León XIV en la audiencia general continuó con el ciclo de catequesis jubilares que lleva el título “Jesucristo nuestra esperanza”.
Foto: Screenshot Youtube Vatican News
Redacción (15/10/2025 10:44, Gaudium Press) Hoy en la audiencia general en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV continuó su ciclo de catequesis jubilares titulado “Jesucristo, nuestra esperanza”, centrando su intervención en el tema “La resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual”. En esta cuarta etapa, ha subrayado que “el Resucitado es la fuente viva de la esperanza humana”.
El Pontífice ha recordado que las catequesis del Año jubilar han recorrido la vida de Jesús “desde el nacimiento a la muerte y resurrección”, lo que ha permitido que “la peregrinación en la esperanza encuentre su fundamento firme, su camino seguro”. En esta última parte del itinerario, ha señalado, “dejaremos que el misterio de Cristo, que culmina en la Resurrección, libere su luz de salvación en contacto con la realidad humana e histórica actual, con sus preguntas y sus desafíos”.
León XIV ha descrito la existencia humana como “una situación paradójica”, en la que las personas “quisiéramos ser felices, pero es muy difícil conseguirlo de forma continuada y sin sombras”. “En el fondo, sentimos que siempre nos falta algo”, dijo. Sin embargo, ha recordado que “no hemos sido creados para la falta, sino para la plenitud, para disfrutar de la vida y de la vida en abundancia”, evocando las palabras del Evangelio de san Juan: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
Según el Papa, la plenitud que anhela el corazón humano “no se encuentra en los roles, ni en el poder, ni en el tener”, sino “en la certeza de que alguien se hace garante de este impulso constitutivo de nuestra humanidad”. Esa certeza, ha dicho, “coincide con la esperanza”, y ha distinguido entre esperanza y optimismo: “El optimismo nos decepciona, mientras la esperanza promete y cumple”.
“Jesús Resucitado es la garantía de esta llegada”, ha afirmado León XIV. “Él es la fuente que sacia nuestra sed ardiente, la sed infinita de plenitud que el Espíritu Santo infunde en nuestro corazón”. Para ilustrar esta idea, ha comparado al Resucitado con “una fuente de agua” que “sacia y refresca a las criaturas, riega la tierra y hace fértil lo que de otra forma sería árido”.
El Papa ha citado a san Agustín para expresar el deseo inagotable de Dios presente en el corazón humano: “Exhalaste tu fragancia y respiré, y ya suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz” (Confesiones, X, 27, 38).
León XIV ha afirmado que “Jesús, con su Resurrección, nos ha asegurado una permanente fuente de vida: Él es el Viviente, el amante de la vida, el victorioso sobre toda muerte”. De este modo, ha explicado, el Resucitado “es capaz de ofrecernos alivio en el camino terreno y asegurarnos la quietud perfecta en la eternidad”.
Sin el amor de Cristo, la vida es un viaje sin meta
El Pontífice ha proseguido subrayando que Cristo no ofrece “una respuesta desde arriba”, sino que “se hace nuestro compañero en este viaje a menudo cansado, doloroso, misterioso”. “Solo Él puede llenar nuestra jarra vacía, cuando la sed se hace insoportable”, ha dicho.
En este sentido, ha advertido que “sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta, un trágico error con un destino perdido”. “Somos criaturas frágiles —ha recordado—. El error forma parte de nuestra humanidad, es la herida del pecado que nos hace caer, renunciar, desesperar. Resurgir significa volver a levantarse y ponerse de pie”.
Finalmente, León XIV ha concluido que “el Resucitado garantiza la llegada, nos conduce a casa, donde somos esperados, amados, salvados”. De la Resurrección de Cristo, ha afirmado, “brota la esperanza que nos hace gustar anticipadamente, no obstante las fatigas de la vida, una quietud profunda y gozosa: aquella paz que Él solo nos podrá dar al final, sin fin”.
Con información de Infocatólica
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