Cinco siglos después, la imagen de Guadalupe sigue despertando asombro, devoción y preguntas que aún no encuentran respuesta.

Foto: Archivo Gaudium
Redacción (15/12/2025 16:40, Gaudium Press) El milagro de Nuestra Señora de Guadalupe es uno de los hechos religiosos y culturales más influyentes del continente americano. Según la tradición, las apariciones ocurrieron en diciembre de 1531 en el cerro del Tepeyac, al norte de la actual Ciudad de México, apenas diez años después de la conquista del Imperio azteca. En aquel tiempo habían conflictos espirituales y sociales, los pueblos indígenas atravesaban un proceso de evangelización mientras el cristianismo comenzaba a abrirse paso entre las antiguas creencias prehispánicas.
Juan Diego y el llamado del Tepeyac
En este contexto aparece Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un indígena convertido al cristianismo que vivía en Cuautitlán. Caminaba varios kilómetros para asistir a misa y recibir instrucción religiosa. El sábado 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a la iglesia, escuchó una voz dulce que lo llamaba desde lo alto del cerro del Tepeyac. Al subir, contempló a una mujer resplandeciente, vestida con ropas semejantes a las de las princesas indígenas, pero rodeada de un aura celestial.
La mujer se presentó con palabras que marcarían la historia: “Yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive”. Le pidió a Juan Diego que acudiera ante el obispo de México, fray Juan de Zumárraga, para transmitirle su deseo de que se edificara un templo en aquel lugar, desde donde podría manifestar su amor y compasión a todos sus hijos.
Juan Diego obedeció y relató al obispo lo sucedido. Sin embargo, Zumárraga pidió una prueba que confirmara la autenticidad de la visión. Al regresar al Tepeyac, la Virgen prometió concederle una señal. Pasaron algunos días y, el 12 de diciembre, después de haber atendido a su tío gravemente enfermo, Juan Diego volvió a encontrarse con la Virgen, quien le aseguró que su tío ya había sanado milagrosamente.
El misterio del ayate
La Virgen le indicó que subiera a la cima del cerro y recogiera las flores que allí encontraría. Era pleno invierno, y aun así Juan Diego halló rosas de Castilla, imposibles de florecer en ese tiempo y en un suelo tan árido. Las cortó y las guardó en su tilma, un manto tejido con fibras de maguey conocido como ayate.
Al presentarse ante el obispo y desplegar la tilma, las flores cayeron al suelo y, en ese instante, apareció impresa sobre el tejido la imagen de la Virgen de Guadalupe, tal como se había mostrado a Juan Diego. Conmovido, Zumárraga reconoció el milagro y ordenó la construcción inmediata de un templo en el cerro del Tepeyac. La tilma fue expuesta a la veneración del pueblo y se convirtió en uno de los mayores símbolos de la fe católica en América Latina.
La tilma de Juan Diego mide aproximadamente 1,70 metros de largo por 1,05 metros de ancho y está confeccionada con fibras de agave, un material que normalmente se deteriora en un plazo de 20 a 30 años. Sin embargo, la tilma guadalupana se ha conservado en sorprendente buen estado durante casi cinco siglos, resistiendo la humedad, el polvo, el paso del tiempo e incluso atentados.
Hallazgos sorprendentes
Desde el siglo XVII la tilma ha sido objeto de investigaciones. En 1666 se iniciaron los primeros estudios canónicos y, en 1754, el papa Benedicto XIV aprobó oficialmente el culto a la Virgen de Guadalupe. Ya en el siglo XX, científicos y fotógrafos analizaron la imagen con tecnología moderna.
En 1929, el fotógrafo Alfonso Marcué descubrió en los ojos de la Virgen unos reflejos que parecían corresponder a figuras humanas, como si se tratara de una retina. Años más tarde, en 1979, el doctor José Aste Tonsmann, ingeniero peruano vinculado a la NASA, afirmó haber identificado en las pupilas reflejos de trece figuras humanas, entre ellas Juan Diego y el obispo Zumárraga, ubicadas en la posición exacta del momento del milagro. Aunque no existe consenso científico absoluto, estos hallazgos han sido interpretados por muchos como signos de origen sobrenatural.
Otro aspecto asombroso es que la imagen no presenta trazos de pintura ni pigmentos conocidos. Estudios ópticos han señalado que los colores parecen flotar sobre la superficie del tejido sin penetrar las fibras. Además, la tilma sobrevivió a un derrame de ácido nítrico en el siglo XVIII y a una explosión con dinamita en 1921 que destruyó el altar, sin causar daño alguno a la imagen.
Simbolismo guadalupano
La imagen de la Virgen encierra un mensaje simbólico comprensible tanto para los indígenas como para los españoles del siglo XVI. Su manto azul verdoso con estrellas representa el cielo y la realeza, la túnica rosada ceñida con una cinta negra indica, según la tradición nahua, que la mujer está encinta. Sus manos unidas en oración y su mirada baja expresan humildad y compasión.
Bajo sus pies aparece la luna y detrás de ella un resplandor solar, elementos que evocan la profecía bíblica del Apocalipsis y, al mismo tiempo, símbolos propios de la cosmovisión mexica. Así, la tilma unió en una sola imagen dos mundos que parecían irreconciliables, ofreciendo un mensaje de esperanza y reconciliación.
Las crónicas misioneras relatan que, tras el milagro, se produjo una conversión masiva de indígenas al cristianismo: millones pidieron el bautismo en los años posteriores. El acontecimiento se convirtió en un punto de encuentro entre culturas enfrentadas, marcando profundamente la identidad religiosa de América.
Juan Diego vivió el resto de sus días en humildad y servicio, cerca del santuario del Tepeyac, dedicado a custodiar la tilma y a recibir a los peregrinos. Falleció en 1548, a los 74 años. Fue beatificado por san Juan Pablo II en 1990 y canonizado el 31 de julio de 2002, convirtiéndose en el primer santo indígena de América.
La Basílica de Guadalupe hoy
Actualmente, la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe es uno de los centros de peregrinación más visitados del mundo. Millones de fieles acuden cada año para venerar la tilma y agradecer favores recibidos. La imagen original se conserva detrás de un vidrio antibalas, en un sistema que permite a los peregrinos observarla en movimiento.
Más allá de lo religioso, la Virgen de Guadalupe es un símbolo nacional de México, presente en su historia, su arte y su cultura. Ha sido invocada como protectora en momentos decisivos de la nación y representa, para millones de personas, la cercanía de Dios y la dignidad del ser humano.





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