Aborto, eutanasia, maternidad subrogada, operaciones de cambio de sexo, múltiples temas son abordados en la Declaración.
Redacción (08/04/2024, Gaudium Press) La Santa Sede, vía Dicasterio para la Doctrina de la Fe, ha publicado la Declaración Dignitas infinita, sobre la “dignidad humana”, un documento que se viene trabajando en tal Dicasterio desde el 2019.
El escrito habla de una “dignidad ontológica” del ser humano, “por el mero hecho de existir” y haber sido querido, creado y amado por Dios. De una “dignidad moral” que es el ejercicio de su libertad, la cual se ha usado también de forma indigna contra el designio del amor de Dios. De una “dignidad social” cuando se dan –o no– “las condiciones mínimas para que una persona viva de acuerdo con su dignidad ontológica”. Y de una “dignidad existencial” que sería una experiencia personal de llevar una “vida ‘digna’” o una “vida ‘indigna’”.
El texto prioriza “el valor inalienable de esa dignidad ontológica enraizada en el ser mismo de la persona humana y que subsiste más allá de toda circunstancia”.
Después de citar textos bíblicos referentes a la dignidad humana, hace un recorrido histórico del pensamiento cristiano sobre el particular, declarando que “la Iglesia anuncia, promueve y se hace garante de la dignidad humana”, algo necesario, pues como decía Benedicto XVI, “sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana. Después de todo, dicho abuso de la razón fue lo que provocó la trata de esclavos en primer lugar y otros muchos males sociales, en particular la difusión de las ideologías totalitarias del siglo XX”.
El documento aborda algunas violaciones graves de la dignidad humana que son de especial actualidad: el drama de la pobreza, la guerra, las condiciones del trabajo de los emigrantes, la trata de personas, los abusos sexuales, la violencia contra las mujeres, el aborto, la maternidad subrogada, la eutanasia -y el suicidio asistido-, el descarte de las personas con discapacidad, la teoría de género, el cambio de sexo y la violencia digital.
Acerca del aborto dice: “La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral”. Sobre la llamada ‘maternidad subrogada’ en la cual el niño “se convierte en un mero objeto”, violando su dignidad inalienable y también la de la “propia mujer que o se ve obligada a ello o decide libremente someterse”, pues se convierte en “mero medio” y “se desvincula del hijo que crece en ella”. Resalta que la “eutanasia” es “un caso particular de violación de la dignidad humana”, y reafirma que “el sufrimiento no hace perder al enfermo esa dignidad que le es intrínseca e inalienablemente propia” al ser humano, sino ocasión “para reforzar los lazos de pertenencia mutua”. Acerca de la llamada ideología de género afirma que “la Iglesia recuerda que la vida humana, en todos sus componentes, físicos y espirituales, es un don de Dios, que debe ser acogido con gratitud y puesto al servicio del bien. Querer disponer de sí mismo, como prescribe la teoría de género, sin tener en cuenta esta verdad fundamental de la vida humana como don, no significa otra cosa que ceder a la vieja tentación de que el ser humano se convierta en Dios y entre en competencia con el verdadero Dios del amor que nos revela el Evangelio”.
También aborda el asunto de procedimientos para ‘cambio de sexo’, diciendo que “…toda operación de cambio de sexo, por regla general, corra el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción. Esto no significa que se excluya la posibilidad que una persona afectada por anomalías genitales, que ya son evidentes al nacer o que se desarrollan posteriormente, pueda optar por recibir asistencia médica con el objetivo de resolver esas anomalías. En este caso, la operación no constituiría un cambio de sexo en el sentido que aquí se entiende”.
Concluye el documento invitando a la defensa de la dignidad humana, recalcado que a los Estados corresponde “no sólo protegerla, sino también garantizar las condiciones necesarias para que florezca en la promoción integral de la persona humana”. Y termina diciendo que “la Iglesia no cesa de alentar la promoción de la dignidad de toda persona humana”, “segura de la fuerza que brota de Cristo resucitado, que ha llevado ya a su plenitud definitiva la dignidad integral de todo varón y de toda mujer”.
Con información de Infocatólica.
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