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Muchos de los fieles que visitan la Galería de los Mapas del Vaticano parecen haberse perdido. Confundidos y desorientados, ¿dónde encontrarán un principio que les llene el corazón de certezas?
Redacción (13/07/2023 15:14, Gaudium Press) Al visitar el Vaticano, muchos pueden sorprenderse con las enormes pinturas que cubren de arriba a abajo las paredes de una de sus salas más famosas: la “Galería de los Mapas”. En él, los frescos monumentales representan la geografía de las islas y regiones de Italia y sus alrededores, pero también ilustran hazañas navales como el Sitio de Malta o la Batalla de Lepanto, comandada por Don Juan de Austria.
Detengámonos un momento ante esta última escena. Sobre las aguas azules del Golfo de Corinto, las flotas se alinean en feroz combate, y, en lo alto de los cielos, aparece una realidad que va más allá de nuestros ojos carnales: ¡los espíritus celestiales uniéndose a los hombres para la victoria de Dios!
En el mismo centro de estos gigantescos mapas, sirviéndole tanto de eje como de anfitrión, se encuentra la ciudad de Roma, sede de la Santa Iglesia Católica. La maravillosa galería parece proclamar así que todos los acontecimientos de la Historia se desarrollan en función de la Esposa de Cristo, y que los Ángeles, como el representado en lo alto de la Batalla de Lepanto, emplean todo su poder para hacer triunfante la causa del bien, que sólo en la Iglesia se encuentra en plenitud.
Ahora, muchos de los fieles que hoy visitan la Galería de los Mapas parecen haber perdido el rumbo. Por causa de la infeliz mezcla de luz y tinieblas que el demonio logró establecer sobre la faz de la tierra, ya no son capaces de discernir dónde se encuentra la verdad, el bien y la belleza. Confundidos y desorientados en medio de un mundo “tibio” (Ap 3,16), temen ser vomitados junto con él de la boca del Señor.
Para que esto no suceda, necesitamos re-aprender a sentire cum Ecclesia, siguiendo la famosa máxima acuñada por San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales. Porque quien busca “sentir con la Iglesia”, haciéndose “un solo corazón y una sola alma” con ella, llena su corazón de certezas y se convierte en un verdadero miembro de la milicia terrena, que lucha hombro con hombro con los ejércitos celestiales por el triunfo de Dios.
La Iglesia, sin embargo, es una institución viva que tiene al Espíritu Santo como su alma. ¡Ella no habita en un edificio, en una ciudad o en un país, sino en el interior de los justos!
Si el soplo del Divino Paráclito mueve la brújula que guía los rumbos de este Cuerpo Místico, los elegidos son su puntero. Principalmente los llamados a indicar a la humanidad la voluntad del Altísimo en cada época, encaminándola al pleno cumplimiento de sus designios. ¡Unámonos a ellos, hagamos latir nuestro corazón al unísono con el pulso de la Iglesia y seamos así instrumentos para la victoria de Dios y de María Santísima!
(Tomado de artículo de la Hna. Adriana María Sánchez García, EP, Revista Arautos do Evangelho n. 223, julio de 2020)
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