sábado, 29 de marzo de 2025
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¿Será el Sínodo de la Sinodalidad un pretexto para provocar cambios en la enseñanza de la Iglesia?

Varios participantes y líderes del sínodo expresaron esperanzas de que el proceso conduzca a cambios en las enseñanzas tradicionales.

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Foto: Vatican News

Redacción (26/03/2025 09:06, Gaudium Press) El Sínodo sobre la Sinodalidad, un proceso de tres años que parecía interminable, tomó un nuevo e inesperado giro con el reciente anuncio de la Fase de Implementación que durará 3 años. En lugar de convocar una nueva Asamblea sinodal, se introdujo la idea de celebrar una Asamblea Eclesial en el Vaticano, prevista para octubre de 2028. Este cambio no sólo altera la dinámica de las próximas etapas del Sínodo, sino que también plantea una serie de cuestiones teológicas, pastorales y estructurales sobre el rumbo que está tomando la Iglesia bajo el pontificado del Papa Francisco.

En una entrevista reciente con Vatican News, el cardenal Mario Grech, secretario general de la Secretaría General del Sínodo, indicó que la Asamblea Eclesial prevista difiere significativamente de las asambleas sinodales anteriores. En cuanto que el Sínodo de los Obispos estuvo compuesto principalmente por obispos, la nueva Asamblea tendrá una composición más amplia, posiblemente dominada por laicos. Esta decisión parece reflejar un intento de enfatizar una participación más activa de todos los miembros de la Iglesia. Sin embargo, esto también genera preocupación sobre el papel de los obispos en la estructura eclesiástica, ya que el munus episcopal les otorga la responsabilidad primordial de enseñar, gobernar y santificar al pueblo de Dios. Es, por decir lo mínimo, intrigante pensar que la sinodalidad encontrará su desenlace en una Asamblea, y no en un Sínodo.

Vale la pena señalar que la decisión de sustituir la próxima Asamblea sinodal por esta nueva forma de encuentro no fue objeto de un amplio debate dentro del propio Sínodo ni estuvo sujeta a consulta directa con los obispos. Esto suscita dudas sobre la conveniencia de esta decisión y sobre quién será el responsable de estructurar la Asamblea Eclesial. Después de todo, esta nueva forma de deliberación tendrá un impacto significativo en la Constitución Divina de la Iglesia y el papel de los obispos en la jerarquía eclesial.

Al mismo tiempo, la decisión de extender el período de implementación del Sínodo y centralizar su conducción desde Roma demuestra el compromiso del Papa Francisco de garantizar que el proceso sinodal no pierda impulso. El temor, sin embargo, es que tal medida pueda parecer contradictoria: un proceso que defiende la descentralización, pero que sigue fuertemente conducido por el Vaticano. El hecho de que el proceso haya sido aprobado durante la hospitalización del Pontífice señala la importancia del evento para su pontificado.

Cuestiones fundamentales del proceso sinodal

En un reciente comentario escrito para el National Catholic Register, el periodista y doctor en teología Larry Chapp, fundador del sitio web Gaudiumetspes22.com, sostiene que, para que el proceso sinodal alcance sus objetivos sin generar divisiones innecesarias, es necesario abordar algunas cuestiones, que él divide en tres tópicos: claridad de definición, análisis pastoral y orientación teológica.

Según Chapp, desde el principio la sinodalidad ha sido descrita en términos vagos como “escucha”, “inclusión”, “diálogo” y “consulta”. Sin embargo, estos conceptos no son suficientes para definir con precisión lo que significa una Iglesia sinodal en oposición a una estructura más piramidal. ¿Cuáles son las diferencias estructurales concretas que propone este enfoque?

Si la sinodalidad implica una reorganización del gobierno de la Iglesia, ¿cómo se armoniza esto con la tradición apostólica? Si hubiere cambios significativos en el papel de los laicos, ¿resultará esto en revisiones del Derecho Canónico? Y, caso los obispos se vean obligados a someterse a decisiones tomadas por órganos compuestos principalmente por laicos, ¿no altera esto profundamente la teología de la autoridad episcopal? Ninguna de estas preguntas fue abordada en la entrevista de Vatican News con el cardenal Mario Grech, pero seguramente los periodistas las harán en los futuros días.

Chapp también llama la atención sobre el alarmante desinterés de los católicos en general por el tema de la sinodalidad. “Además de la cuestión estructural, está también la cuestión pastoral: ¿los católicos comunes y corrientes están preocupados por el proceso sinodal? Durante la fase consultiva del Sínodo, sólo el 1% de los fieles participó en las sesiones de escucha y en las respuestas a los cuestionarios”, destaca.

Al mismo tiempo, las mayores preocupaciones de los católicos hoy giran en torno al creciente secularismo, el individualismo religioso, la falta de formación doctrinal y la degradación moral de la sociedad. Muchos creyentes buscan una experiencia litúrgica más profunda y comunidades parroquiales más vibrantes y espiritualmente enriquecedoras. ¿Está el Sínodo, con su enfoque en la reorganización eclesial, atendiendo estas necesidades pastorales? De lo contrario, entonces se debe cuestionar la eficacia misma del proceso sinodal.

Entretanto, Larry Chap plantea una grave hipótesis: ¿Será el Sínodo de la sinodalidad un mero pretexto para provocar cambios en la enseñanza de la Iglesia? “La preocupación teológica central es si el Sínodo está siendo utilizado como instrumento para cambiar la doctrina de la Iglesia bajo el pretexto de promover la sinodalidad. Varios participantes y líderes del Sínodo expresaron su esperanza de que el proceso conduzca a cambios en las enseñanzas tradicionales”, afirma el periodista.

Aquí es esencial subrayar: si el Sínodo realmente pretende modificar las doctrinas, debe declararlo de manera transparente, evitando falsas expectativas y disipando cualquier ilusión de cambio en las enseñanzas tradicionales.

Conclusión

El Papa Francisco, ahora de regreso en Casa Santa Marta, aunque todavía bajo supervisión médica por dos meses, dejó claro que considera la sinodalidad la piedra angular de su pontificado. Su compromiso de garantizar que la fase de implementación del Sínodo no caiga en el olvido refleja esta determinación. El hecho de que Francisco convocara este evento de tres años, precisamente cuando su propia vida estaba en riesgo, revela su intención de consolidar la sinodalidad como un legado duradero. No sólo busca allanar el camino para su sucesor, sino también dificultar cualquier intento de reversión por parte de un futuro pontífice que se oponga a su modelo de Iglesia.

Vale recordar que, luego del Sínodo amazónico, que precedió al Sínodo sobre la sinodalidad, se discutió la creación de una Conferencia Episcopal Amazónica, que reuniese a obispos de diferentes países de la región. El concepto evolucionó y resultó en la creación de una Conferencia Eclesial de la Amazonia, organización que, a diferencia de una conferencia episcopal tradicional, incluye en su comité ejecutivo a obispos, religiosos y laicos, con la participación de estos últimos no sólo como invitados, sino en igualdad de condiciones. Aunque aún no sabemos si el objetivo de la Asamblea Eclesial será hacer más participativo el gobierno de los obispos, el precedente brasileño sugiere que esa dirección es una posibilidad concreta. Así, los tres años que nos separan de la Asamblea Eclesial de 2028 serán un período crucial para la observación crítica y el discernimiento teológico sobre el futuro de la Iglesia bajo esta nueva forma de gobierno.

Por Rafael Tavares

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