Las historias que se tejen con su memoria son doradas. Pero hay certeza de que fueron mártires.
Redacción (26/10/2022 09:19, Gaudium Press) Cuentan las actas legendarias que los Santos de hoy, San Luciano y San Marciano, nacieron en el S.I II en Nicomedia, que era la capital de la provincia romana de Bitinia, en el noroeste del Asia Menor.
A estos dos santos, como lamentablemente era común en su tiempo, les habían enseñado artes adivinatorias, magia, superstición, y en eso caminaron mucho, superando a quienes le habían enseñado, es decir, habían quedado prisioneros de las garras del mal.
Pero había una virgen cristiana en Nicomedia, que brillaba en virtud, modestia y también belleza, que los dos quisieron cortejar.
Sin embargo, esta joven había entregado su corazón enteramente a Cristo y solo a Cristo, y los dos magos no capturaron para nada su atención. No obstante, obsecados y deseando conseguir su fin por medios legítimos o preternaturales, ellos comienzan a usar de artilugios y conjuros, invocando a todos los dioses paganos que se les ocurrió – que ya sabemos, eran demonios – sin llegar a conseguir nada de nada con la joven.
Por esto se dijeron: ese su tal Cristo debe ser muy poderoso, pues nada de lo que nos funciona ha funcionado con ella. Necedad sería no convertirse a su fe.
Y entonces, quemaron sus obras de hechicería, y todos los artefactos que usaban en sus malos trabajos. Se hicieron catecúmenos y finalmente fueron bautizados. Y como tenían bienes, los entregaron a los pobres, para retirarse luego a un desierto, donde vivían en penitencia y oración.
Hasta el desierto, como con Cristo, fueron los demonios a tentarlos, pues no querían perder a aquellos que antes eran sus fieles esclavos, pero su nuevo amo Jesucristo los fortalecía.
Después de un tiempo en el desierto, regresaron a la ciudad a anunciar a Jesús muerto y resucitado, y sacaron a muchos de la superstición y la idolatría, algo que enfureció especialmente al demonio.
Finalmente fueron denunciados ante Sabino, el gobernador de la ciudad, como instigadores de esa doctrina revolucionaria llamada cristianismo.
Después de intentar sin fruto que volvieran a quemar incienso a los demonios, Sabino ordenó quemarlos vivos, lo que ocurrió el 26 de octubre de 251.
Lo anterior, son de las ‘actas legendarias’, que son por tanto leyendas pías.
Sin embargo, antiguos martirologios sí registran la memoria de Marciano y Luciano. Sus reliquias fueron trasladadas a Vich, en España, en el S. XI, donde se les rindió culto en la iglesia de San Saturnino, donde reciben veneración.
Sólo sabemos, pues, con certeza que ellos fueron mártires y confesores de la fe de Cristo.
Con información de ReligiónEnLibertad
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