Sí, y mucho. Es necesaria. Una oración humilde, confiante y perseverante.
Redacción (24/05/2021 13:33, Gaudium Press) ¿Sirve para algo la oración del pecador?
Sí, y mucho. Y es necesaria para su salvación.
Evidentemente no sirve la oración del que no se cree pecador, o no se considera débil:
“No escucha el Señor las oraciones de los soberbios que sólo confían en sus fuerzas, antes los deja en su propia miseria, y en ese mísero estado, privados de la ayuda de Dios, se pierden sin remedio. (…) Pequé porque no era humilde. Lo mismo acaeció al apóstol Pedro el cual, cuando el Señor anunció que aquella misma noche todos sus discípulos le habían de abandonar, él, en vez de confesar su debilidad y pedir fuerzas al Maestro para no ser infiel, confió demasiado en sus propias fuerzas y replicó animoso que, aunque todos le abandonaran, él no le abandonaría”. (1) San Pedro fue orgulloso, presuntuoso, no se sentía débil, creía que no sería pecador, y como no pidió fuerza a Dios, su debilidad se convirtió en pecado.
La condición es la de la humildad de quien confía solo en Dios
La actitud correcta es la de la humildad, tanto del pecador cuanto del que cree no serlo.
“Vanamente trabaja el hombre en hacerse santo, si Dios no le ayuda con su poderosa mano. ‘Si el Señor no guarda la ciudad, inútilmente se desvela el que la guarda’. Si Dios no defiende del pecado el alma, vano empeño sería quererlo hacer ella con sus solas fuerzas. Por eso decía el mismo real profeta [David]: ‘No confiaré en mi arco’. No confío en la fuerza de mis armas, solamente Dios me puede salvar”.
Pero si ha ocurrido que hemos confiado en nuestras flacas fuerzas, y hemos caído, ¿estamos en condiciones de pedir algo a Dios? ¿Dios sí nos escuchará? Así responde San Alfonso:
“La oración del humilde atraviesa las nubes… y no se retira hasta que la mire benigno el Altísimo. Y aunque el alma sea culpable de los más grandes pecados, no la rechaza el Señor, porque como dice David: ‘Dios no desprecia un corazón contrito y humillado’ ”.
Pero el corazón podrá estar humillado, y sin embargo no deja de ser un corazón sucio. ¿Cómo es que Dios va a escuchar el pedido ensuciado así por ese corazón? Dios sólo no escucha al pecador cuando sigue orgulloso, o cuando pide a Dios medios para seguir pecando, o cuando pide a Dios la salvación pero “sin deseo de salir del estado de pecado en que se encuentra”.
No obstante, si el pecador cayó “por fragilidad, o por empuje de una fuerte pasión”, y ese pecador es el primero “en gemir bajo el yugo del demonio y en desear que llegue por fin la hora de romper aquellas cadenas y salir de tan mísera esclavitud”, si ese pecador pide la “ayuda al Señor, y si esta oración fuere constante, Dios ciertamente lo oirá, pues dijo Él: ‘Todo el que pide recibe y el que busca encuentra’. Comentando estas palabras un autor antiguo dice: Todo el que pide… sea justo, sea pecador”.
“Más poderosa es la oración que la amistad”, recuerda San Alfonso que decía San Juan Crisóstomo. Por tanto, explicaba Plinio Corrêa de Oliveira, si una persona es amiga de Dios, es decir está en gracia, pero no reza, ése perderá la gracia y la amistad con Dios. En cambio el pecador que reza con perseverancia, alcanzará el favor del Señor.
“Lo mismo enseña San Basilio, el cual categóricamente afirma que también los pecadores consiguen lo que pide, si oran con perseverancia”.
¿Dios es padre de los pecadores? “San Jerónimo sostiene (…): ‘El pecador puede llamar padre a Dios y será su Padre y si persiste en acudir a Él con la oración será tratado como hijo’. Pone el ejemplo del hijo pródigo el cual, aún cuando todavía no había alcanzado el perdón, decía: ‘Padre mío, pequé’”. San Agustín razona muy bien cuando dice que si Dios no oyera a los pecadores, inútil hubiera sido la oración de aquel humilde publicano que le decía: ‘Señor, tened piedad de mí, pobre pecador’. Sin embargo, expresamente nos dice el Evangelio que fue oída su oración y que salió del templo justificado”.
Evidentemente, es mejor que todas nuestras oraciones se hagan por medio de la Virgen bendita, Auxilio de los Cristianos. Cuando oramos por su intermedio, Dios no ve nuestra miseria, sino la grandeza y bondad de su Madre, que intercede por uno de sus hijos.
Por Carlos Castro
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1 San Alfonso María de Ligorio. La Oración, Gran Medio de Salvación. Caballeros de la Virgen. Bogotá. 2006. Todas las citas son tomadas de esta obra.
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