viernes, 22 de noviembre de 2024
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Transfiguración: Anuncio de la realidad futura

Desde el primer instante en que Jesús fue concebido en el seno virginal de María, su Alma estaba en la visión beatífica y tenía, por tanto, la máxima gloria que un hombre podía alcanzar.

Transfiguracao Tabor

Redacción (06/08/2024, Gaudium Press) Un detalle que llama la atención de la Transfiguración: Jesús sólo llevó a tres a un lugar apartado. ¿Por qué habría actuado de esa manera? Podía haberse llevado al monte Tabor a los Doce, a los discípulos y a las Santas Mujeres, para que también fueran testigos de ese acontecimiento. Y después haberles explicado la razón de la Transfiguración, haciendo evidente e irrefutable su condición divina. Sin embargo, únicamente separó a esos tres, Pedro, Santiago y Juan. Con ello nos está revelando su amor al principio de la mediación. A menudo, Dios da algunas gracias sólo a unos pocos con la intención de que éstos transmitan después a los demás tal o cual experiencia sobrenatural. De ese modo la Providencia nos indica cómo es necesario, para no vacilar en nuestra propia fe, confiar en la de otro o fortalecerse con el ejemplo de quien posee una fe más robusta.

Un milagro didáctico

 … y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Desde el primer instante en que Jesús fue concebido en el seno virginal de María, su Alma estaba en la visión beatífica y tenía, por tanto, la máxima gloria que un hombre podía alcanzar. Ahora bien, según la doctrina unánime de la teología, cuando el alma ve a Dios cara a cara y retoma su cuerpo, le confiere el estado glorioso.  Por ese motivo, Jesús debería tener, habitualmente, un cuerpo glorioso. Hizo un milagro negativo durante toda su vida, aboliendo el esplendor que le cabía tanto por estar su Alma en la posesión constante de la visión beatífica, como por no tener personalidad humana, sino únicamente divina. ¿Por qué? Porque quiso hacerse sufriente y pasar los treinta y tres años de su permanencia en esta tierra, hasta la Resurrección, con un Cuerpo padeciente, para cumplir la voluntad del Padre, al ofrecerse como víctima sin mancha por la salvación de la humanidad. Por eso, sólo en ciertas ocasiones y únicamente cuando era necesario, tuvo como milagroso lo que es propio a las dotes de un cuerpo glorioso. Uno de esos momentos fue su nacimiento, ya que mostró en sí mismo un indicio de la sutileza ―o sea, el poder de traspasar la materia sin encontrar resistencia― y pasó del claustro materno a los brazos de María sin alterar la integridad de su Madre, ni tocar su carne purísima y santísima, ni siquiera su ropa.

Entonces, ¿qué sucedió en el Tabor? El Salvador quiso aquí darnos una idea de nuestra felicidad, cuando entremos en el Cielo en cuerpo y alma. Transfiguración es un término creado por la Iglesia para expresar lo que ocurrió en aquel episodio y también lo que nos pasará cuando resucitemos. El cuerpo tendrá ciertos hábitos y cualidades como resultado de la gloria del alma y ésta, con el lumen gloriæ, verá a Dios tal cual es.

El Prefacio litúrgico de esta fiesta interpreta con la inigualable voz de la Iglesia dicho pensamiento: “Cristo, nuestro Señor, manifestó su gloria a unos testigos predilectos, y les dio a conocer en su Cuerpo, en todo semejante al nuestro, el resplandor de su divinidad. De esta forma, ante la proximidad de la Pasión, fortaleció la fe de los Apóstoles, para que sobrellevasen el escándalo de la Cruz, y alentó la esperanza de la Iglesia, al revelar en sí mismo la claridad que brillará un día en todo el cuerpo que le reconoce como Cabeza suya”. Al usar tan admirable precisión de lenguaje, esta oración explica cómo, de hecho, Cristo no asumió su cuerpo glorioso en esa ocasión, sino que únicamente hizo ver una de sus características, la claridad. Santo Tomás7 afirma que realizó el milagro de la Transfiguración y desveló su gloria continuando con un Cuerpo padeciente igual al nuestro. Cuando venga al final de los tiempos, esa gloria será mayor que la del monte Tabor, en donde solamente apareció una pálida imagen del esplendor futuro.

(…)

Aceptemos la invitación

En esta Liturgia se nos deja claro que el objetivo del divino Maestro en la Transfiguración era hacer que sus tres elegidos conservasen el recuerdo de aquella imponente escena, sobre todo de las gracias místicas recibidas, como un flash de la gloria, proveniente de su divinidad y de su Alma, reflejada en su Cuerpo, para que les fuera más fácil atravesar el gran drama de la Pasión que estaba por llegar. ¿Y qué efecto tiene la Transfiguración sobre nosotros? Ya creemos en la Resurrección del Señor, la Pasión no nos perturba —al contrario, es un consuelo en nuestros sufrimientos— y la Iglesia nos proporciona la doctrina exacta sobre el Reino de Dios. ¿Qué puede acrecentar a nuestra fe?

También nosotros nos transfiguramos

Nacidos en estado de maldición, separados de Dios por el pecado original, incapaces de entrar en el Cielo, también nosotros tenemos con el Bautismo una primera transfiguración: adquirimos una figura que no teníamos,10 porque el demonio es expulsado, la mancha original borrada, un sello es grabado en nuestro corazón —el carácter de cristiano— y a partir de ahí comenzamos a configurarnos con Jesucristo. Para alcanzar por completo su altura y su fuerza recibimos los sacramentos de la Confirmación y de la Eucaristía.11 Hay otros elementos que cooperan para nuestra sucesiva configuración: la cruz va modelando el alma, la oración obtiene gracias para su perfeccionamiento, y la vocación específica de cada uno es el camino especial trazado por la Providencia para que nos parezcamos aún más a Jesús. Así pues, la vida se vuelve un continuo transfigurarse, hasta identificarnos plenamente con Él, meta de todo cristiano.

Un auxilio para la transfiguración completa

Y de la misma forma que Jesús favoreció a los tres Apóstoles con la experiencia de la Transfiguración, también en nuestra vida espiritual son frecuentes las consolaciones sobrenaturales y las diversas gracias místicas y sensibles que nos fortalecen, cualquiera que sea el camino que escojamos en dirección hacia la santidad. Tales gracias nos hacen experimentar en el fondo del alma algo de la realidad futura, dándonos añoranzas del Cielo, a pesar de no conocerlo.

(Tomado, con adaptaciones, de caballerosdelavirgen.org)

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