Claramente lo dijo Francisco Díaz, director de la Policía y consuegro de Ortega: las procesiones en honor a San Jerónimo estaban prohibidas.
Redacción (05/12/2023 08:08, Gaudium Press) Las tradicionales fiestas de San Jerónimo en Masaya, al suroccidente de Managua, son de las más emblemáticas s de Nicaragua. Estas iniciaban el 20 de septiembre con el descenso de la imagen de San Jerónimo de su nicho en la parroquia del mismo nombre, que salía luego en procesión a las calles.
Aunque el ‘período fuerte’ iba del 20 de septiembre al 7 de octubre, de hecho las festividades se prolongaban hasta principios de diciembre: el domingo pasado se realizó el concurrido baile conclusivo en la avenida real de San Jerónimo, bailes que buscan honrar al Patrono. Eran unas fiestas populares con gran participación de la Iglesia. Pero en este año no la hubo: todo se redujo a las eucaristías más o menos habituales, y alguna que otra procesión al interior de un templo. El propio San Jerónimo, bajó de su nicho pero no salió ni al atrio.
Todo, por obra y gracia de la persecución de Ortega a la Iglesia.
Claramente lo dijo en su momento Francisco Díaz, director de la Policía y consuegro de Ortega: las procesiones en honor a San Jerónimo estaban prohibidas por razones de seguridad pública.
Los católicos sí acudieron masivamente a la iglesia de San Jerónimo el 20 y el 30 de septiembre, para depararse con un fuerte dispositivo policial intimidatorio.
Mientras tanto, el régimen Ortega buscaba favorecer todas las celebraciones ‘laicas’ de estos días. Tal vez versión ‘caribe tropical’ de los festejos a la Diosa Razón de Robespierre, y de su deseo fatuo de reemplazar la cultura cristiana por la del Vendimiario y el Brumario, que aquí sería el Ortegario.
Entre tanto, si hay algo arraigado en el pueblo nicaragüense es su fe religiosa, mucho más que en la decadente Francia pre-Revolución. Y la persecución no hace sino afirmarla. (CCM)
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