Devuelto a su casa. Perseguido por sus estigmas. Por sus obras. Victorioso.
Redacción (21/05/2020 14:03, Gaudium Press) “Nació un 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, un pequeño y muy pobre pueblecillo de Italia. Fue bautizado con el nombre de Francisco y desde sus cinco añitos de edad comenzó a ser favorecido con fenómenos místicos. Al niño le gustaba mucho rezar y ayudaba como monaguillo en la parroquia del pueblo.
A los 16 años ingresó al convento de los Capuchinos de Morcone con el nombre de Fray Pio de Pietrelcina. Pero una extraña enfermedad lo obligó a dejarlo y regresar a casa durante 7 años, y aunque ya había profesado como religioso y estaba ordenado sacerdote, pudo haber sido una tentación ante la que sucumben frecuentemente religiosos que al primer resfriado fuerte encuentran la oportunidad de cuestionar su vocación y abandonarla.
Lo devolvieron a su casa. Lo acusan de estigmas falsos
Con el Padre Pío la situación fue peor, porque su comunidad religiosa no tuvo almas caritativas que se encargaran del enfermo y optaron por regresarlo a su empobrecida familia.
En 1916 regresó a su orden religiosa y fue enviado por los superiores al pueblecito de San Giovanni de Rotondo donde le volvieron los fenómenos místicos de su infancia. Bien pronto sus compañeros religiosos de la comunidad Capuchina en San Giovanni y la feligresía que frecuentaba las misas de la iglesia del convento, fueron descubriendo que se trataba de un confesor con dones extraordinarios pero que comenzaría a padecer un doloroso viacrucis de la vida, por la aparición en su cuerpo de las heridas de Nuestro Señor en la Pasión, conocidas como “Estigmas”. Cruelmente cuestionadas por el alto clero pero tomadas a serio por la gente del lugar.
Sin embargo el obispo de la diócesis tomó la iniciativa de acusarlo ante el Vaticano y obtener que un famoso médico franciscano de no muy grata memoria llamado el padre Agustino Gamelli lo visitara y diagnosticara fulminantemente que se trataba de una farsa derivada de una autosugestión psicológica. Pero Fray Pío es santo de la Iglesia y a Mons. Gamelli se le recuerda apenas por el nombre de un suntuoso hospital en Roma.
En 1931 el Santo Oficio le prohibió salir del convento, celebrar misa en público y confesar a nadie. Pero dos años más tarde por presión y solicitud de la gente del pueblo y de feligreses que venían de toda Italia y otros países de Europa, permitieron que él volviera a su ministerio y apostolado sacerdotal público, lo cual hizo mansamente sin quejas ni reclamos contra nadie.
Persecución mediática
En 1960 un desafortunado comunicado de prensa del Vaticano – siendo Papa Juan XXIII – desató una tremenda persecución publicitaria con más de 800 artículos en un solo mes por todos los periódicos más importantes de Italia, porque había fundado un gran hospital que él denominó Casa del alivio del sufrimiento que comenzó a ser muy famoso y frecuentado por enfermos casi terminales, la mayoría de los cuales se aliviaban prontamente, más por la fe que todavía allí hoy reina entre médicos y enfermeros, que por los eximios cuidados clínicos comprobados que se les aplican. Por eso la prensa llegó a llamarlo “el capuchino más rico del mundo”.
Cuando el laicismo mediático se mete en la vida de la Iglesia para atacar o desprestigiar los religiosos de base que están haciendo bien a la humanidad en nombre de Cristo, sucede a veces que desde la más altas instancias de la Jerarquía, tal vez por miedo a los manipuladores de la opinión pública o por complicidad, una misteriosa falta de apoyo cae como una manta pesada. Fue el caso del buen padre Pío que no tuvo quien lo defendiera en los momentos más dramáticos de su viacrucis. Pero el paso del tiempo y la justicia Divina, se encargan de operar una resurrección gloriosa, que precisamente comienza con una gracia de Dios en el corazón de quienes fueron testigos directos de la vida y obra del santo.
A pesar de esta persecución, decenas de obispos lo visitaron en 1962 (algunos por curiosidad) debido a estar estos reunidos en Roma para el Concilio Vaticano II. Entre ellos se encontraba el joven obispo auxiliar de Cracovia, Polonia, Mons. Karol Wotila futuro Papa Juan Pablo II, hoy también santo de la Iglesia. Otros lo hicieron movidos por la presión silenciosa de la opinión pública de sus propias diócesis, que cuando calla ante las determinaciones arbitrarias, es precisamente cuando sus miradas más están fermentando su propia opinión inspirada por el Espíritu Santo y que pronto de aleja de la de sus prelados.
Muere a los 81 años
El 23 de septiembre de 1968, cumplidos ya 81 años de edad, agobiado por los años, por los sufrimientos, por los esfuerzos sobrenaturales de su apostolado como confesor de gran discernimiento psicológico, y por la calumnias y controversias a su alrededor, entregó su alma a Dios tras larga agonía rezando el santo rosario. Tan pronto resonó el toque a finados del campanario del convento, una gran multitud acudió a venerar su cuerpo que todavía hoy está absolutamente incorrupto y se mantiene en una urna grande de cristal en el propio san Giovanni de Rotondo, obteniendo de Dios muchos beneficios para quienes solicitan su intercesión.
Son innumerables ya sus milagros y favores, algunos grandes y otros pequeños pero todos comprobados, aunque ciertamente deben ser mucho más los que la ingratitud humana olvida prontamente, al ritmo agitado de este siglo XXI laico, enfermizamente tecnológico y permisivo que va robando al rebaño de Cristo el tiempo de oración.
Buen Padre Pío, rogad por nosotros en estos tiempos de velada persecución en que se nos ha inducido a creer que cuidar de la salud del cuerpo es más importante que velar por la salud del alma, porque la fe del pueblo cristiano se debilita y cada día se reduce el número de pastores que hacen algo por evitarlo.
Por Antonio Borda
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