viernes, 04 de julio de 2025
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«Si tú los quieres, son tuyos»: los cinco hijos de Cecilia y Enrique, sacerdotes

¿Puede una sencilla oración transformar el destino de una familia? Cecilia lo comprobó cuando, sin imaginarlo, ofreció sus hijos a Dios, y Él los llamó al sacerdocio.

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Foto: Adveniat

Redacción (04/07/2025 08:49, Gaudium Press) En la tranquila ciudad de San Rafael, Argentina, vive una pareja cuya historia ha conmovido a muchos por su extraordinaria entrega a Dios. Cecilia y Enrique Ansaldi celebran más de cuatro décadas de matrimonio, y su mayor gozo no radica en lo material, sino en haber sido testigos de una gracia inusual, cinco de sus ocho hijos han consagrado su vida completamente al Señor. Cuatro de ellos ya son sacerdotes y uno más, monje benedictino, está próximo a recibir la ordenación sacerdotal.

Una familia nacida en la fe

Desde su juventud, Cecilia y Enrique vivieron una fe comprometida. Se conocieron en el movimiento juvenil católico Palestra, en Rosario, y sostuvieron su noviazgo con la asistencia constante a la Santa Misa. Se casaron tras finalizar sus estudios —ella, maestra; él, médico— con la esperanza de formar una familia numerosa, abiertos completamente a la voluntad de Dios. “Serían los que Dios quiera… ¡sí!”, pensaban ambos. Y aunque tres de sus hijos partieron al Cielo antes de nacer, Cecilia afirma con ternura que “nos acompañan desde el Cielo”.

Una simple oración que movió el corazón de Dios

La vida familiar de los Ansaldi era tan común como la de cualquier otra familia numerosa, niños inquietos en Misa, travesuras por doquier. Sin embargo, todo se transformó tras sus primeras confesiones y comuniones. Los niños empezaron a interesarse por las cosas de Dios y a servir como monaguillos.

Todo cambio un día, cuando el sacerdote de la parroquia motivó a rezar por vocaciones. Cecilia, con apenas dos hijos en ese entonces, respondió con una oración sencilla pero entregada, “Si tú quieres todo lo que tengo, ellos son tuyos.” Nunca habló de ello con sus hijos ni con su esposo, hasta años después, cuando Enrique reveló que también él había hecho una oración similar, “Esto es lo que tenemos, es tuyo.”

La vocación descubierta en libertad

Lo más notable de esta historia es que ni Cecilia ni Enrique presionaron jamás a sus hijos en relación con el sacerdocio. Les enseñaron a preguntarse primero por la voluntad de Dios antes de elegir una profesión, y luego, acompañaron sus decisiones con oración y libertad. “Solamente quisimos mostrarles el camino de manera respetuosa para que hicieran libremente sus elecciones”, afirma Cecilia.

Fue así como cada uno descubrió su vocación en diversos momentos y lugares. El mayor, José, descubrió su llamado durante la Jornada Mundial de la Juventud del año 2000 en Italia. Hoy es párroco en el sur de Francia y forma parte de la Orden San Elías. Emmanuel ingresó al seminario menor con apenas 14 años, y actualmente cursa un doctorado en Arqueología Cristiana en Roma. Javier se decidió por el seminario a los 16, y hoy desarrolla un apostolado vibrante en Francia. Gregorio, inicialmente atraído por la Medicina, descubrió su vocación durante un viaje misionero a Egipto. “¿A ustedes les molesta que yo no siga Medicina?”, preguntó a sus padres desde el extranjero. La respuesta fue clara: “Lo que Dios quiera, cuando Él quiera…”

El menor, Joaquín —hoy conocido como Juan Diego— tras pasar por el seminario menor y mayor, encontró su lugar definitivo en la vida monástica benedictina. Pronto será ordenado sacerdote en la abadía Sainte-Madeleine du Barroux, en Francia.

Dios no se deja ganar en generosidad

Lejos de lamentarse por no tener nietos, Cecilia comprende con claridad el sentido de pertenencia de los hijos a Dios, “los hijos no son nuestros y son un don de Dios. Asimismo, los nietos tampoco son nuestros y son también un don. Entonces, no es que tenemos derecho a tener nietos.”

Reconoce que Dios compensa con gracias sobreabundantes, y que en cada Misa celebrada por sus hijos hay una unión más íntima con Cristo, un consuelo que trasciende toda ausencia física.

El valor de la entrega materna

Uno de los pilares de esta vocación fecunda fue la presencia constante de Cecilia en la vida de sus hijos. Renunció a su profesión de maestra cuando nació el primero y sólo volvió a trabajar cuando todos ya estaban grandes. “Mi prioridad era no delegar la educación de los hijos. Tal decisión, lo volvería a hacer siempre”, asegura con convicción.

La familia descubrió más tarde la riqueza espiritual de la Misa Tradicional, y con ella, un renovado fervor por la liturgia. “Dios se encarga de ir cerrando o abriendo puertas… podemos dar testimonio a lo largo de los años; ha sostenido nuestro anhelo de servirlo, venciendo tropiezos, abriendo nuevas puertas”, reflexiona Cecilia.

Dejar ir para que dios actúe

Ante la pregunta de cómo sobrelleva la distancia con sus hijos, Cecilia responde con una madurez espiritual desarmante, “Uno siente la partida de los hijos, pero por otro lado, se establece una comunicación espiritual tan profunda, tan íntima, que es como si estuvieran todos acá.” Y agrega, “es cierto parece algo raro tener cinco hijos consagrados a Dios, pero no lo es tanto.”

Un Mensaje a los Padres Temerosos

Para quienes sienten temor al pensar que sus hijos puedan seguir una vocación religiosa, Cecilia tiene palabras firmes y serenas, “¿quiénes somos nosotros como padres para ser un obstáculo en esa vocación?… nuestros hijos no son nuestros, Dios nos los confió… y eso sólo puede ocurrir si cumplen con la voluntad de Dios.” Recomienda a los padres apoyar a sus hijos en el descubrimiento de su vocación, sea cual sea, y acompañarlos con oración constante y humilde confianza.

Una vida envuelta por la ternura divina

Al final de esta historia, una frase resume el corazón de Cecilia, “Muy feliz, a veces demasiado… Más allá de que no es una vida color de rosa y Dios no nos ahorra el dolor, Él nos ama tanto… en cada Santa Misa sobremanera.” Así viven Cecilia y Enrique, sin hijos en casa, pero con el corazón lleno. Un matrimonio fecundo, no sólo en vida, sino en eternidad. Porque su familia se ha convertido en un pequeño reflejo de la Iglesia, casa de oración, de servicio, y de entrega total a Cristo.

Con información de Adveniat

 

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