viernes, 22 de noviembre de 2024
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Santo Domingo Savio, primer salesiano santo, apareció a Don Bosco mostrándole el cielo

Estuvo tres años en el oratorio de Don Bosco, haciendo apostolado, ofreciendo el mejor ejemplo.

Santo Domingo Savio

Redacción (12/05/2021 07:23, Gaudium Press) Santo Domingo Savio nace el 2 de abril de 1842 en Riva de Chieri, Italia. Sus padres, pobres y buenos católicos, le inculcaron la fe y la devoción.

La familia se traslada a Murialdo, en las cercanías de Castelnuovo, donde el niño Domingo asistía al catecismo en la parroquia.

Recibe la primera comunión cuando tenía 7 años, edad temprana para esa época. En ese momento escribe unas líneas con sus propósitos de ahí en adelante: Confesarse con frecuencia y comulgar cada vez que pueda; alabar especialmente a Dios cuando sea día de precepto; escoger como amigos primero a Jesús y María; y el famoso “antes morir que pecar”.

Domingo quería ser sacerdote y para su formación iba a una escuela que quedaba a 20 kilómetros de su casa, todos los días.

Entra al oratorio

No pudiendo continuar sus estudios por la falta de recursos de la familia, un sacerdote lo recomendó a San Juan Bosco, quien recibía en su oratorio chicos de escasos recursos. Eso ocurrió el 2 de octubre de 1854. San Juan Bosco percibe la bella labor de la gracia en su alma, y lo admite.

En ese oratorio – donde estuvo tres años – el niño brillaba por su buena conducta. Pero su salud era muy precaria, y prontamente tuvo que retirarse de la escuela, aunque continuara ahí, en el internado.

Un día que San Juan Bosco ofreció a los niños que le hicieran cualquier pedido, que él buscaría atenderlos, recibió de todo, por ejemplo pedidos de dulces, cosas parecidas. Santo Domingo Savio le escribió: “Le pido que salve mi alma y me haga santo”.

Sabía que debía conquistar a otros niños para Dios, y así lo hacía con quienes a él se abrían. Funda dentro del oratorio de Don Bosco la Compañía de María Inmaculada, asociación ‘secreta’ dirigida por Don Bosco, en la que participaban algunos de sus mejores alumnos, y en la que se comprometían a ser eximios en la obediencia, dar buen ejemplo, ocupar bien el tiempo, y ser vigilantes para inutilizar la acción de los chicos malos.

Al inicio de 1857 se agravó. Una tos continua hacía sospechar que había contraído el cólera. Don Bosco le aconsejó regresar a la casa paterna. “¡Rece para que yo pueda tener una buena muerte! Hasta la próxima vista, que será en el Paraíso”, le dijo el niño al santo en la despedida.

Fue hasta Mondonio, donde llegó el 1 de marzo de 1857. Soportó con resignación los últimos y fuertes padecimientos de su vida. Cuando estaba pronto a fallecer, dijo: “Ahh, qué bellas cosas veo”. Fallece el 9 de marzo. Se le apareció más tarde en sueños a Don Bosco.

Con información de Arautos.org

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