viernes, 22 de noviembre de 2024
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Un llamado divino a la conversión

Al analizar el estado de cosas en el que se encuentra el mundo de hoy, no es de extrañar que alguien se plantee la siguiente pregunta: “¿Qué significa todo esto? ¿Son estos eventos una advertencia de Dios?”

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Redacción (22/03/2022 17:54, Gaudium Press) La liturgia del tercer domingo de Cuaresma se puede resumir bien en el refrán del salmo responsorial:

El Señor es bueno y misericordioso” (Sal 102, [103]).

El salmista proclama con entusiasmo la bondad, el perdón y el favor de Dios hacia su pueblo. Recuerda cómo el Señor perdona toda culpa y sana toda enfermedad, nos salva de la tumba y nos rodea de cariño y compasión. (Cf. Sal 102) En efecto, ¿quién puede medir el amor que Dios nos muestra?

Sin embargo, a veces se ve “obligado” – como buen Padre – a recurrir a la punición para evitar que sus hijos se desvíen del buen camino o, habiéndose extraviado, vuelvan a Él. Porque si Él no corrigiese nuestros defectos, ¿podríamos decir que Él realmente nos ama?

¡Conviértanse!

Es precisamente este aspecto el que nos amonesta del evangelio de este domingo: “convertíos”. Nuestro Señor, en toda su vida pública, recorrió ciudades y pueblos predicando la Buena Nueva y obrando toda clase de milagros y portentos. Toda esta acción del Redentor fue un instrumento para hacer evidente a los hombres la necesidad de convertirse, porque Jesús dice: el Reino de Dios está cerca. (Cf. Mt 4,17)

En el pasaje de San Lucas, escogido para este domingo, Nuestro Salvador aprovecha la ocurrencia de dos hechos catastróficos –el asesinato de unos galileos por orden de Pilatos y la caída de la torre de Siloé, provocando la muerte de dieciocho personas– para subrayar su llamamiento a la conversión.

Las personas que trajeron tales noticias a Jesús sin duda quedaron muy perturbadas y desconcertadas por estas desgracias. Sin embargo, les faltó entender que estos desastres ocurrieron para que sirvieran de ejemplo, porque “si no os convertís, todos moriréis de la misma manera”. (Lc 13,3)

Por lo tanto, vemos aquí la forma en que Nuestro Señor actúa con nosotros: está siempre buscando entrar en relación con nosotros, invitándonos a orientarnos hacia Él. A menudo se aprovecha de hechos como este para otorgarnos gracias de conversión. Y hay momentos en que durante años y años nos ha estado amonestando con advertencias, esperando nuestro arrepentimiento.

Un llamado a TODOS

¿Cuál debe ser nuestra actitud ante tales advertencias? Necesitamos tomarlas muy en serio y entenderlas como una misiva amorosa del Cielo, que nos invita a la conversión.

De hecho, cuando Nuestra Señora se apareció en Fátima en 1917, anunció la llegada de un gran castigo, si el mundo no escuchaba su voz. ¿Qué tan lejos estamos de estos eventos? Solo tenemos que mirar el abismo de maldad y ateísmo en el que se encuentra el mundo hoy para obtener la respuesta.

¿Las calamidades que presenciamos no son consecuencia de la sordera humana ante el llamado de la Reina del Cielo?

Por Jerome Sequeira Vaz

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