Fervientes y mediocres… ¿alcanzan todos el Cielo?
Redacción (13/11/2023 11:04, Gaudium Press) Poco se sabe de la vida privada de Jesús. Sin embargo, una vez iniciada su vida pública, el anuncio del Reino de los Cielos ocupará la esencia del mensaje de salvación traído por Él: “Haced penitencia, porque el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 4,17; Mc 1,15). Estas son las palabras – dice san Juan Pablo II [1] – con las que Jesús inaugura su ministerio: llama a la conversión, por la proximidad del Reino.
Vemos entonces que el Divino Maestro utiliza múltiples parábolas para describir este Reino: buscado como tesoro escondido (cf. Mt 13,44); semejante a un grano de mostaza arrojado a la tierra, que crece y se hace más grande que todas las hortalizas (cf. Mc 4,30-32), y a la levadura, que una mujer tomó y mezcló con harina (cf. Lc 13, 20); o comparado con una perla de gran precio (cf. Mt 13, 45) y también con la buena semilla de trigo junto a la que el enemigo sembró cizaña (Mt 13,24).
Sin embargo, particularmente expresiva es la parábola descrita en el Evangelio de este 32º domingo del Tiempo Ordinario: las cinco vírgenes que salen al encuentro de su marido con las lámparas encendidas, y las otras cinco imprudentes [2] que no estaban preparadas para la fiesta, por falta de aceite en sus lámparas.
¿Qué lección nos deja esta parábola?
Velad y orad…
Recordemos aquel pasaje del Evangelio, en el que Nuestro Señor sube al monte de Getsemaní, donde sufrió su dolorosa agonía, y derramó sudor y sangre a causa de los pecados de los hombres. Después de sufrir tal prueba, fue donde sus discípulos y los encontró durmiendo. Luego dijo a Pedro: “Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt 26,40-41). Notemos que Nuestro Señor primero resalta la necesidad de vigilancia y luego aborda la importancia de la oración.
Ahora bien, sin duda el pasaje evangélico de este día señala dos tipos de alma: las fervientes, vigilantes, y las tibias y mediocres. Las vírgenes prudentes supieron tomar precauciones y proporcionaron suficiente aceite para el resto de la noche, entrando así felices a la fiesta, y las otras cinco que poco se preocupaban por el poco aceite que tenían; llegaron tarde y recibieron esta severa respuesta del novio:
“¡En verdad os digo que no os conozco!” (Mt 25,12)
Y, como conclusión del Evangelio:
“Por tanto, quedad vigilando, porque no sabéis cual será el día ni la hora” (Mt 25,13)
¿Cómo se explica esta actitud de las vírgenes imprudentes? Simbolizan aquellas almas que están en busca de los placeres del mundo, preocupadas por satisfacer sus sentidos. Se interesan muy poco por el Esposo, que es Cristo, y por eso son mediocres y tibias, creyendo que el poco esfuerzo que hacen en practicar alguna virtud es suficiente para llegar al Cielo. El libro del Apocalipsis expresa bien la actitud de Dios hacia estas almas: “No sois ni fríos ni calientes. ¡Ojalá tuvierais frío o calor! Pero como eres tibio, ni frío ni caliente, te vomitaré” (Ap 3, 15-16). La misericordia de Dios es infinita, pero exige del hombre una correspondencia con la gracia; de lo contrario, ¿cómo se puede entrar al Cielo sin apetito de lo sobrenatural y sin desprendimiento de las cosas terrenas y pecaminosas? Porque “en el otro mundo”, afirma san Juan Crisóstomo, “quien no tiene buenas obras no podrá ser ayudado por nadie, no porque no quiera, sino porque es imposible. Las vírgenes insensatas, en realidad, buscaron refugio en lo imposible” [3].
Por tanto, imitemos el ejemplo de las vírgenes prudentes que dedicaron su vida al Esposo, Dios nuestro Señor, mediante la práctica de la virtud, la oración, pero también la vigilancia, porque conscientes de la condición de haber sido concebidas en pecado original, desconfiaban de sí mismas. y depositaron sus esperanzas en Aquel que puede salvarlos de las garras del mal tentador.
Por Guilherme Motta
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[1] Cf. JUAN PAULO II. Encíclica Redemptor hominis, n. 20 (AAS 71, 1979, 313).
[2] Aunque el texto litúrgico presenta la traducción “jóvenes imprevisoras” y “previsoras”, el texto griego de este Evangelio utiliza la expresión “vírgenes insensatas o necias”: παρθένος (parthénos) – virgen; μωρός (morós) – loco, necio; φρόνιμος (phrónimos) – prudente. Cf. CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Lo inédito sobre los evangelios: comentarios sobre los evangelios dominicales. Ciudad del Vaticano – São Paulo: LEV-Instituto Lumen Sapientiæ, 2012, v. 2, pág. 442.
[3] JUAN CRISÓSTOMO. Homilía LXXVIII, n. 1. En: Obras. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (46-90). 2da ed. Madrid: BAC, 2007, v. II, pág. 553.
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