La muerte de George Floyd generó conmoción. Sin embargo algunas protestas derivaron en sedición y ataque a símbolos. ¿Cuál es el papel de la Iglesia?
Luis Fernando Ribeiro (14/06/2020 16:42, Gaudium Press) Tras casi tres semanas de su ignominiosa muerte, George Floyd todavía abunda en titulares de prensa. Después de intentar comprar un paquete de cigarrillos con un billete falso de 20 dólares, fue interceptado y asfixiado por la rodilla de un policía. Paradójicamente, Floyd había perdido su empleo de guardia de seguridad por causa de la pandemia.
Y en Estados Unidos inmediatamente se desplegó la bandera del antirracismo. El movimiento Black Lives Matter (Vidas negras importan) resucitó repentinamente, organizando protestas por la muerte lamentable de ese afro-americano. A la manera de un tsunami, manifestaciones de todos los matices pulularon por varias ciudades, sobre todo en los países conocidos como civilizados.
Nada más recurrente que exhibir carteles de protesta. Lutero tal vez haya sido quien inauguró esa manera de protestar al fijar las 95 tesis en la iglesia de Wittenberg. Nació entonces la revolución protestante. Y hoy día la protesta ha “evolucionado” a la lucha armada llegando a un crecimiento de la violencia sin precedentes.
Antes que el racismo existe la discriminación
En fin, todos sabemos que el racismo es injustificable porque simplemente nadie puede ser calificado por su genética. Jesús nos enseñó que debíamos predicarle a todos los pueblos sin distinción (Mc 16,15; Mt 24,14) y la Biblia exhorta varias veces a no discriminar personas (cf. 2Cr 19,7). Al fin y al cabo todos somos exiliados hijos de los mismos padres.
La discriminación de personas es en sí misma ya una transgresión; un pecado contra la justicia y contra la caridad. Pecado que puede llegar, es claro, a extremos genocidas como sucedió en la Alemania Nazi, en los gulags comunistas o en Ruanda en 1994. Si esos absurdos hieren gravemente las leyes divinas y humanas, no menos lo hace el silencio ante esas atrocidades. Lo que infelizmente no siempre es del caso. Pero esto ya es otro tema.
Contradicciones en las consecuencias del caso Floyd
El caso de Floyd fue algo individual y local pero colocado en amplificador mundial. Lo que pudo haber sido una legítima reivindicación, fue sin embargo conspurcada por innumerables contradicciones. He aquí algunas de ellas, sucintas y objetivas:
1. Ciertamente las vidas de los negros importan. Sin embargo son todas las vidas de todos los negros las que importan. Incluyendo las de los niños abortados y las de los policías negros que fueron asesinados a lo largo de la misma protesta. ¿Será entonces que hay una siniestra ideología discriminatoria contra estas personas? Todas las vidas en sí mismas poseen el mismo valor independientemente de su genética.
2. ¿Por qué algunas protestas -supuestamente democráticas y pacíficas- se valen de la barbarie para alcanzar sus objetivos? El hecho es que los vándalos terminaron destruyendo lo que el virus no logró. El esfuerzo de los trabajadores (muchos de ellos negros) también importa. Perdieron casi todo en manos de los visigodos post-modernos, los paladines de la supuesta “libertad”.
3. Irónicamente el virus debe haber tenido una mutación, ya que ahora la voz de orden no es “quédate en casa” sino “lánzate a la calle”. Y con máscaras recomendadas por la OMS. Los tumultos para depredar y saquear patrimonio público o privado, son ahora considerados como una inocente “reacción natural”.
4. El simple hecho de trasponer los sucesos americanos a otros países, en nada ayuda a combatir la discriminación. Al contrario, le echa más leña a la hoguera del odio y el resentimiento.
5. Sin policía no hay polis (ciudad). Esta etimología nos recuerda que no hay orden civil sin sus guardianes, o sea, que no ha civilidad ni civilización (del latín civilis perteneciente a la ciudad). Incriminar toda la policía o promover violencia contra ella por un crimen individual, solamente va a contribuir al colapso de todas las instituciones de la sociedad, o sea a la más total anarquía.
6. La demagogia es inútil. Trudeau, Primer Ministro del Canadá, es hoy el penitente más famoso del abstracto “racismo del sistema” de su país. Pedir perdón de rodillas por las injusticias de algunos esclavistas de hace más de dos siglos no saca a nadie de la eterna barbarie.
7. Condenar a la guillotina a Cristóbal Colón o al Padre Antonio Viera como presuntos “racistas” o “fascistas”, además del vandalismo revela una profunda ignorancia histórica y también anacronismo, ya que este último fue precisamente gran defensor y evangelizador de indígenas y negros. Mientras tanto, los totems de Marx permanecen intactos por todo el mundo. Acerca de la revolución neo-iconoclasta el periódico parisino Liberation – nacido del hálito rebelde de mayo del 68 – estampó en la primera página de este pasado 11 de junio : “Caída de los símbolos”.
Crisis de los símbolos: ¿Cuál es el papel de la Iglesia?
De hecho en este momento de crisis sanitaria y financiera tenemos que prepararnos también para la crisis de los símbolos. Y bajo cierto punto de vista este colapso en la civilización es todavía más grave que los otros pues sin símbolos no se vence ninguna guerra. En otras palabras, sin modelos, sin héroes, sin mitos, sin la ayuda de lo sobrenatural, estamos destinados a una flagrante derrota. Incluso hasta los propios paganos así lo entendían claramente. Baste leer en la Iliada de Homero la batalla entre Griegos y Troyanos, marco de la civilización Occidental.
Desde el punto de vista religioso, la Iglesia Católica es llamada de una manera particular en estos momentos de tormenta de la humanidad. Hoy, una vez más se le ofrece la oportunidad de trazar el curso de la historia, ofreciendo lo que tiene de más precioso, es decir, sus propios símbolos: la liturgia, sus héroes (los santos), las campanas, los sacramentos, el arte y la música sagrada, los ejemplos bíblicos, etc., que remiten todo a lo que es esencial y absoluto: Dios. Aún más, las vidas importan precisamente porque el hombre es un «símbolo» de lo más elevado, el Altísimo, porque fue creado a su imagen y semejanza.
Ante las injusticias, la Iglesia está llamada, por lo tanto, a doblar las rodillas no para un gesto demagógico, sino para enfatizar que la vida tiene un valor superior e inmaterial, basado en la oración, el símbolo supremo de la conexión entre el hombre y Dios. Esta genuflexión es lo que necesitamos.
La Iglesia es precisamente inmortal porque es una institución-símbolo. Solo Ella puede unir a los hijos de la luz para vencer al demonio (diabolos significa «el que se separa»), con el símbolo (symbolsos significa el que se reúne) de la cruz, incluso si es escándalo o locura para los hijos de la oscuridad (cf. 1Co 1.23).
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