La carta de una monja, un paseo por la ciudad y la nota de la Conferencia Episcopal Italiana de ayer muestran nuevas luces sobre lo que es realmente esencial durante la pandemia
Redacción (27-04-2020 10:46, Gaudium Press) El artículo Misas públicas suspendidas: el gran Viernes Santo de la Iglesia suscitó algunos comentarios en redes sociales y vía e-mail. Las observaciones eran las más diversas, pero el tono general era: “Tengo añoranzas de la Eucaristía”… Sentimiento comprensible, nadie lo puede negar.
Entre los mensajes, nos llegó también la crítica de una religiosa. Comentaba ella que, en estos tiempos de pandemia, lo esencial sería preservar la vida a todo costo. Luego, argumentaba ella, sería necesario mantener la prohibición de las misas públicas para evitar la propagación del nuevo coronavirus. Y concluye: sin la vida, al final, es imposible realizar el culto divino.
El silogismo aparentemente irreprochable contenía una cuestión de fondo: las iglesias, como templos, ¿son indispensables? ¿Es esencial que estén abiertas? ¿Son ellas un factor más para la crisis pandémica…? ¿Y es de eso que realmente se trata?
Un paseo me revela lo que es esencial
A pesar de la cuarentena, tuve que salir esta semana para hacer compras, como la mayoría de la población común.
¿Panadería: el pan es esencial?
Cruzando la esquina, luego divisé una panadería con las puertas abiertas. Al final, “el pan nuestro de cada día” es esencial. En aquel momento, me acordé de la monja y de sus quejas en cuanto a la apertura de las iglesias. En paralelo, como que por intuición, me acordé también de la frase de Jesús: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4; cf. Dt 8,3). En esa línea, pues, si esencial es el pan de los hombres, ¿qué decir del Pan de los Ángeles, la Eucaristía?
Banco: ¿el dinero es esencial?
Más adelante, noté que un banco también estaba abierto. En aquel día de reflexiones, otro pasaje de la Escritura me vino a la mente: “No juntéis para vosotros tesoros en la tierra […] sino juntad para vosotros tesoros en los cielos” (Mt 6,19-20). Y todavía: “Dónde está tu tesoro ahí estará también tu corazón” (Mt 6,21). Pues bien, si la economía es indispensable en tiempos de pandemia, ¿no sería más esencial aún pensar en la vida eterna?
Correos: ¿las cartas son esenciales?
Las puertas de los correos estaban abiertas de par en par… Precisamos, finalmente, recibir material comprado por internet, así como correspondencias en general. Pero si “la letra mata y el espíritu da la vida” (2Cor 3,6), ¿por qué entonces la “muerte” de las palabras humanas sería esencial, pero no el Verbo de Dios que se hizo carne?
Farmacia: ¿los remedios son esenciales? ¿y construir?
Nadie duda que las farmacias deben estar abiertas, mayormente en períodos de pandemia. En efecto, las encontré todas disponibles; algunas 24 horas. Son esencialísimas. Pero si hay tantos enfermos por covid-19, el número de enfermos espirituales no es menor. De hecho, Jesús dijo: “No son los que tienen salud que precisan de médico, sino los enfermos. Yo no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mc 2,17). ¿No es también esencial tratar de esos enfermos de alma?
Para mi sorpresa, también una tienda de material de construcción estaba abierta. En ese sentido, el salmo 126 (1) es muy elocuente: “Si el Señor no construye la casa, en vano laboran sus constructores”. ¿Si son esenciales las piedras para una edificación, qué decir de Jesús, la piedra angular (cf. Ef 2,20)?
Pet-shops: ¿son esenciales?
Con la pandemia, los animales tampoco pueden morir de hambre. Por eso, justificadamente, los pet-shops estaban de puertas abiertas. Me acordé, sin embargo, del consejo de Jesús: “Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni rastrillan en graneros. Y, sin embargo, vuestro Padre celeste las alimenta. Ahora, ¿no valéis vosotros más que ellas?” (Mt 6,26). Si las mascotas son esenciales, ¿qué decir de nuestras almas?
Ropas: ¿son esenciales?
La barbería estaba, entretanto, cerrada: no me pude cortar el cabello, el cual, a estas alturas de la cuarentena, estaba bien desaliñado por falta de arreglo. La solución por ahora sería usar un sombrero para disimular un poco… menos mal que la tienda de ropas estaba abierta. Viendo toda aquella exposición de moda me acordé todavía de las palabras de Jesús: “¿Y con la ropa, por qué andáis preocupados? Aprended de los lirios del campo, como crecen, y no trabajan ni hilan. […] Si Dios viste así la hierba del campo, que existe hoy y mañana será lanzada al horno, ¿no hará él mucho más por vosotros, hombres débiles en la fe?” (Mt 6,28.30). Era forzoso para mí la compra del sombrero; con todo, para el Divino Maestro, la fe es aún más importante… ¡ella es esencial!
Comida: ¿es esencial? ¿y las noticias?
Llegué, por fin, al supermercado. Lleno, además. Sin sorpresas, pues todos precisamos de comer. El régimen de seguridad sanitaria allá era bien relativo, por no decir el mínimo. Sea como sea, es claro que no somos paganos, cuyo “dios es el vientre”… (Fl 3,19). Compré con racionalidad, sin precisar armar un stock, pero me quedé pensando: ¿dónde está Dios en todo ese caos?
En el camino de regreso, percibí también que las tiendas de diarios también estaban abiertas. La información también es indispensable. Solo que el paseo transcurrió como en un instante, “como una sombra, como noticia fugaz” (Sb 5,9). De hecho, todo en este mundo pasa, también las informaciones…
¿Y la iglesia estaría abierta?
Por último, en un mix de frustración y nostalgia, quise pasar por una iglesia cerca de casa. Al final, solo lo Absoluto, por definición, es absolutamente indispensable. Solo Él es totalmente esencial, pues es el propio Ser Subsistente.
La iglesia, para mi sorpresa, continuaba cerrada. De hecho, no solo las celebraciones de la Eucaristía fueron suspendidas hace más de un mes en Brasil, sino todos los demás sacramentos, excepto en casos de urgencia. En Italia, dígase de paso, la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) lanzó ayer (26/4/2020), una nota de protesta al primer ministro italiano en cuanto a las directrices de salida gradual de la cuarentena. Las nuevas normas prevén la reapertura de diversas modalidades de comercio (como tiendas de joyas y de zapatos) y otras actividades (deportivas, por ejemplo), pero todavía vetaba la celebración de las misas. En la nota la CEI defiende el derecho constitucional a la libertad de culto y la importancia de la Iglesia en tiempos de emergencia, en particular en relación a los pobres, cuyo significado “nace – declara la nota – de una fe que debe nutrirse de sus fuentes, en particular por la vida sacramental”.
En fin, no conseguí rezar como quería, pero comprendí, por comparación, cuánto la Santa Misa es esencial. Me quedé convencido, además, que si una panadería, un banco, correos, farmacias, tiendas de material de construcción, tienda de ropas y joyas, supermercados, pet-shops tienen condiciones de mantener un mínimo de higiene para evitar contagios, ¿por qué no la Iglesia? ¡Sí, aquella misma que el Apóstol llamó de “gloriosa, sin mancha ni ruga” (Ef 5,27)!
Una intuición resume para mí lo que es esencial
Volví a casa y la pregunta de la monja todavía martillaba en mi cabeza. Por intuición, percibí que, en realidad, lo que ella proponía era un falso dilema: no existe contradicción entre preservar la vida terrena y buscar la vida eterna.
En aquel día lleno de inspiraciones, me acordé también de otra frase del Divino Maestro: “¿De qué sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su propia alma”? (Mc 8,36). Frase esencial para los días de hoy…
Por Luis Fernando Ribeiro
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