lunes, 08 de septiembre de 2025
Gaudium news > Una vida entre el fuego y la fe: el testimonio de la hermana Paula, antes ingeniera y bombera

Una vida entre el fuego y la fe: el testimonio de la hermana Paula, antes ingeniera y bombera

Desde el monasterio de Armenteira, una religiosa que fue ingeniera forestal comparte su mensaje tras una de las peores olas de incendios en España.

68bc378edeb66

La Hermana Paula Tellez, en el centro, de blanco, cuando se conmemoraban 25 años de su profesión religiosa

Redacción (08/09/2025 11:33, Gaudium Press) Con el cierre del mes de agosto también se pone punto final a una de las peores oleadas de incendios en la historia de España. El balance, aunque algo más leve de lo que se temía inicialmente, deja un gran dolor: cuatro fallecidos, alrededor de 50 heridos y más de 336.000 hectáreas arrasadas, principalmente en Castilla y León, Extremadura y Galicia.

Desde el monasterio gallego de Armenteira, la hermana Paula Téllez, cisterciense —orden monástica católica fundada en 1098 en Francia como una reforma de la vida monástica benedictina— con 25 años de vida religiosa, ofrece un poderoso mensaje de paz y consuelo a quienes se han visto afectados por las llamas. Su testimonio no parte de la teoría, sino de la experiencia, antes de abrazar la vida monástica, ejerció como ingeniera de montes y combatió los incendios de cerca, tanto desde tierra como desde el aire.

Una vida antes de la clausura

Estudié ingeniería de montes en Madrid. Después trabajé cinco años en la Xunta de Galicia, tres en repoblaciones y dos en incendios”, recuerda. En aquel tiempo, vivió de primera mano algunos de los episodios más críticos: “He estado en muchos incendios, pero mi labor no era estar en las mangueras, sino coordinando los medios. Fue hace 28 años”.

Las cifras eran dramáticas: en 1985 más de 480.000 hectáreas fueron arrasadas, en 1989 se registró el mayor número de incendios en la historia, y 1994 quedó marcado por la magnitud y concentración de los fuegos. “Con muchísimo dolor. Recuerdo que la gente con la que trabajaba daba todo lo que tenía y todo lo que era. Si había que doblar turnos, ahí estaban, cansadísimos, ‘pero no se preocupe que aquí estamos hasta que esté bien apagado’. No tengo más que palabras de agradecimiento porque mi trabajo dependía de ellos. Eran personas muy responsables. Fueron años muy bonitos”, afirma con gratitud.

Prevención y conciencia

Hoy, cuando se habla con insistencia de que la mejor forma de combatir el fuego es la prevención, la hermana Paula lo confirma: “La parte de hacer tareas de limpieza de montes, de pistas forestales, es muy importante. Si no hay acceso de puntos de agua para las motobombas, por ejemplo, es imposible hacer nada. Y también las labores de concienciación”.

Incluso relaciona las palabras del Evangelio con la tragedia: “El fuego del que habla Jesús es el fuego del amor, de que arda y se consuma todo daño, mal e injusticia. Así lo viví yo, concienciando a las personas de que estamos en un nivel infrahumano”.

Entre el miedo y la oración

Los recuerdos de los días más duros siguen vivos en ella: “El recurso, para mí, era la oración y estar al lado de las personas y familias que lloraban. Recuerdo las llamas cerca de una casa y la señora con un ataque de nervios. Impresiona”.

No olvida su primera experiencia aérea: “La primera vez que subí era un helicóptero muy pequeño en un incendio muy grande. Me ofrecieron subir para hacerme una idea, porque se veía bien. Aterrizaron rápido, fui agachada para no darme con las hélices. Y perdí las llaves del Land Rover. Luego aparecieron”.

Su fuerza venía siempre de la cercanía con los demás: “Lo que más me movía era lo humano, el estar cerca de la persona con la base de Dios, de ser buena noticia, de estar al lado, de que hay esperanza y de llevar la oración”.

El paso al monasterio

Tras años de trabajo, respondió al llamado de Dios. Su fe, cultivada desde la infancia en el seno de una familia del Camino Neocatecumenal, la llevó a profesar como cisterciense en Armenteira, españa. Un salmo, en particular, marcó su vida: “Pero tú Señor has puesto en mi corazón más alegría, que si abundara en trigo y en vino” (Sal 4,8). También la acompaña la exhortación de San Pablo a Timoteo: “Desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras, que te guiarán a la salvación por medio de la fe en Jesucristo”.

Cuando ingresó al monasterio, muchos de sus antiguos compañeros la visitaron: “Las hermanas se quedaron alucinadas de cuánto me querían. Hace poco estuvo uno de ellos”.

Una orden en transformación

Hoy, la orden cisterciense atraviesa un momento complejo. “La orden está derivando hacia América y Asia. En Europa son comunidades pequeñas y envejecidas, también en Norteamérica. Se cierran monasterios emblemáticos como Nuestra Señora del Desierto en Francia”.

Reconoce la crisis vocacional: “Vocaciones jóvenes hay poquísimas. La gente entra muy mayor, estamos expectantes”. Sin embargo, se muestra convencida de que es un tiempo de renovación, “Estoy convencida de que esto está ‘para vino nuevo en odres nuevos’”.

Combates espirituales

Si antes combatía las llamas, hoy sus batallas son interiores: “Los fuegos o el combate. Un combate interior. Enfrento el fuego de la ira, de cuando me enfado y las cosas no son como me gustaría, cuando no puedo tenerlo todo bajo control. Es un combate espiritual”.

La vida comunitaria tampoco está exenta de retos: “Una vez que llegas al límite de lo humano, que se llega pronto, hay que pedir la ayuda de Dios para que nos ayude a trascenderlo y resistir desde la bondad. Sin perdón, es imposible, y ese perdón viene de Dios”.

A pesar de las dificultades, la hermana Paula transmite un hermoso mensaje: “Hoy parece que lo que más hay en el mundo es oscuridad, horror y maldad. No es verdad. Hay quien, desde pequeños, no han conocido otra vida, pero pueden acercarse a un monasterio o una iglesia donde ven luz, acogida y paz”.

Y concluye con la convicción que ha llenado su vida: “La naturaleza tiene una capacidad increíble de regeneración. Increíble. El mar, los montes o el volcán de la Palma. La naturaleza es un símbolo de Dios. Cristo resucitó, la naturaleza se regenera de forma increíble, y las personas, apoyadas en Cristo, también. Esa es mi voz”.

La vida de la hermana Paula recuerda que, incluso en medio de las dificultades, siempre es posible sostenerse en la fe y sobre todo en la solidaridad. Su experiencia une el compromiso humano con la esperanza cristiana, ofreciendo una voz serena que invita a confiar en la fuerza de Dios y en la capacidad de las personas para levantarse y comenzar de nuevo.

Con información de Religión en Libertad

Deje su Comentario

Noticias Relacionadas