, a petición de Alfonso VIII, rey de Castilla, el obispo viajó a Dinamarca a cumplir una misión diplomática y se llevó consigo a Santo Domingo. Luego viajaron a Roma. El Papa Inocencio III los recibió en audiencia y les ordenó ir al sur de Francia a predicar contra los albigenses.
El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, analizando un cuadro de Santo Domingo pintado por el Beato Fra Angélico, quien era dominico, comentó:
“Irradia una luz que no es física, sino espiritual. No se trata de la juventud, que también está presente en él; Es una especie de luz interior, más o menos indefinible, resultante de una lucidez extraordinaria y de una visión clara de las cosas» [3].
Libro sale de las llamas y permanece intacto
En respuesta a la petición papal, el Santo comenzó a predicar en el sur de Francia, refutando los errores de los albigenses.
Un día ellos escribieron sus tesis en un libro de pergamino, y Santo Domingo escribió los argumentos que probaban la verdad católica, en otro volumen. Arrojado al fuego, a la vista del pueblo, el libro de los herejes quedó reducido a cenizas, mientras que el libro del Santo saltó de las llamas y aterrizó intacto en un carro que se encontraba cerca. Los albigenses lo arrojaron al fuego tres veces y se repitió la misma escena.
El santo se convirtió en vicario general de la diócesis de Carcasona y rechazó dos veces la dignidad episcopal. Después de la batalla de Muret en 1213, se instaló en la catedral de Toulouse y contó con el cálido apoyo de Simón de Montfort, quien le donó el castillo de Casseneuil.
Campanas, terremotos, truenos y relámpagos
Deseando ardientemente la perseverancia de los católicos y la conversión de los albigenses, Santo Domingo pasó tres días y tres noches ayunando y orando en su celda, suplicando a Nuestra Señora su intervención.
Al amanecer del tercer día, Ella se le apareció y le dijo:
– ¿Sabes, mi querido Domingo, qué arma utilizó la Santísima Trinidad para reformar el mundo?
– Oh Señora, respondió, Tú lo sabes mejor que yo, porque después de tu Hijo Jesucristo, fuiste el principal instrumento de nuestra salvación.
Y la Virgen María dijo:
– La pieza principal de la batería fue la salutación angélica – el Ave María –, que es el fundamento del Nuevo Testamento; por tanto, si queréis ganar estos corazones endurecidos para Dios, rezad el Rosario.
Una vez terminada la visión, las campanas de la catedral comenzaron a tañer a todo volumen, sin intervención humana. Una multitud acudió al templo y el Santo comenzó un sermón. En cierto momento se desató una terrible tormenta con terremotos, truenos y relámpagos; el sol se veló.
Una imagen de la Virgen que se encontraba en el retablo del altar mayor levantó tres veces los brazos pidiendo a Dios que ejerciera su justicia en relación con las personas que no se arrepintiesen y recurriesen a su protección.
Entonces Santo Domingo oró y la tormenta cesó. Luego pudo continuar su homilía y lo hizo con tal unción que los presentes se comprometieron a rezar el Rosario diariamente.
El sueño del Papa: dos hombres sustentando a la Iglesia
En 1215, Inocencio III convocó el IV Concilio de Letrán. El obispo de Toulouse fue a Roma llevando consigo a Santo Domingo. Recibido por el Papa, el Santo le hizo una presentación de su obra, causándole gran satisfacción.
En aquella época, San Francisco de Asís había fundado una Orden religiosa para combatir la decadencia moral y formar a los católicos en las virtudes cristianas.
Inocencio III tuvo un sueño en el que veía la Basílica de San Juan de Letrán –la Catedral de Roma– en peligro de derrumbarse y dos hombres la sostenían sobre sus hombros. El pontífice entendió que se trataba de santo Domingo de Guzmán y san Francisco de Asís.
Redactada la Regla, la institución fundada por Santo Domingo fue aprobada por Honorio III, bajo el nombre de Orden de Predicadores.
El Concilio de Letrán había recomendado que los miembros del clero profundizaran en los estudios teológicos para formar a los fieles y combatir las herejías. En obediencia a esta norma, Santo Domingo envió varios monjes a estudiar a universidades, incluidas las de Bolonia y París.
Encuentro de tres santos
A finales de 1219, Santo Domingo fue a Roma y el Papa Honorio III concedió a los dominicos la iglesia de Santa Sabina, cerca del monte Aventino. Estando en la Basílica de San Juan de Letrán, conoció a San Francisco de Asís y a San Ángelo Hierosolimita y los llevó al convento ubicado al lado de esa iglesia.
“Al llegar allí, uno frente al otro, en la celda de Santo Domingo, los tres se arrodillaron y pasaron la noche ensalzando mutuamente sus virtudes, en prácticas y oraciones piadosas. Esta celda fue transformada en capilla y hay una inscripción que conmemora el hecho histórico” [4].
Los dominicos se extendieron a diferentes regiones. En 1221 se celebró en Bolonia el II Capítulo de la Orden de Predicadores, presidido por Santo Domingo. Y el 6 de agosto de aquel año, estando en un convento de aquella ciudad, entregó su alma a Dios. Su memoria se celebra el 8 de agosto.
Santa Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominicana, escribió una obra en la que afirma que la Virgen María lo convirtió en el “extirpador de herejías”[5].
Además de la madre de Santo Domingo, también fue santificado su hermano de sangre: el Beato Manes de Guzmán, cuya memoria se celebra el 30 de julio.
Por Paulo Francisco Martos
(Nociones de historia de la Iglesia)
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[1] Cf. LACORDAIRE, OP, Henri-Dominique. Vie de Saint Dominique. 5.ed. Paris: Poussielgue-Rusand, 1857, t. I, p.154-155.
[2] Cf. CLÁ DIAS, João Scognamiglio, EP. O dom de sabedoria na mente, vida e obra de Plinio Corrêa de Oliveira. Cidade do Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae. 2016, v. I, p. 106.
[3] CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Um inocente que irradia luz espiritual. In Dr. Plinio. São Paulo. Ano II, n. 17 (agosto 1999), p. 7.
[4] Cf. LEOINDELICATO, OCM, Egídio. Jardim Carmelitano, história chronológica e
geográfica. Lisboa: Sylviana, 1741, t. II, p.220-221. Apud CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae. 2014, v. IV, p. 244, 245
[5] SANTA CATALINA DE SIENA. O Diálogo, c. 36.
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