Son Mons. Andrea Jin Daoyuan, Mons. Joseph Zhu Baoyu, y Mons. Giuseppe Ma Zhongmu Nel, el único obispo en el mundo de etnia mongola.
Ciudad del Vaticano (23/05/2020 15:51, Gaudium Press) La Santa Sede ha informado de la muerte reciente de tres obispos de origen chino, unidos por una sublime característica: los tres sufrieron persecución por parte de las autoridades comunistas de su país. Todos también tuvieron una larga vida de servicio a Dios.
En orden cronológico de su deceso, el primero es Mons. Andrea Jin Daoyuan, obispo ‘sin jurisdicción’ de la diócesis de Changzhi/Luan,en Shanxi, en China Continental”, nae el 13 de junio de 1929 y muere el pasado 20 de noviembre. Tenía por tanto, 90 años. Fue encarcelado en la década del 50 y estuvo en prisión por casi 13 años. Se destaca de su labor, el empeño en la construcción de varios lugares de culto en la diócesis de Changzhi – Luan, y su fructífero empeño en la pastoral vocacional, contribuyendo a formar muchos sacerdotes y religiosos.
Mons. Giuseppe Ma Zhongmu Nel, el único obispo de etnia mongola en el mundo, murió el 23 de marzo pasado y tenía 101 años. En 1958 fue conminado a adherirse a la oficialistas Asociación Patriótica Católica China, y como se rehusó, fue condenado a realizar trabajos forzosos durante 10 años. Liberado, no lo fue por entero, pues se le obligó a trabajar como obrero en una planta de aguas y solo en 1979 retomó sus labores pastorales en el sacerdocio. Era obispo emérito de Yinchuan/Ningxia, no reconocido como tal por el gobierno chino.
Escribió para su etnia un catecismo y otros textos doctrinarios. En el año 2005 dejó sus labores pastorales como obispo, pero no como pastor, pues con la ayuda de algunos fieles se dedicó a la traducción al mongol de Nuevo Testamento y del Misal Romano.
Mons. Joseph Zhu Baoyu, falleció el 7 de mayo pasado cuando tenía 99 años.
Ordenado sacerdote en 1957, y obispo en 1995, ocupó la sede de Nanyang hasta el 2010, cuando se retiró a la edad de 89 años. Obispo de la Iglesia clandestina, pasó numerosos años en prisión y en campos de ‘reeducación’.
Quieran los tres prelados fallecidos, gloria de la Iglesia universal, interceder por su pueblo que tanto sigue sufriendo la persecución religiosa.
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