sábado, 23 de noviembre de 2024
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También pensaron en su renuncia Pablo VI y Juan Pablo II

Es claro que la renuncia de un Papa no se puede comparar con la renuncia de un presidente.

Juan Pablo II

Redacción (28/10/2021 14:52, Gaudium Press) Es claro que la renuncia de un Papa no se puede comparar con la renuncia de un presidente. Con el Papa miles de millones de personas generan un profundo vínculo espiritual y de alguna manera ponen su felicidad en sus manos, algo que así no ocurre con nadie en esta tierra.

Incluso, aunque se sepa que pronto tendrá un reemplazo, la renuncia de un Papa es un hecho que a todos conmociona, y que incluso a algunos puede traer una cierta incertidumbre.

Por eso, saber que antes de Benedicto también pensaron renunciar, en los tiempos recientes, Juan Pablo II y Pablo VI – según cuenta Nelson Castro en su libro La Salud de los Papas – , puede ir dándole a ese hecho un cierto carácter de ‘institución’. (Para su investigación Nelson Castro tuvo acceso al Archivo Secreto Vaticano)

La operación de próstata de Pablo VI

Los argumentos en favor de la renuncia parecen evidentes, incluso teniendo en cuenta que de acuerdo al código canónico un obispo en funciones está obligado a presentar su renuncia a los 75 años, sea esta aceptada o no.

También hay argumentos en contra de una renuncia forzosa o forzada, o de la mera renuncia, en el sentido de que el papado vitalicio es fuente de estabilidad, y apaga ciertas pugnas, movimientos y corrientes de los que no llega a estar carente ni siquiera la Barca de Pedro.

Para profundizar en el tema, vale la pena conocer las circunstancias en que estos dos Papas mencionados pensaron en renunciar: Pablo VI sería pronto sometido a una operación de próstata, y él pensó que de esta intervención podría salir con daño neurológico. Si ocurría un daño serio, el Papa Montini había dejado dos cartas que debían ser publicadas. Cuenta Nelson Castro, en entrevista a Aleteia, que a su vez Juan Pablo II llegó incluso a establecer directrices de procedimientos a realizar para en determinado caso tornar efectiva su renuncia.

Es claro, un Papa con una afectación neurológica grave, parecería no estar en condiciones normales de regir la Iglesia.

Pero justamente el Parkinson que agobió al Papa polaco los últimos años de su vida, traía conexas complicaciones en sus facultades. Y sin embargo, la Iglesia continuó, sobreaguó, y él quiso dar al mundo ejemplo de un dolor cristianamente sobrellevado, cargando sobre sí con las responsabilidades del más alto cargo de la Tierra.

Es claro, aquí es importante tener sobre todo una visión sobrenatural. Si de alguien Dios entiende de su salud es de un Papa, que es vicario de Cristo para nosotros los mortales. En manos de la Providencia divina está todo, y también todos y cada uno de los cabellos de la cabeza de un Papa. Ciertamente, la gran mayoría de los 264 papas de la Iglesia han visto sus fuerzas físicas y mentales disminuir a medida que se acercaba el final de sus días. Y en esos momentos se hizo más visible la asistencia de Cristo a su Esposa mística la Iglesia. Pero hace parte de la Providencia divina también, las buenas disposiciones que de acuerdo a la recta razón se dan los hombres para el buen andamiento de la sociedad, sea esta civil o espiritual.

No obstante, el tema está planteado, y serán solo los propios interesados quienes definan o no cualquier cosa al respecto: los Papas. (SCM)

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